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Opinión

27 de Mayo de 2013

El ataque químico que viví en Siria

Vía El País, por Jean Phillipe Remy de Le Monde Un ataque químico en el frente de Jobar, a la entrada de la capital siria, no parece de primeras nada. Nada espectacular. Nada, sobre todo, detectable. Ese es el objetivo deseado: cuando los combatientes del Ejército Sirio Libre en las posiciones más adentradas de Damasco […]

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Vía El País, por Jean Phillipe Remy de Le Monde

Un ataque químico en el frente de Jobar, a la entrada de la capital siria, no parece de primeras nada. Nada espectacular. Nada, sobre todo, detectable. Ese es el objetivo deseado: cuando los combatientes del Ejército Sirio Libre en las posiciones más adentradas de Damasco comprenden que acaban de ser expuestos a productos químicos lanzados por las fuerzas gubernamentales, ya es demasiado tarde. Cualquiera que sea el gas utilizado, sus efectos ya se dejan notar a tan solo unos centenares de metros de barrios de la capital siria.

Al principio, sólo se escuchó un ruido modesto, un choque metálico, casi un click. Y en el estrépito de los combates del día en el sector ‘Bahra 1’ del barrio de Jobar, eso no llamó enseguida la atención de la brigada Tahrir Al-Sham (“Liberación de Siria”). “Pensamos que se trataba de un obús de mortero que no había explotado y nadie le prestó mucha atención”, explica Omar Haidar, responsable de operaciones de la brigada, que mantiene esa posición avanzada a menos de 500 metros de la plaza de los Abasidas.

Ni olor, ni humo

Buscando palabras para retratar ese sonido incongruente, lo describe como “una lata de Pepsi que cae al suelo”. No produjo olor, no hubo humo, ni siquiera un silbido que indicara la eyección de un gas tóxico. Después aparecieron los síntomas. Los hombres tosían violentamente. Les quemaban los ojos, sus pupilas se retrajeron hasta el extremo, su visión se oscureció. Pronto sobrevinieron las dificultades respiratorias, en algunos casos agudas, los vómitos, los desmayos. Hubo que evacuar a los combatientes más afectados, antes de que se asfixiaran.

Combatientes de la brigada de Tahrir Al-Sham acaban de sufrir un ataque de gas tóxico el 13 de abril en Jobar, en Damasco. / LAURENT VAN DER STOCKT

De esto, han sido testigos los enviados especiales de Le Monde varios días en ese barrio a la salida de Damasco, donde los rebeldes penetraron en febrero. Jobar es un enclave crucial tanto para el Ejército Sirio Libre como para el Gobierno. Sin embargo, a lo largo de nuestro reportaje de dos meses en los alrededores de la capital siria, hemos reunido elementos contrastables en una horquilla bastante más grande. La gravedad de los casos, su multiplicación y la táctica de empleo de estas armas demuestran que no se trata de simples gases lacrimógenos utilizados en los frentes, sino de productos de otra categoría, mucho más tóxicos.

En el frente complicado de Jobar, donde las líneas enemigas están tan cerca que los soldados se insultan casi tan fácilmente como se matan, las escenas de ataques con gas fueron puntuales en abril. No fue una difusión masiva sobre kilómetros, sino un empleo ocasional y localizado por parte de las fuerzas gubernamentales, dirigido a los puntos de contacto más duros con un enemigo rebelde muy cercano. El sector es la posición más avanzada de los grupos del Ejército Sirio Libre en el interior de Damasco. Una guerra sin piedad se desarrolla allí.

Primer ataque en abril

En el sector ‘Bahra 1’, uno de los más avanzados en dirección a la gran plaza estratégica de los Abasidas, uno de los cerrojos de Damasco, los hombres de Abu Djihad, conocido como ‘Arguileh’ (‘narguilé’) sufrieron el primer ataque de esta naturaleza la noche del jueves 11 de abril. A todos les cogió desprevenidos. Habían escuchado hablar de “gases” utilizados en otros frentes, en otras regiones de Siria (sobre todo, en Homs y en la región de Alepo), durante los meses pasados, pero ¿qué hacer ahora que se tenían que enfrentar a este fenómeno? ¿Cómo protegerse sin abandonar las posiciones y regalar una victoria fácil al enemigo? “Algunos hombres fueron evacuados, otros se quedaron paralizados por el pánico. Pero no se abandonó la posición. Ordenamos a los soldados del frente que se aprovisionaran de fulares mojados para protegerse la cara”, explica un combatiente.

Entre la multitud, se distribuyeron un puñado de máscaras anti-gas, destinadas sobre todo a los hombre que tenían posiciones fijas, allí donde una simple pared marca a veces el límite del territorio rebelde. Otros se contentaron con la protección insignificante de máscaras quirúrgicas.

Los hombre liderados por ‘Aguileh’ no son los únicos que han sufrido un ataque con gas en esos parajes. Cerca del mercado de carne vecino, donde están estacionados los carros de combate del Gobierno, las “fuerzas especiales” de los rebeldes de Liwa Marawi Al-Ghouta han estado expuestas a concentraciones -sin duda más importantes todavía- de compuestos químicos, a juzgar por los efectos producidos en los combatientes. Los conocimos unas horas después en los hospitales, luchando por su vida.

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