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Cultura

28 de Noviembre de 2014

Alberto Fuguet, escritor: “Al final lo único que importa es que tu apellido sea adjetivo”

Acaba de reeditar Por Favor, rebobinar, su novela más arriesgada y menos exitosa, en la que quiso retratar la generación de los 90 marcada por la cultura pop. El autor de "Mala Onda" y "Missing" quiere saldar una deuda personal publicando una versión remixeada, sin mutilaciones y autocensuras como lo hiciera la primera vez. Acá habla del éxito, de sus miedos, de la crítica, de sexo y lo fuguetiano.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por
Alberto-Fuguet_FOTO_ALEJANDRO-OLIVARES


¿Por qué recuperar tu libro menos exitoso? ¿Cuál es la deuda que quieres saldar con la reedición?
-La literatura es memoria, no arqueología, y por lo tanto remasterizar un libro que considero cercano, que tuvo un parto complicado, me parece más que legítimo. Y lo hice para darme un gusto.

¿Qué gusto?
-Quizás me dieron ganas de tenerlo en mi repisa tal como siempre lo quise, eso es todo. Este es el año de ir cerrando cosas, supongo: y supongo que esa es la deuda, si es que hay una, que había que saldar: tener un buen lazo con todos los libros, darles a todos una misma oportunidad, aunque sea tarde. La deuda es personal. Un libro termina siendo un ente propio y siempre me dio pena que Por favor rebobinar tuviera que enfrentarse al éxito de Mala onda, a mis traumas, miedos y paranoias que hizo que, por un lado, la cercenara y, por otra, que no quisiera apoyarla en la prensa. Hoy en todo caso, da como lo mismo: no es necesario hacer lanzamientos y miles de entrevistas; un libro puede llegar a su público no solo dependiendo de su escritor y eso es un placer.

Por favor, rebobinar terminó siendo una novela maldita y mutilada. Y con autocensura y miedos que venían de ti. Antes de leer Instagram, el epílogo de esta reedición, te imaginaba menos pudoroso y menos tímido.
-De hecho ahora me arrepiento no haber sido más pudoroso pero es verano, ¿no? Y claro que esos temores venían de mí: un autor no pudoroso, sin miedos o dudas, no es un autor; quizás es un columnista estrella, un DJ, un exhibicionista, no sé… Uno trabaja con sus miedos y timideces para vencerlas. Esa es la gracia. Quizás antes era más traumado y tímido, pero una cosa soy yo y otra mis personajes y espero que todos los nuevos personajes que vengan tengan importantes cuotas de pudor, timidez, miedos y censuras; eso los hace complejos y humanos. Sino serían zorrones o chantas o posers.

¿Cuáles son los miedos que perdiste en estos 20 años?
-A las entrevistas…. Mmmm…. A ver… A ser observado, a que te pelaran, a que me escupieran en la feria del libro… A sentir que tu vida la manejan otros y no uno. Mal. Uno se acostumbra, además. Los años no pasan en vano. Siempre he pensado que la mayoría de los artistas se pulverizan por no tolerar todos los extras y no por su supuesta falta de calidad. Una cosa es saber boxear; y otra es mantenerte en el ring. Más que superar miedos, porque a veces puedo ser bien valiente y obsesivo e intenso, es entender cómo funciona la cosa. Si bien mis libros y películas son extremo personales, no son yo. Yo soy bastante más de lo que escribo o filmo o público. Antes me daba terror que me devoraran; hoy hay días que tengo que tratar yo de no devorar el mundo. Eso lo puedo controlar, lo otro no. Creo que eso: antes sentía que no tenía el control y que lo que me había tocado era una suerte de maldición. Hoy me siento el tipo más afortunado y ya no me parece ni vergonzoso ni maldito ser escritor ni ser yo. Podría ser cosas peores y podría ser gente peor. Conozco un montón de gente que desprecio, que me alegro mucho no haberme transformado en ellos. Insisto; he sido afortunado. Hago lo que quiero y eso es siempre mejor que hacer lo que otros quieren.

¿Cómo tomaste ese “fracaso” en una época que era muy exitista? Tenías quizá el peso de que Por favor rebobinar se convirtiera en bestseller…
-Supongo que con alivio. Creo que lo que quería lo conseguí. Quería pasar piola o más que eso: no quería que se transformara en un bestseller. Por lo tanto, lo que sucedió con Por favor, rebobinar era lo que quería que sucediera: que no pasara mucho. Y sigo en esa: me aterran los súper éxitos. Prefiero Música campesina que Se arrienda. Amo mis libros unders: Tránsitos, Apuntes autistas, Cinépata. Mi próxima película dura casi cinco horas porque quería hacer algo no estrenable quizás: no deseo arrasar en la taquilla, deseo arrasar con las emociones con la gente un rato. Ya capto que no sirvo para estar tan arriba de una ola; no la paso bien, no se me da el surf. Ahora el condoro fue que yo quería que Por favor, rebobinar llegara a algunos, no a todos. Lo triste en este caso, es que llegué a unos pocos o no tan pocos con un libro cercenado para intentar conquistar a los otros. Hoy no me interesan esos otros. Los pocos, he ido captando, no son tan pocos.

