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Opinión

7 de Junio de 2013

Política y ficción doméstica

No tenía ningún calzoncillo limpio esa mañana de martes, ergo, debía lavar mi ropa interior, la misma que mi madre hasta hace poco me regalaba todas las navidades en unos tubos metálicos que parecían envases de pelotas de tenis. Aproveché esa misma carga de ropa para lavar unos paños de cocina que estaban francamente apercancados, […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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No tenía ningún calzoncillo limpio esa mañana de martes, ergo, debía lavar mi ropa interior, la misma que mi madre hasta hace poco me regalaba todas las navidades en unos tubos metálicos que parecían envases de pelotas de tenis. Aproveché esa misma carga de ropa para lavar unos paños de cocina que estaban francamente apercancados, como diría mi misma madre. Sin paños de cocina la vida doméstica se resiente hasta el deterioro. Como no alcancé a secar ningún calzoncillo me puse un traje de baño que a veces uso de pijama y salí a la calle a marchar contra el gobierno -no sin antes haber tirado la cadena del wáter y caer en la cuenta de que necesito un sopapo-.

Siempre es importante putear al gobierno en la calle, no sólo por razones terapéuticas, que no están demás, sino también por cuestiones poético políticas. En la marcha me encontré con algunos paisanos sanantoninos y también me topé con un amigo ex mirista que apoya a Marcel Claude, que es el único candidato que puede aparecer en las marchas. Como andaba solo me quedé en el grupo de los apoyadores de Claude. Ya lo hemos dicho, hay una sensación de cambio en el ambiente, se respira la necesidad de un nuevo proyecto de sociedad. Y este espíritu se lo debemos a los movimientos sociales y sobre todo a los estudiantes que validaron un tema clave que estuvo prohibido gran parte del periodo concertacionista, la gratuidad de la educación y la nacionalización de nuestros recursos básicos, entre otros, viejos tópicos del FRAP y de la UP. Esto tiene que quedar claro. Las regiones, los estudiantes y la cultura han conducido el proceso.

Todo esto lo conversamos con Pablo, mi amigo (ex) mirista mientras marchábamos de Plaza Victoria hasta Avenida Francia. Hasta ahí los pacos nos dejaron avanzar, lo que en sí mismo es una provocación. Nos trasladamos al Parque Italia porque las cosas comenzaban a ponerse algo tensas. Después nos fuimos a comer un asadito con los amigos de Marcel a una casa del cerro Mariposa, no sin antes despedirnos de él porque debía volver a la capital. Más que nada se trataba de una reunión de los colectivos de la gente que lo apoya, Fuerza Nueva, Verdes y Populares, Libres del Sur y ex comunistas e independientes.

Todos vienen de los viejos troncos de la izquierda chilena, hay harta gente joven, combinada con mucho ex (miristas, comunistas y concertacionistas, por lo que me di cuenta) y mucho entusiasmo. Obviamente han optado por la estrategia electoral. Yo no estoy seguro de entrar en eso, pero les tomo cariño. Todo acontece en un patio amplio y hermoso con una gran vista al plan. Hay un helicóptero sobre nosotros, un poco más abajo hay un combate entre manifestantes y carabineros, el aire se enrarece con las bombas lacrimógenas cuyo aroma llega hasta donde estamos. Las micros y motos de pacos circulan por las callejuelas del cerro. Desde el patio los saludamos con vítores por ironía lúdico política.

En los preparativos del comistrajo decido meterme en la cocina con algunas de las mujeres, el resto discute y parlamenta en una especie de ruedo junto al fuego del asado. Hay supremacía masculina. Me llama la atención que la retórica de los participantes es tributaria de la de los militantes orgánicos de los setenta, aunque con contenidos actuales (respeto por la diversidad y protagonismo ciudadano, en reemplazo del centralismo democrático y las órdenes partidarias). Su forma apela a la asamblea, que en tiempos del socialismo real era muy mal mirado como metodología de trabajo, pero con los signos inevitables de reproche contra el sujeto sin conciencia y la superioridad ética de los que luchan.

Colaboro en la elaboración del pebre y la ensalada a la chilena y con el servicio. Entiendo y apoyo a los grupos que luchan por un nuevo orden social y político, pero hay que tener estómago o un temperamento especial para los juegos de poder y sus minucias. Como ficcionador de las escenas de disputa por posiciones o lugares no puedo evitar detenerme en la parte más impresentable de la disputa, generalmente cahuines y actitudes miserables, y mucha voluntad de poder (poder escénico bataclánico y del otro). Por eso es tan necesario ese humor crítico que viene de la galería que desarticula la gravedad y los protocolos solemnes. En el fondo estamos hablando de las patologías que suelen acompañar al compromiso político.

En este caso hubo mucho hueveo, combinado con seriedad y repartición de tareas. También hubo canto y baile, eso siempre es bueno. Después bajé al plan con una compañera colega ex comunista -si es que se puede ser ex comunista- que me fue haciendo un relato fascinante del partido y su estructuración jerárquica que me recordó el cisma del PC cuando Neruda se separó de la Hormiguita, situación en la que tuvo que intervenir el propio secretario general, que creo que era el Galo González, y en donde hubo varios damnificados, incluido Tomás Lago, según los cahuines históricos que he recogido. A veces la política y los temas de Estado pasan entre las piernas de una mujer, como decía un ministro de Enrique VIII, haciendo una lectura machista del deseo de poder (o del poder como deseo de objeto amoroso).

Me apuré en llegar a mi casa para recoger mis calzoncillos que se secaban al sol de la tarde. Días después, viendo la televisión, me daría cuenta de algo totalmente subjetivo e inútil para la política local: que la Carol Cariola es más rica que la Camila Vallejos. No sé por qué llegué a esto, pero algo me lo dictó desde un lugar descompuesto de la voluntad de ficción, quizás por la irrupción degradada de lo doméstico; como secarse la cara con el paño de cocina.

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