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Opinión

29 de Mayo de 2013

Infancia y educación: entre la observación y la simulación

Cuando Chile se hizo cargo de poner a la infancia, su proyección, educación y garantías en la agenda política y pública el año 2006, fue porque veníamos observando los acontecimientos a la luz de la realidad mayoritaria. Esta observación nos permitió construir una política pública sin desconocer o negar lo que millones necesitaban, demandaban y […]

Maria Estela Ortiz
Maria Estela Ortiz
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Cuando Chile se hizo cargo de poner a la infancia, su proyección, educación y garantías en la agenda política y pública el año 2006, fue porque veníamos observando los acontecimientos a la luz de la realidad mayoritaria. Esta observación nos permitió construir una política pública sin desconocer o negar lo que millones necesitaban, demandaban y aspiraban. No observamos a una minoría exitosa o fracasada, porque de haberlo hecho habríamos simulado un país inexistente a los ojos de millones de ciudadanas y ciudadanos.

Durante el período 2006-2010, como nunca en la historia de los últimos 50 años, se instaló a la infancia como eje central de la política pública, construyendo con ello una cultura institucional y ciudadana que transita desde la protección a la garantía. Y tan potente fue esta política pública que diversos sectores la alzan hoy día como bandera de gestión y de eso nos sentimos profundamente orgullosas y orgullosos porque es la mejor señal de que fuimos exitosos.

Fueron 4 años de trabajo para instalar una nueva mirada, una nueva forma de relacionarnos con la infancia. Años de trabajo que nos permitió la instalación de una gestión en derecho y exitosa en la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI).

No sólo ampliamos la cobertura que por si misma fue una certera respuesta a la observación que veníamos haciendo de las necesidades de las familias, sino que también instalamos una conversación inevitable hasta el día de hoy, pero lo hicimos observando no simulando.

El año 2007 se hace la Reforma Constitucional que señala que: “Para el Estado es obligatorio promover la educación parvularia y garantizar el acceso gratuito y el financiamiento fiscal al segundo nivel de transición”. Con esta Reforma garantizamos el acceso del 94% de las niñas y los niños al sistema según datos de MIDEPLAN y CASEN de 2011.

Además de ampliar la cobertura, por cierto necesaria y respondida en forma extraordinaria, fueron otros temas de interés para la protección y desarrollo de la infancia los que dejamos instalados en la JUNJI: una política educacional basada en el Buen Trato para la prevención del abuso sexual, la violencia y maltrato, para lo que se editó material didáctico pertinente, se capacitó a las y los trabajadores de JUNJI, se conversó e instaló una perspectiva cultural en el entendido que el cambio de paradigma sobre la infancia en Chile se consolidaría sólo con la comprensión y valoración de las niñas y los niños en la construcción de un sistema democrático. No fue un tema de voluntad, sino de comprensión.

Se contrató en cada región psicólogas/os, periodistas, abogadas/os, agentes culturales, especialistas en necesidades especiales, se trabajó con escultores, fotógrafos, pintores, los jardines se dotaron de obras y libros. Se realizó un estudio geo-referencial para determinar la focalización, se analizaron experiencias internacionales en investigaciones sobre la primera infancia, escuchamos a Jorge Barudy y tantos otros que nos orientaron y alimentaron de conocimiento y razón para transitar desde una política de protección a una de garantías. Eran nuestras niñas y niños en el centro de la conversación y preocupación.

Podemos decir al Chile de hoy que durante los años 2006-2010 la política pública en materia de infancia no tiene juicio de cuestionamiento, ahí están los datos, antecedentes de ejecución presupuestario, cumplimiento de metas pedagógicas, innovación y una comprensión nítida de que la tarea era observar la realidad, no simular ésta.

En la actualidad constatamos que esta impronta, en materia de infancia, está adormecida o no fue comprendida en profundidad y rigurosidad, esto conlleva simular una realidad y no continuar el camino de observar y hacerse cargo de las demandas de millones de personas que, por sobre todo, esperan ser escuchados, es decir, respetados. Si no escuchamos, si no observamos, no podemos dar señales de realidad. Lo contrario es simular.

*Ex vicepresidenta ejecutiva

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