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Opinión

31 de Julio de 2013

Periodistas, no notarios

El periodista y hombre ancla de CNN Chile analiza cómo se enfrentan los medios de comunicación a las elecciones presidenciales, destacando que deben despegarse de la carga que ha significado la transición. Según Matamala el periodista político tiene que valorar su trabajo, creer genuinamente que su labor es fundamental para resguardar y fortalecer la democracia y considerarse un empleado al servicio de los ciudadanos, cumpliendo con informar y dando acceso a los entresijos del poder.

Daniel Matamala
Daniel Matamala
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El texto de Daniel Matamala aparece en la última edición de Revista Dossier, de la Facultad de Comunicación y Letras de la UDP, que incluye un especial sobre campañas políticas.

***

Como ocurre cada cuatro años, el periodismo político chileno se apresta a vivir su momento estelar: una campaña presidencial. Ese instante en que la política se convierte en la noticia más relevante, y en que los ciudadanos giran a mirar a la prensa con una mezcla de esperanza y desconfianza.

El factor de desconfianza es cada vez mayor. Los chilenos se mueven entre la incredulidad de una elite informada, que descree de los medios tradicionales y prefiere sumergirse en el mar de información que otorgan Internet y las redes sociales, y una audiencia masiva más bien indiferente ante un circo político que le parece ancho y ajeno.

Pero también hay esperanza: aunque la confianza en la prensa ha caído en los últimos años, ligada al derrumbe de la credibilidad de las instituciones, los medios de comunicación aún resultan mucho más creíbles para los chilenos que los protagonistas de la política, como el Congreso o los partidos.

¿Qué se le exige hoy a la prensa? Mucho. Que sea imparcial entre los contendientes, sin que eso se confunda con una falsa neutralidad que pone la verdad y la mentira al mismo nivel, que opera en base a cronómetros y que finalmente solo sirve a intereses políticos. Que ponga su foco en informar y empoderar a los ciudadanos, y no en cuidar los intereses del poder. Que haga surgir la verdad a partir de un trabajo profesional y dedicado.

Para lograrlo, la prensa chilena debe deshacerse de la pesada carga de la transición, un período que dañó como ninguno el trabajo cotidiano y la autoestima profesional de los periodistas. Liberada del yugo pesado de la dictadura, la prensa se sometió a uno tal vez peor: la autocensura derivada de una loable intención de «cuidar la democracia», que pronto derivó en la menos romántica de «cuidar al poder», sus intereses y sus equilibrios. De esa época heredamos un periodismo político aún tímido y vacilante, que mira demasiado al poder político y muy poco a los ciudadanos.

Esta es, por supuesto, una generalización. Cada vez más se van abriendo las puertas, tanto en medios tradicionales como alternativos, a un periodismo moderno, que se entiende a sí mismo como una herramienta al servicio de los ciudadanos. Pero aún no es suficiente.

Entre 2011 y 2012 pasé un año en Nueva York, estudiando un Master of Arts en Periodismo Político en la Universidad de Columbia. Y después de haberme sumergido a fondo en el periodismo político estadounidense, mi principal aprendizaje no tiene que ver con prácticas, procedimientos o métodos de investigación (aunque todo ello, claro, es importante), sino con algo mucho más fundamental: con la autoestima. El periodista político en Estados Unidos valora su trabajo. Cree genuinamente que su labor es fundamental para resguardar y fortalecer la democracia. Se considera un empleado al servicio de los ciudadanos, de informarlos y de darles acceso a los entresijos del poder. Y eso se refleja como nunca en las campañas presidenciales, un ejercicio que, allá como acá, se escenifica cada cuatro años, y donde el periodismo sabe que tiene un papel clave, en tres aspectos. Descifrar las estrategias de campaña. Escudriñar en la personalidad y en la historia de los candidatos. Y separar las verdades de las mentiras en el discurso público.

De eso hablo en las siguientes líneas. De cómo un periodismo con autoestima se enfrenta al poder político en su momento de máxima tensión.

Seguir el ajedrez: periodistas, no notarios
¿Qué tiene que hacer el periodismo en una campaña presidencial? La primera respuesta es la más obvia y la más equivocada: informar sobre la cotidianeidad de esa campaña. Describir las actividades de los candidatos, citar sus discursos, replicar sus promesas de campaña, cubrir sus propuestas programáticas.

Es lo que llamo cobertura «notarial» de una campaña. En ella la prensa, cual notario, se limita a dar fe de las actividades diseñadas por el candidato y su equipo. Es un esquema aún muy presente en Chile, especialmente en la prensa regional.

Por supuesto, la cotidianeidad de un candidato presidencial bien puede ser noticiosa. Pero el papel de la prensa no puede en caso alguno limitarse a dar cuenta de su presencia, su agenda o sus declaraciones. La ambición debe ser otra: dar sentido a todo eso. Penetrar el mundo del poder para, en nombre de los ciudadanos, descubrir y revelar las estrategias que subyacen tras la aplastante rutina de los puerta a puerta, los comunicados de prensa y las «cuñas» a los medios.

La primera víctima en esa senda es la ingenuidad: hay que sacrificarla. Como arte del poder, la política tiene códigos que rara vez se sinceran de cara al público, pero que la prensa debe ser capaz de comprender y exponer. Las campañas son juegos de ajedrez en que cada pieza cumple una función. Los recursos son siempre escasos: el dinero para propaganda, el tiempo del candidato, los temas que se pueden instalar en la opinión pública. Por lo tanto, el ajedrecista mueve cada una de esas piezas mirando el tablero completo e intentando anticipar las movidas del rival. El buen periodismo debe ser capaz de mirar sobre el hombro del jugador y entender también, para contárselo al público, por qué ese peón se mueve un casillero hacia delante en la columna del alfil.


Es un análisis que el periodismo le debe a sus audiencias, pero que en Chile sigue siendo más la excepción que la regla. En Estados Unidos los medios defienden celosamente su deber de interpretar y explicar cada movimiento de las campañas. Incontables artículos exponen cómo cada candidatura distribuye su dinero a lo ancho del país. Cada viaje de un postulante a un estado viene acompañado de análisis sobre por qué se decidió llevarlo ahí, cuál es el electorado al que le está hablando, y con qué mensaje pretende seducirlo.

Para entender mejor la diferencia entre una cobertura notarial y otra propiamente periodística, comparemos la información sobre un hecho cotidiano de campaña: un candidato en gira.

*Periodista. Conductor CNN Chile (CNN Prime y Ciudadanos) y Sonar FM (Sonar Informativo, 7 a 9 AM). Master of Arts in Political Journalism, Columbia University, New York.

Lee el artículo completo acá…

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