Conozca a Roxxxy, la robot sexual triple X. Dependiendo del punto de vista del que se le mire, "ella" podría representar la vanguardia en la interacción humano-robot, o ser una reflexión moderna de las dificultades de algunos hombres para relacionarse en la vida real.
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Aunque los juguetes sexuales no son ninguna novedad, lo que hace a Roxxxy diferente es que combina “la inteligencia artificial” con “una forma humana”, según explica su creador Douglas Hines.
Los robots humanoides han sido materia de la ciencia ficción durante décadas: desde el film “Metrópolis” de Fritz Langs que data de 1927, hasta las historias de robots de Isaac Asimov.
La realidad es, sin embargo, un poco más tosca.
Actualmente, los robots que caminan tienen poco valor comercial: son costosos y propensos a caerse si se les coloca en una superficie que no sea plana.
Entre el montón, una de las mejores es la robot femenina japonesa HRP-4C, que canta y baila, y que ha sido diseñada por el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y Tecnología de Japón (AIST, por sus siglas en inglés).
El principal inconveniente de este tipo de robot es que tienen una vida muy corta, la batería apenas dura unos 20 minutos.
Eso es suficiente para realizar una impresionante rutina de baile, dice el equipo, pero para poco más.
“Una aplicación práctica para los robots humanoides bípedos es la industria del entretenimiento”, dice el AIST, “siempre que los robots puedan moverse de manera realista, como los seres humanos”.
Amar al robot
En 2007, el ajedrecista británico experto en inteligencia artificial (AI) David Levy dijo en su libro, Amor y Sexo con Robots, que estaríamos teniendo sexo con robots dentro de cinco años y que seríamos capaces de enamorarnos de ellos dentro de 40 años.
Su argumento está basado en los avances de la ingeniería robótica y la programación de computadoras, y también toma en cuenta los ingresos generados por la industria del porno cada año.
Tales robots serían un “servicio excelente” para la humanidad, dijo.
En cuanto a Roxxxy, que pesa 27 kilos y mide 1,70 metros de altura, viene con una variedad de colores de pelo, extremidades movibles y piel parecida a la real.
Es una creación del ingeniero eléctrico e informático Douglas Hines, fundador de las compañías TC Systems y True Companion, que anteriormente trabajó en el laboratorio de inteligencia artificial en los laboratorios de AT&T Bell.
Hines explica que el robot sexual fue desarrollado a partir de los robots de asistencia médica fabricados por su firma, diseñados para cuidar ancianos y enfermos.
“Nuestro conjunto de habilidades está basado en la robótica comercial y militar. Lo que hicimos fue buscar una oportunidad en el mercado para aplicar esta tecnología”.
“Un mercado muy evidente es la salud, pero hay uno menos conocido que está ganando cada vez más impulso: la industria del sexo”.
Emocionante
Hines explica que desarrolló el motor de inteligencia artificial de su robot con el objetivo de ir más allá de una simple ayuda sexual y proporcionar compañía.
“La experiencia de la vida en pareja va más allá del sexo y eso es lo que buscamos”, dijo Hines a la BBC.
Sin embargo, no importa cuán bien programado esté un robot pues sigue siendo una máquina. Y el experto está de acuerdo en que un humanoide de plástico y metal no es capaz de reemplazar a una persona real. Al menos no todavía.
“Estamos cada vez más cerca. La brecha entre la robótica, la mecánica y lo similar a lo humano se minimizará. Este es un momento muy emocionante”.
Roxxxy puede costar hasta US$9.000, también hay una versión masculina llamada Rocky. A finales de este año la empresa tiene previsto lanzar al mercado un modelo más avanzado, que -según dicen- será móvil y autónomo.
Al relacionarnos con este tipo de máquinas, de ficción o no, es normal pensar qué significa ser humano y convivir con los demás.
Ninguna máquina, por muy bien diseñada, podrá sentir empatía -algo que nos define como humanos- pero sí podrá ser capaz de simularla lo suficientemente bien como para que podamos seguir el juego y tratarla como si fuera un ser vivo.
Atención y compañía
Pero, ¿llegará el momento de que estos robots sean más que un fetiche o una novedad?
En una encuesta realizada a principios de este año en Estados Unidos, una de cada 11 personas -aproximadamente el 9%- respondió que estaría dispuesta a tener sexo con un robot, según una encuesta de YouGov para el Huffington Post.
Eso equivale a más de 25 millones de estadounidenses, lo que podría traducirse en una gran cantidad de ventas de robots.
Sin embargo, los críticos advierten que no hay que abrazar a los robots como Roxxxy tan rápido.
“Ha llegado el momento de reconsiderar la premisa de que un robot es mejor que nada”, dice Sherry Turkle, psicóloga y profesora en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).
“Porque si usted está tratando de resolver un problema de atención y compañía con un robot, no está haciéndolo con la gente correcta: los amigos, la familia, la comunidad”.
“Podemos pensar que sólo estamos haciendo robots”, dijo en la reunión de este año de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, “pero en realidad estamos rehaciendo los valores humanos y las conexiones”.
“La simulación de un robot despierta el yo imaginario de una persona”, dice.
Y eso “no es prometedor para los adultos que tratan de vivir auténticamente y enfrentar los problemas reales y humanos de la vida”.