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Opinión

5 de Septiembre de 2014

Parra: Parra en Dictadura

EL PARRA COMPLACIENTE Después del golpe de Estado, según el propio Parra suele contar, los militares fueron a preguntarle bajo qué figura (embajador, rector) quería incoporarse al gobierno de facto. Él rehusó las ofertas pero pidió que le respetaran su lugar en la universidad. Pronto, sin embargo, asumió como director (para el caso, interventor) del […]

Macarena Gallo y Daniel Hopenhayn
Macarena Gallo y Daniel Hopenhayn
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nicanor parra coplas
EL PARRA COMPLACIENTE
Después del golpe de Estado, según el propio Parra suele contar, los militares fueron a preguntarle bajo qué figura (embajador, rector) quería incoporarse al gobierno de facto. Él rehusó las ofertas pero pidió que le respetaran su lugar en la universidad. Pronto, sin embargo, asumió como director (para el caso, interventor) del Departamento de Fïsica del Pedagógico. Duró un mes en el cargo, pero su actitud inicial, para algunos, fue dolorosa.
Recuerda Poli Délano: “Yo me separé bastante de Parra, prácticamente la amistad se trizó, porque no fue servil, pero sí complaciente con la dictadura. Aceptó un cargo en la Universidad de Chile mientras estaban llevándose detenidos sin saber lo que pasaba con ellos. Yo tuve la sensación que él estaba contento con que se hubiera dado el Golpe. Pero nunca me hizo el comentario”. Jorge Edwards añade “en el Golpe fue bastante dubitativo, no estuvo claro. Después se afirmó en su antipinochetismo, pero al comienzo… Yo no lo calificaría de golpista, pero habló mal de Allende en privado, y después del Golpe”. Floridor Pérez, prisionero político en 1973, marca su punto: “Golpista es quien tenía la capacidad de influir y lo hiciera, actuando o escribiendo. Nunca vi en eso a Parra”.

Por otra parte, en su artículo “Los funerales de Neruda”, la escritora Virginia Vidal afirma haberse encontrado con Nicanor Parra en el mítico funeral del poeta. Y que Parra, comentando unos elogios que le había dedicado El Mercurio, le habría dicho: “Pretenden convertirme en el poeta oficial del régimen. No lo conseguirán”.

Parra sabía, sin embargo, lo que muchos sus pares estaban pensando sobre él, y su ostracismo académico previo al Golpe se hizo aún pronunciado durante los primeros años de dictadura. El Departamento de Estudios Humanísticos, por su misma distancia con la UP, no fue tocado por el gobierno, deviniendo así en el único oasis de independencia intelectual de aquellos años. Su alumno José Ángel Cuevas recuerda que “allá por el 75 estábamos estudiando el Tao. Parra me contó que lo había ido a ver un milico a la casa, un coronel o un oficial, y le dijo: ‘Don Nicanor, sería bueno que usted se metiera un poco más, que apareciera un poco más…’. Y Nicanor le dice que no puede porque estaba estudiando una teoría budista llamada Wu Wei, que significaba ‘No acción’. Lo agarró pal leseo no más”.

EL PARRA DISIDENTE

En febrero de 1977, Parra hizo su primer gesto público de disidencia con el régimen. El grupo teatral La Feria, liderado por Jaime Vadell y José Manuel Salcedo, estrenó en una carpa circo la obra Hojas de Parra, basada en textos suyos. En la previa, Las Últimas Noticias no veía en Parra la menor amenaza para el statu quo: “El dionisiaco poeta, que tan bellamente le ha cantado al vino, no teme repetirse relacionando su apellido con la frondosidad de la vid. Es de esperar que en las funciones el público bulla como un lagar, que coseche jocundos aplausos, y que sus sienes sean ceñidas en vez de laureles, con una corona esmeraldina tejida en hojas de parra”.

No fue tan así. Presentado por Vadell como “Nuestro Señor Jesucristo en persona”, Parra leyó los futuros Sermones y prédicas del Cristo del Elqui, donde se colaban frases como: “En Chile no se respetan los derechos humanos. Aquí no existe libertad de prensa. Aquí mandan los multimillonarios. El gallinero está a cargo del zorro”.

El diario La Segunda acusó recibo: “Lo grave es que a los chilenos, posibles espectadores de estas Hojas de Parra no se les advierta que van a asistir a una crítica evidente y a una forma de posición política contraria a la situación nacional. (…) Quienes asistieron este fin de semana al Teatro La Feria comentaban a la salida del deplorable espectáculo y que era realmente increíble lo que allí se presentaba. Al mismo tiempo indicaban que el hecho que esta obra se estuviese presentando estaba demostrando una vez más que en Chile hay libertad y que nadie está sojuzgado”. La obra presentó once funciones antes de que la carpa fuera quemada por desconocidos. Siete mil personas la vieron.