¿Todavía te preocupa lo que diga el cura Valente de tu obra? Él te destrozó en su momento.
-No me preocupa nada. Mi rollo no es con él como crítico, sino como cura: pudo haber tenido más piedad, pecó de orgulloso y se aprovechó de su edad, poder, posición social, posición mediática. Le faltó compasión y empatía, algo que delata su asqueroso cuiquerío. Acá me baja mi resentimiento social, uf, pero sí, soy algo resentido, lo que nunca es malo para crear. Lo que él hizo fue un abuso; se le pasó la mano. Yo sólo saqué un libro.

¿Alguna vez has hablado con él?
-Nunca. Para qué además. A la larga, si lo viera, luego de putearlo, tengo claro que tendría que darle las gracias y él sabe que yo gané la pelea: él dejó de hacer crítica literaria de libros nuevos y yo seguí. Una vez alguien me dijo que en una confesión o algo él estaba arrepentido. No de haberme herido sino de haber armado un escándalo cuando pudo quedarse callado y no pescar. Y ya para Por favor rebobinar había desaparecido y quizás se echó de menos su mirada. En general no me interesa hablar con curas, con gente del Opus y gente que ha hecho el mal o han sido cómplices. Por suerte nunca fui creyente y me criaron sin religión.

¿Le mandarás la reedición de Por favor rebobinar?
-¿Si le enviaría el libro? Nunca. Menos gratis. ¿Por qué? Que lo compre si es tan curioso como dicen. Siempre he sentido que si alguien se calienta o siente cosas o queda alterado con un libro mío, eso es como meter un gol. Bien. Calentarse con un libro o pajearse me parece un logro no menor por parte de un autor, pero uno tiene límites: me da entre lata o asco que curas lean libros míos y se empiecen a mojar o a tocar. Mal que mal, Mala onda y Por favor rebobinar están llenos de chicos jóvenes y ahora que lo pienso, quizás por eso odió tanto el cura mis libros. Esos primeros están pasados a testosterona teen (smell like teen spirit).

¿Por qué has generado tanta animadversión en algunos?
-¿Yo? ¿De verdad? No lo sé. ¿Por haber sido guapo y joven y tener un CI más allá del promedio?, ja,ja,ja. No tengo idea. Paso…A veces no quiero saberlo, la verdad. En todo caso, creo que ya fue: tú misma usaste el pasado y no el presente: generado y no generas. No quiero estancarme ahí, pero creo que la Zona de Contacto de El Mercurio no me ayudó, digamos, a conquistar fans en la militancia dura combativa. Luego Canal 2 o Rock and Pop, no sé. La cosa supuestamente cuica o ABC1. Mi lazo con el cine, con “el imperio”, con el inglés, con los medios. Con usar marcas como adjetivos o citar bandas o películas, algo que hoy todos hacen porque así es el mundo. Me río cuando me dicen que soy o escribo de ese mundo: se nota que nunca han ido a una fiesta así o han veraneado con gente así. Creo que haber debutado con una novela en que la familia del protagonista era pinochetista fue una mala idea. A la gente le gusta el blanco y negro, que todo quede claro; lo ambiguo inspira desde desconfianza hasta ira. En todo caso, peor sería sólo provocar odio o desconfianza y, espero que nunca me pase, ser oficial o ser amado por todos o ser el sabor del mes. Eso me parece el fin de un autor: ser del todo aceptado, institucionalizado, tener un puto busto, calle o sala VIP. Es la manera como el sistema coopta la diferencia y las voces disonantes.

¿Cuál es tu lugar en la literatura chilena?
-Me encantaría pensar que ayudar a que converse con el exterior. ¿Globalizarla? Tratar de legitimar lo pop, lo adolescente, lo liminal, lo diverso, lo visual; enfrentar el mundo “del barrio alto” no solo como un estigma. No sé. Tampoco creo que he hecho mucho por la literatura chilena. Sí creo que he hecho harto por mí. No sé: hay expertos para eso y aún falta ver qué hago. Quizás ser escritor y cineasta y no ocultar o avergonzarse por haber estudiado periodismo. Por ahí. Esta pregunta me complica, me da pudor. No sé: ¿darle espesor a una voz y mundos masculinos que no habían sido quizás tratados antes? No sé. Alguien va a leer esto y va a decir: tu lugar es en la basura.

