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LA CALLE

30 de Agosto de 2013

11 situaciones que no querrás vivir en un concierto

Vía CookingIdeas Cada año, desde que la primavera se pone a hacer las maletas y el verano empieza a desperezarse, la geografía española se plaga de festivales de música y conciertos, por lo que no es nada difícil que haya caído alguno cerca de donde te mueves. Recibes la llamada de tus amigas y amigos: […]

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Vía CookingIdeas

Cada año, desde que la primavera se pone a hacer las maletas y el verano empieza a desperezarse, la geografía española se plaga de festivales de música y conciertos, por lo que no es nada difícil que haya caído alguno cerca de donde te mueves.

Recibes la llamada de tus amigas y amigos: “¿Eh, nos vamos de festi?”. Tocan algunos de los grupos que te gustan y no dudas en unirte, olvidando por completo tu odio por las enormes aglomeraciones de gente.

Pero lo que promete ser una tarde inolvidable está a escasos puntos de convertirse en una experiencia bastante desagradable.

Estar en las últimas filas
No sabéis cómo lo habéis hecho, pero habéis dado a parar a las ultimísimas filas del concierto. El cantante es un punto lejano inidentificable, el sonido no termina de llegar al 100% y las pantallas gigantes están tan bajas que son de escasa ayuda.

Estar en primerísima fila
Si estar en las últimas filas puede resultar un peñazo, estar en las primeras lo es de igual manera -aunque pienses que es lo mejor- especialmente cuanto más “metálico” sea el grupo. Además corres el riesgo de que tus pulmones acaben espachurrados contra la barandilla por culpa de la euforia del resto de fans y puede que tengas que ser rescatado por los mozos del foso para no morir de asfixia.

Estar a un palmo de los altavoces
Una esquina y muy cerca del escenario, ese habéis decidido que es el mejor sitio para disfrutar del concierto. Veis el escenario y estáis cerca de la salida, por si hay que ir a por más bebida o en caso de emergencia dramática. Pero no os dais cuenta de vuestro error hasta que las guitarras eléctricas infernales empiezan a sonar acompañadas por la batería y el bajo del mismísimo Lucifer. Todo tiembla y tu cerebro está a punto de explotar en mil pedazos blanditos. ¡Estáis bajo la monstruosa hilera de altavoces! A esos decibelios, temes no volver a ser el mismo una vez finalizado el concierto.

Estar rodeado de gigantes
La genética no ha sido muy generosa contigo y ha querido que no llegues a 1,70, si eres un hombre, y te ha dejado pasando escasamente el metro y medio, si eres mujer. Cosa que no ayuda nada cuando quieres disfrutar de un concierto y sabiendo que la estatura media de la población es bastante superior a la tuya. Pero para rematar la faena ¡sorpresa! Los tíos más altos que jamás hayas conocido se ponen justo delante y no ves nada.

Efluvios corporales
Pero ahí no termina la cosa. Da la casualidad de que el sobaco sudoroso de ese gigante que tienes al lado está a la altura de tu cabeza, y tras un caluroso día de saltos y carreras, no huele precisamente a violetas. Se pasa el concierto con los brazos en alto y su húmeda axila ya se ha restregado por tu cara en algunas ocasiones.

Pisotones dolorosos
Suena la canción más conocida y marchosa del grupo y el cantante pide al público que se ponga a brincar. El mastodonte que hay a tu lado se desvía ligeramente de su trayectoria (demasiada cerveza) y va a aterrizar con sus grandes botas sobre los dedos de tu pie derecho. Inmediatamente crees que te ha triturado los huesos y tus ojos se van llenando de lágrimas al tiempo que sueltas el más salvaje de los gritos. El dolor no se irá en todo el día.

Gente que canta terriblemente mal
¡¡Por fin suena tu canción favorita!! Esa que te pone los pelos de punta cuando el cantante logra ese agudo espectacular al son del melódico teclado y las atronadoras guitarras eléctricas. Pero a tu lado hay una persona que canta espantosamente mal, no tienes espacio para huir y su voz penetra hasta lo más hondo de tu cráneo consiguiendo solapar la canción con sus berridos. Te acaba de chafar el momentazo del concierto, y parece prometer seguir haciendo lo mismo hasta que termine. ¡Huye cuando puedas!

El rocío de cerveza
Aunque sea verano, hay lugares de la geografía española en los que puede hacer mucho fresco incluso en verano. Digamos que estáis a menos de 15 grados, con ropa de verano y un vientecico que corta la respiración. Y el mastuerzo de turno lanza su cerveza al aire, con tal mala suerte que va a caer toda ella sobre ti. ¿Tienes frío? Pues toma ducha de cerveza bien fresquita.

Que caiga el diluvio universal y cancelen tu concierto favorito
Esas espesas nubes grises que veíais al horizonte están cada vez más cerca y amenazan con soltar su furia sobre vuestras cabezas. ¡Din-don! ¡Tormenta de verano! Truena y relampaguea como si fuese el último día del mundo y comienza a llover violentamente. No hay un maldito sitio donde guarecerse y, para colmo, la organización del festival decide cancelar el concierto que estaba a punto de empezar. ¡¡El grupo qué más ganas tenías de ver!!

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