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Opinión

22 de Mayo de 2014

Editorial: Papas Fritas

“Francisco Tapia Salinas, quien obra bajo el seudónimo de Francisco Papas Fritas, chileno, soltero, artista visual, domiciliado en Merced 349 departamento 304 comuna de Santiago”, presentó el día 12 de mayo pasado, en el 7mo Juzgado de Garantía de la capital, un escrito en el que se acusa de “viajar desde Santiago a la sede […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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“Francisco Tapia Salinas, quien obra bajo el seudónimo de Francisco Papas Fritas, chileno, soltero, artista visual, domiciliado en Merced 349 departamento 304 comuna de Santiago”, presentó el día 12 de mayo pasado, en el 7mo Juzgado de Garantía de la capital, un escrito en el que se acusa de “viajar desde Santiago a la sede Reñaca de la Universidad del Mar con el propósito claro e inequívoco de destruir las letras de cambio y pagarés que tenía la casa central … en sus bóvedas y que obligaban al pago de sus deudas a decenas de miles de alumnos y ex alumnos…” Según el mismo Papas Fritas se trataría de 500 millones de dólares en documentos mal habidos, que él quemó para luego exponer sus cenizas en el Centro Cultural Gabriela Mistral. La cifra es de película holliwoodense, pero nadie se ha dado el trabajo de desmentirla. La Universidad del Mar de universidad, en realidad, no tenía nada. Siempre figuró última en los rankings de calidad y si durante un tiempo consiguió pasar las acreditaciones, fue porque le pagaba sueldos a los encargados de acreditar. En su administración estuvieron metidos los mismos del escándalo de la multitienda La Polar.

Se trataba, en otras palabras, de una organización delictual, a la que los estafados le debían legalmente dinero. Hubo de inmediato quienes compararon al Papas Fritas con Robin Hood. En la obra, denominada “Ad Augusta per Angusta”, como reza el lema de la universidad, o Kombi, como el vehículo en que trasladó los pagarés y donde días más tarde, ya instalada en el mencionado centro cultural, el artista montó una pantalla de video en la que aparecía él, igualito a un Bin Laden veinteañero, explicando los detalles e intenciones de su acción de arte. Difícil asegurar si el personaje que hablaba -Francisco Tapia Salinas, alias Papas Fritas-, ahí estaba actuando o siendo sincero. Los datos biográficos, sin embargo, parecen coincidir con los del hombre tras las cámaras. Y la verdad es que no importa. La autenticidad de la obra se la dio el entorno y los eventos posteriores. El rector Galleguillos reconoció el extravío de los documentos. Según el abogado Mauricio Daza los alumnos de la Universidad del Mar podrían desconocer la deuda gracias a esta performance. Efectivos de Investigaciones con buzos blancos que les cubrían incluso la cabeza, como los de los desactivadores de bombas, inspeccionaron la Kombi en busca de evidencias. La escena fue filmada. Ariel Zúñiga, abogado y vocero de Papas Fritas, agradeció la colaboración de los investigadores: “PDI es mediapartner de la obra Ad augusta per Angusta y, desde ahora, Francisco (Papas Fritas) pasa a la clandestinidad”, declaró.

En el video expuesto desde el furgón estacionado en el GAM, al terminar su proclama, Papas Fritas concluía: “Esta exposición de arte visual, que es mí trabajo, hoy es de ustedes.” La obra escapó de su autor para poner su consecución en manos de la cultura imperante. Demostró que las creaciones vivas ya no requieren de los grandes medios de comunicación para existir –Papas Fritas habla a través de la página web de Villa Francia, una combatiente población capitalina-, y que casi nada separa la tragedia de la comedia, la realidad de la ficción, y el delito de la justicia. ¿Qué pasaría si Papas Fritas, hoy clandestino, fuera detenido? Yo intuyo que serían miles los que saldrían a protestar. Ya son muchos los estudiantes de la Universidad del Mar que le manifestaron sus agradecimientos. La cantante Anita Tijoux le declaró su apoyo y admiración. Las redes sociales permanecen atentas al devenir de los acontecimientos, y el destino del artista es hoy un reality show de consecuencias políticas difícilmente calculables. En Chile, país de supuesta tradición legalista, de pronto no es mal visto el enfrentamiento a la ley. Algunas de ellas comienzan a ser incluso consideradas enemigas de la justicia. Son los momentos en que los países ponen a prueba su temple. Los revolucionarios proponen terminar de raíz con lo existente, mientras que los reaccionarios llaman a proteger a sangre y fuego el statu quo. La mayoría sabe que ambos caminos son indeseables. Pocos quieren borrar su pasado, y pocos los dispuestos a renunciar a mejoras en el porvenir. Potente el atentado de Papas Fritas. Puso sobre la mesa el germen valórico del terrorismo. El artista como arma suicida. El arte no como manifestación de almas elevadas, sino como el deseo último de participar de la historia, de la historita, de la vecindad. Es cosa sabida que todos los astros caben en una declaración de amor. Y aquí el performista, a ejemplo de Jesucristo, el más grande de todos los performistas, también se sacrificó por los demás. (El teatro aplaude a rabiar).

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