La mañana del 2 de julio de 1986, Rodrigo Rojas De Negri y Carmen Gloria Quintana se sumaron a un grupo de manifestantes que planeaba preparar una barricada en Estación Central, en el marco de una jornada de protesta nacional. Una patrulla militar comandada por el teniente Pedro Fernández Dittus llegó a reprimirlos. Los militares golpearon a dos jóvenes, les rociaron sus cuerpos con bencina y les lanzaron una molotov. El caso inspira el capítulo de esta noche de la serie de TVN Los archivos del cardenal 2. La historia real puede leerse en el sitio de Periodismo UDP, que rescata los hechos y personajes que inspiran la obra dramática que transmite el canal estatal. En twitter la cuenta del Centro de Investigación y Publicaciones UDP (@CIP_udp) entrega información sobre los hechos y personajes durante la transmisión de todos los capítulos.
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Ella vive en la población Los Nogales, en Estación Central. Está allí realizando una “Porotada” de fin de semana, organizada por los alumnos de la Universidad de Santiago (USACH). La joven de 18 años, de tez morena y cabello oscuro, estudiante de ingeniería de ese plantel, está focalizada en sacar a los niños del estrés generado por la represión que sufre el barrio en cada protesta. Reparte dulces, juega al luche y salta la cuerda. A los padres les entrega panfletos para informarlos sobre el paro nacional de la semana entrante, fijado para el miércoles 2 y jueves 3 de julio de 1986. En ese momento aparece alguien a quien nunca antes ha visto. Le atraen inmediatamente sus casi 2 metros de altura (1,93, para ser exactos), el pelo negro rizado, piel clara y ancha espalda.
– ¿Quién es ese joven tan atractivo? -le pregunta a una compañera de universidad.
– Es un fotógrafo que viene llegando de Estados Unidos.
Esa fue la primera vez que Carmen Gloria Quintana vio a Rodrigo Rojas de Negri. Tres días después, ambos serían víctimas de uno de los hechos más brutales de la dictadura: mientras participaban en una protesta fueron quemados vivos por una patrulla militar. Aunque quedaron con más del 60 por ciento de sus cuerpos con graves quemaduras, no corrieron la misma suerte. Ella sobrevivió a duras penas y se transformó en el rostro de las atrocidades del régimen. El joven de 19 años murió a los cuatro días. Antes, sin embargo, alcanzó a declarar ante dos jueces que los autores de la agresión habían sido militares.
Rodrigo Rojas había vuelto a Chile tras diez años de exilio, para retratar con su cámara las protestas y la represión, y para contribuir con los esfuerzos para derrocar a la dictadura. Venía de una familia de fuerte compromiso político y, a pesar de la distancia, nunca dejó de sentirse chileno y de izquierda. Una de las certezas de su familia, que hasta hoy espera justicia por el crimen, es que murió en el país que amaba, trabajando en lo que más quería.