Puede ser…
-Algún estudiante de Letras debe estar riéndose a gritos y vomitando. Ojalá que no, pero tienen derecho. Siempre me he sentido chileno, he intentado no solo hacer libros, sino literatura. Y me encantaría ser parte y tener un lugar en la literatura chilena y ojalá ser un pie de página en la latinoamericana. Es un deseo, para eso uno se esfuerza en parte. Pero no depende de uno. Ya tengo edad para ver cómo muchos han desaparecido y no digo porque han muerto sino que sus libros o su voz dejó de tener relevancia. Tengo conciencia que lo que importa es al final armar una “obra” que sea coherente y tenga voz propia. Que al final lo único que importa es que tu apellido sea adjetivo: esa es la meta. Me acuerdo que cuando Missing gustó mucho, me preguntaron varias veces si había madurado y lo que dije que fue que no: que los que habían madurado eran los críticos. Es un chiste pero tiene algo de verdad. Yo he madurado muy, muy poco. Acepto la crítica eterna: no crecer, ser un eterno adolescente. Adolezco, sí, pero más que nada es un agrado seguir siendo curioso e intenso y lleno de dudas y eso es lo que alimenta la creación. No se puede crear desde las certezas o desde una sensación de haber llegado.

Al editor Carlos Orellana le pareció poco literario Por favor, rebobinar. Te sugirió volverlo menos fuguetiano. ¿Qué cresta es lo fuguetiano?
-Una vez me explicaron que era por usar, abusar de las 3V: vodka, Vitara, Vitacura. Pero no creo que sea cierto. Se puede resumir en que era importante dejar claro que lo que yo hacía era literatura y eso era lo que se tomaba en serio; fuguetiano escribir de mi mundo, con mi voz, con mis tipos medios perdidos y al borde, cuando uno perfectamente podía impostar la voz y hablar de otros temas. Pues no podía. Aún no puedo; cada día siento que afino mi voz y es la misma. Crece y se espesa, espero, pero es la misma. La anécdota es que Por favor, rebobinar le pareció un disco y un disco no era literatura. Quizás antes se sentía eso. O luego otros me han dicho que parece cine. Pues yo deseo juntar los tres. Y se lo dije a alguien: envidio- lo que no es cierto, claro- a aquellos autores que no tienen identidad y que son capaces de escribir de temas que no le interesan. Yo, por la puta, no puedo.

LOS 90

Tenías 30 cuando escribiste Por favor, rebobinar. ¿En qué parada andabas?
-Creo que me parecía un poco a la suma de los personajes de Por favor, rebobinar. Era en extremo arisco, desconfiado y depresivo. Creo que estaba apretando pauta luego de haber rebobinado hacia mi pasado. De ahí salió el libro. Transformarse en un apellido o en un “personaje” no estaba entre mis planes. Supongo que estaba esperando que llegaran tiempos mejores. Y empezaron a llegar: claramente. Y por eso luego de Tinta roja, novela que escribí para demostrar que podía no ser fuguetiano, me dediqué a leer, viajar y prepararme para rodar películas. Y ahora ando cerrando esa etapa y capto que prefiero ser escritor. En todo caso, los 90 fueron una buena época y la defiendo: es mejor vivir en país mutante, con una democracia imperfecta y nueva que durante los 80 y una dictadura perfecta. La obsesión por los 80 me supera; quizás viene de la idea de creer que todos pudimos ser héroes pero no está entiendo bien, el tema de Bowie, creo.

¿Cómo ha cambiado Chile desde que escribiste Por favor rebobinar? ¿Te gusta el Chile del 2014 o no?
-Sí, bastante. Más que el de 1994, más que el 84 y más que el del 74, claramente. No sé cómo responder sin entrar a parecer un columnista o analista, no soy Ascanio Cavallo. Parte de mi interés en crear y, de paso, retratar a Chile -que es lo que siempre he hecho- es justamente no ser capaz de resumir en un hito todos los cambios, la energía, la onda y básicamente en cómo ha surgido un nuevo Chile, más libre, menos atado al pasado, un país de meritocracia donde se ve vida, cambios, errores, y una extrema sensación de libertad interna y empoderamiento. Acá, a pesar de todo, está todo pasando y eso creativamente es un regalo. Cada vez que viajo y regreso, siento que estoy llegando a algo cercano al paraíso: una selva caótica pero, puta, que es viva y que cambia. Y eso que todos los valores se están cuestionando y todo muta y tanto cambio de piel, hace que este país sea privilegiado.

