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Opinión

13 de Febrero de 2014

El lugar de las narrativas o narrativas de lugar

Hacer ránquines veraniegos y recomendaciones de lectura es parte de la pega de los periodistas en esta época de fin de año. El periodismo de verano es así y los pobres periodistas no tienen la culpa, porque es la pauta editorial (que hacen ellos mismos y que ya está lista en otra esfera decisional). Es […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Hacer ránquines veraniegos y recomendaciones de lectura es parte de la pega de los periodistas en esta época de fin de año.

El periodismo de verano es así y los pobres periodistas no tienen la culpa, porque es la pauta editorial (que hacen ellos mismos y que ya está lista en otra esfera decisional). Es así que nos pautean el acontecimiento, en este caso el literario.

Hay un debate idiota que surge de la movida del verano, el de la narrativa actual y su contraste con la “nueva narrativa” surgida en el peak del neoliberalismo cultural. Yo soy idiota y debato para no aburrirme. Contreras, que viene de esa movida editorial, comenta lo aparecido en La Tercera y mi amigo Germán Carrasco comenta lo comentable. Es un conflicto santiaguino, me doy cuenta al tiro por el tono. Yo pertenezco al colectivo Pueblos Abandonados y no tenemos mucho que hacer ahí. A los de la actual narrativa o novísima los ubico bien, soy amigote de ellos porque nos ha tocado estar en distintas partes, hemos viajado y participado en foros nacionales y de los otros. Es parte de la pega. Y son cabros buena onda y escriben de verdad, no es que haya un proyecto común, pero lo pareciera. No es mi intención dar pautas de lectura, lo que sí puedo intentar hacer es dar cuenta de la persistencia de la construcción de una escena posible. Y eso no necesariamente es conspirativo, es quizás unificar criterios de lectura para producir un escritor que responda a ese esquema.

Validar un registro canónico, académico (sistema crítico incluido), editorial e institucional es el gran objetivo de todo proyecto de empresa cultural, pensando en el contexto en que nos movemos. Por eso el reproche de Contreras corresponde a la constatación de una memoria envidiosa, porque ellos sólo fueron una movida política y editorial, les faltó todo lo otro. Incluso los cabros y cabras tienen a su Borges respectivo como emblema canónico, que es Bolaño. Los otros, en cambio, no supieron leer a Donoso, su perspectiva era metafísica o reaccionaria, para decirlo abrutadamente.

Además, les reprocha Contreras, de que en esas circunstancias no pueden considerarse marginales, lo que sería una tremenda impostura. Bueno, a ese respecto yo creo que los cabros y las cabras son algo ingenuos políticamente, ser marginales es parte del sentido común de izquierda, como la “humildad” para los católicos, que siempre es dudosa, pero es parte de su cultura. Así como el grupo de Contreras, por darle un nombre a esa movida editorial, eran escritores conservadores y/o momios, estos son marginales y levemente rebeldes, en el sentido más blando de freak o contestatarios, pero en sentido ondero o taquillero. Es decir, son más pendejos, pero nos superan a todos con su nivel de cálculo. Ahí ya no son candorosos. Y eso debe ser complicado de verificar para un escritor profesional como Contreras que no parece pasarlo muy bien ni es taquilla, como estos pendejos(as) que, además de tener buenas pegas son bonitos y la llevan.

Yo creo que, además, hay una diferencia étnica (o de clase) clave, los inventados por Planeta son más cuicos y su mundo es de Plaza Italia para arriba, en realidad eran clasemedianos, excepto uno, y arribistas intelectuales y sociales. Su literatura era más universal y predecible, y muy pauteada y sometida a un paradigma arrogantemente clásico. Son escritores de escritorio, cero calle, sólo las transitables, cercanas a cafés como el Tavelli o El Mulato.

En cambio los novísimos, creo que así les llaman algunos genetistas, son de origen más popular, aunque no se les nota mucho, ninguno es de Las Condes, probablemente de clase media baja provinciana, algunos, y responden a las retóricas de contexto, incluido el Chile de la memoria trágica, que Carrasco denuncia con amargura. Yo, por ejemplo, y el José Ángel Cuevas, somos de Vitacura, pero no se nos nota; de la época en que eran puros potreros y la pequeño burguesía profesional y la oligarquía comenzaban a ocuparla.

Desde la perspectiva de Los Pueblos Abandonados, que somos como de segunda división, como diría mi amigo Carlos Tromben, este bosquejo de mapa textual que estamos trazando, desde el comentario periodístico, le rinde tributo a la noción editorial de literatura, lo que nos ubica a cierta distancia.

El rasgo común de ambos grupos es la ansiedad por producir un canon de pertenencia. Nosotros, simplemente, queremos matar la retórica Chile y reescribir el territorio, por eso es probable que el próximo encuentro de Pueblos Abandonados sea en Tacna.

Finalmente, para terminar mi contribución a la polémica sobre la ocupación de lugares en el campo literario chilensis, quiero denunciar la triste humillación de que fui víctima en maldita feria del libro de Viña. Aparecí en el programa de la misma como presentando un libro de un autor de la novísima, pero era un error. ¿Esa es la única forma en que un escritor de la división B de la literatura chilena aparece o se lo toma en cuenta, como un error, eso debemos padecer los de provincia? Me voy a quejar amargamente a la tía Coty.

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