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Cultura

11 de Mayo de 2013

Ray Harryhausen, el genio cuyos baratos efectos especiales artesanales fueron replicados por caros ordenadores

Vía LaInformación.com Cuando Ray Harryhausen vio los dinosarios realizados por ordenador de ‘Parque Jurásico’ (1993), comprendió que su tiempo había pasado. “Aquí está el futuro”, le dijo a Steven Spielberg. El director le había mostrado una prueba de los enormes reptiles animatrónicos y también realizados por ordenador que habían empleado, y el genio de los efectos […]

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Vía LaInformación.com

Cuando Ray Harryhausen vio los dinosarios realizados por ordenador de ‘Parque Jurásico’ (1993), comprendió que su tiempo había pasado. “Aquí está el futuro”, le dijo a Steven Spielberg. El director le había mostrado una prueba de los enormes reptiles animatrónicos y también realizados por ordenador que habían empleado, y el genio de los efectos especiales artesanales quedó maravillado. El discípulo había superado al maestro porque el ‘rey Midas de Hollywood‘ siempre se había mostrado fan de Harryhausen y había declarado que sus criaturas le motivaron para dedicarse al cine.

Hasta que el ordenador y el CGI reemplazaron a los efectos especiales realizados a mano, la historia del cine debía muchísimo a Ray Harryhausen (Los Ángeles, 29-6-1920 / Londres, 7-5-2013), un artista que maravilló al mundo con sus monstruos, alienígenas y criaturas mitológicas de bajo coste animados fotograma a fotograma. Y Hollywood ha seguido teniendo una enorme deuda desde entonces con este visionario porque su trabajo inspiró a directores como Peter Jackson,George Lucas, James Cameron y el propio Spielberg, entre otros.

Los ‘blockbuster’ modernos (superproducciones destinadas a arrasar en la taquilla) han bebido mucho de Harryhausen, al que han imitado las criaturas pero realizándolas con las más modernas técnicas. Ahora, el dinero para efectos especiales de las películas va destinado a técnicos que crean por ordenador seres que parecen reales, mucho más que las figuras de Harryhausen animadas a mano de forma laboriosa y que en su momento entusiasmaron al público, y de hecho lo siguen haciendo.

Esto es lógico porque a los avances tecnológicos y el empleo del ordenador hay que añadir los enormes presupuestos de estos largometrajes, muy alejado de los presupuestos casi de cine B que empleaba Harryhausen. En la actualidad, los actores siguen realizando coreografías delante de un croma (panel de un color, generalmente verde) ante enemigos imaginarios que no ven pero que luego, por arte de magia, aparecerán en la gran pantalla. Lo mismo que pasaba antes aunque la técnica sea diferente porque no hay empleo de un ordenador. Todo era más laborioso y barato, porque si hubiera sido caro no habría sido posible.

La perfección del ‘stop motion’, base del croma

Harryhausen abarató y perfeccionó el ‘stop motion’, técnica consistente en animar a las criaturas fotograma a fotograma moviéndolas apenas unos milímetros para dar sensación de movimiento fluido. Las figuras articuladas que empleaba este artista y que grababa eran pequeñas, de no más de 60 centímetros. Con su técnica perfeccionada, denominada ‘dynamation’, logró la integración entre figuras y actores en el celuloide.

¿Cómo lo hizo? Primero, rodaba el escenario real. Después, colocaba la figura de la criatura sobre una pequeña plataforma y detrás proyectaba la imagen filmada sobre una pantalla. La cámara frontal debía de estar colocada de manera que la plataforma se acoplase con el escenario real del fondo y así, por perspectiva, parecía que la criatura estaba allí.

Después, tocaba un trabajo de chinos. Se rodaba el movimiento de la figura paso a paso mientras la proyección en la pantalla trasera se movía también fotograma a fotograma. El objetivo era mover un milímetro (o casi) el muñeco articulado y se filmaba un fotograma; se avanzaba en la proyección trasera otro fotograma y se movía la criatura otra vez ligeramente, y de nuevo se rodaba otro fotograma más, hasta completar un plano.

Los actores, por su parte, eran grabados en otra cámara y detrás se veía proyectada la imagen de la criatura y el escenario grabada antes, de forma que los intérpretes sólo tenían que ‘interactuar’ con la criatura o criaturas, que habían sido convenientemente agrandadas al tamaño con el que se contemplarían definitivamente en las salas de cine. Para los objetos que destruían las criaturas sí se empleaban maquetas, con las que grabar del mismo modo.

Un trabajo minucioso, pero que daba magníficos resultados para una época en la que no existían los ordenadores o su empleo estaba en pañales.

Ahora, el cine hace lo mismo gracias al empleo del ordenador. Se graba a los actores delante del croma y luego se añaden mediante la informática las criaturas, robots o lo que sea con lo que han interactuado. Todo consiste en aprenderse una adecuada coreografía. Incluso para crear seres se puede recurrir a trajes con sensores que lleva un actor, que luego es convertido en la criatura que se quiera aprovechando el movimiento del actor grabado minuciosamente gracias a esos sensores.

El avance es grande, pero detrás está el trabajo de Harryhausen. Con su fallecimiento a los 92 años, el cine ha perdido a un genio que convirtió el séptimo arte en algo muy, muy grande, alguien que puso las bases para que las futuras generaciones todavía se sigan sorprendiendo de lo que ven en la gran pantalla.

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