Durante los 80, Parra mantuvo esta posición. “Era como un torero que cada tanto le clavaba banderillas al régimen, con pequeñas cosas –recuerda Jorge Edwards–. En un acto sobre la libertad de expresión, leyó un texto que parecía sumamente subversivo, y resulta que era un decreto sobre la libertad de prensa de Bernardo O´Higgins. Esas cosas las hace mucho”.
Publicaría también un antipoema en homenaje al fallecido expresidente Frei Montalva y una nueva tanda de artefactos donde la postura política sería inequívoca: “Ayer de tumbo en tumbo / Hoy de tumba en tumba”. Aunque sin miedo a sonar imprudente: “De aparecer apareció / pero en una lista de desaparecidos”. Y también se defendía, otra vez, de ciertos ataques, como en este poema de 1983:

Yo partidario de la dictadura?
no me haga reír amigo Volodia
me desayuno con ese pastel
Ud. está tratando de tirarme la lengua
hágase su voluntad
hombre a hombre lo desafío
x intermedio de este poema
a discutir en serio los problemas de Chile
los problemas del mundo si le parece
para que vea los puntos que calzo
desempleo
tortura
autoritarismo
record mundial en contaminación atmosférica
algo que a Ud. lo tiene sin cuidado lo sé
como buen industrialista decimonónico
(…)
lo siento mucho camarada Bolodia
no soy yo
son Uds. los que se quedaron atrás

EL PARRA PERSEGUIDO

El compromiso de Parra con el proceso democrático ya era evidente, pero eso no lo libraría del sentimiento de persecusión que cargaba desde 1970, cuando el tecito con la Patricia Nixon lo puso donde menos quería estar.

De acuerdo a Sergio Parra, a fines de los 80, “vuelven todos los retornados del exilio, y Nicanor sabía que muchos le querían cobrar que él se hubiera quedado en Chile. Gonzalo Millán, por ejemplo, meses antes morir, dijo que tenía mucho rencor contra Nicanor porque no había salido al exilio, lo que para ellos habría sido muy importante porque Neruda no estaba vivo y Parra los dejó huérfanos en el exilio al no ocupar ese lugar simbólico contra la dictadura. Millán dijo esto en Buenos Aires cuando lanzamos una antología de poesía chilena, con Catalina Parra sentada en primera fila. Quedamos muy sorprendidos, lo dijo con mucho dolor”.

El testimonio de Fernando Quilodrán es coincidente: “Cuando yo llegué exiliado a Holanda, me llamó gente muy preocupada por la seguridad de Nicanor. Yo les dije que él estaba bien, y demasiado bien. Nos pareció ofensivo, porque el nombre de Nicanor figuraba a nivel internacional y si hubiera jugado un papel como Neruda habría sido muy importante, como gran poeta y como de hermano de Violeta Parra, que era conocida en todo el mundo”.

De aquí que, según Sergio Parra, “Nicanor apoyó la democracia como correspondía, hizo un par de cosas, pero después se replegó, tuvo mucho cuidado porque el debate no era de altura, era de ‘aquí vamos a cocinarlo vivo’. Él que lo acogió mucho y fue su contenedor ante esta ola, fue José Donoso. Donoso era una figura fuertísima entre los escritores, y él hizo el parelé. Si él lo hubiera abandonado, ahí sí hubiese sido complicado”.

Sólo Nicanor Parra sabe hasta dónde los persiguieron estos fantasmas durante, por lo menos, dos décadas. Adriana Valdés, entrevistada por Aldo Perán (cuya recopilación de archivos de prensa ha sido de gran utilidad para este reportaje), afirma que “Nicanor tenía mucho miedo durante la Unidad Popular, inclusive, de que atacaran su casa”. Temor que pudo alcanzar niveles insospechados según este relato de Leonidas Morales: “Cuando yo volví del exilio quise hablar con él y fui a un lugar donde él estaba invitado. Al verme, según me contó después, él no sabía qué hacer, porque pensó que lo iba a desconocer. Pero yo me acerqué y me abrazó. Se quedó en mi casa y en la noche planificamos una segunda parte para el libro de conversaciones. Las hicimos en La Reina, pero decía cosas que me ponían de mal humor y tenía que apretar los dientes para continuar. Decirme por ejemplo que él estaba en la lista del Plan Z. Me pareció una cosa tan ridícula… Era 1989, hasta un niño sabe que eso fue un invento para legitimar el Golpe. Pero él creía en eso”.

A manera de final feliz, Fernando Quilodrán cuenta que a comienzos de los 2000, siendo director de la SECH, se juntó en su oficina con Nicanor Parra. Y que según le contaron despúes, el antipoeta habría exclamado al retirarse: “¡Se murió Lenin: me aceptaron en la SECH!”.

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