En una entrevista en El País, te preguntaron si te identificaban con la izquierda o la derecha, a lo que respondiste: “Centro hacia izquierda, pero la estética izquierdista no me gusta…. pero también soy neoliberal”. ¿Por qué no te gusta la estética izquierdista?
-A veces son cosas más estéticas: prefiero el New Wave inglés que la Trova Cubana. Quizás no es más que un trauma no superado por haber pasado cuatro años en la Escuela de Periodismo de la Chile entre maoista, la Jota y gente cartucha, moralista, inculta e intolerante. Escucho a Silvio y no lo paso bien.

¿Por qué no?
-No lo sé: ¿escuché mucha radio Concierto en los 80? Creo que me gusta más la música de Silvio que los fans de Silvio. Lo mismo me pasa con Neruda. La poesía no es lo mío. Pero sí: soy medio torpe con las metáforas y no creo en unicornios… Pero, claramente, me siento progresista pero no necesito andar ufanándome. No creo que el arte sea para ayudar, enseñar o que deba ser comprometido más que con el que lo hace. Si esa pieza luego remece, lo hará por eso: por la conexión individual. Creo que a la gente no le gusta que les digan lo que tienen qué hacer. Un ejemplo de una estética y una moral progre-buena-onda, que perfectamente puede pasarse al otro lado, es lo que ocurrió con la alcaldesa progre de Providencia que quiere defender el bien común pero coarta libertades personales y de empresarios chicos.

¿Te gusta cómo lo está haciendo Bachelet?
-Como novelista, ver lo que le está pasando a Bachelet es fascinante. Y conmovedor: A la larga me parece tan trágico como épico: lograr de nuevo lo que se quiere y captar que no necesariamente lo que quiero es lo que quieren los demás. Me pareció triste y complicado eso de ganar sin competir y que ella sintiera que lo que importante no es tanto el futuro, sino borrar su gobierno pasado, el cual a mí al menos me pareció bien. En todo caso, for the record, aunque no tengo por qué contarte, voté por Velasco y luego Bachelet. Y no me arrepiento porque, con todo lo que está ocurriendo, lo que creo que sucederá es que saldrán movimientos menos ligados al pasado y menos bipolares. La centro izquierda o la centro derecha que se liberalice tiene ahora una gran oportunidad.

Votaste por Velasco. En cierto sentido, Velasco es muy fuguetiano.
-Es un buen personaje literario. No sé si sea fuguetiano; no creo que él quisiera que lo tildaran así. Lo que necesita es ser más velasquiano para ganar. Pero claramente tenemos una historia parecida. Espero ansioso su biografía. Ha escrito novelas, creo que no es lo suyo, pero es un tipo súper culto y leído y sus memorias de no ficción quizás lo podrían hacer ganar, tal como le ocurrió a Obama.

¿Por qué no tienes tuíter ni Facebook considerando que es el mundo que siempre imaginaste?
-No sé si lo imaginé. Yo me imaginé el futuro más como Los Supersónicos. Pero tampoco soy análogo. Tengo wifi, whatsapp, mails, googleo y no sé qué más. Lo que pasa es que no tengo un perfil de redes sociales ni practico el exhibicionismo de las redes sociales. No me interesa.

¿Por qué no?
-Me da pudor y quizás es de tímido. Ahí denoto mi edad, pero no fui criado para compartir todos mis sentimientos, comidas y no sé. Me complica cuando uno ve como la gente explota fiestas íntimas, hijos, enfermedades, aniversarios, tortas, idas a bares… como que todo es lo mismo: yo creo que revela una profunda soledad, por un lado, y por otro, un deseo de figurar que deja a la palabra arribista en el suelo y le da un nuevo significado al término necesitado o needy. A lo que más accedo es a Instagram y a Twitter, y a twitter para usarlo vía la aplicación Pocket para leer artículos. Las redes sociales tienen algo de redes y te pueden atrapar… Cada vez siento que hay menos tiempo y no quiero perderlo en pantallas. Prefiero leer, hacer deporte, ver películas, tener contacto real y no sólo mediatizados.

¿Qué estás leyendo?
-Más no ficción que ficción, la verdad. Acabo de terminar de leer la inmensa biografía de García Márquez y quedé fascinado. Estoy releyendo harto: Donoso, Carlos Fuentes, Isherwood, los cuentos de David Leavitt. Estoy empezando la biografía de Agustín Edwards. En Filsa compré algunos libros de escritores jóvenes. Anoche terminé Canciones punk para señoritas autodestructivas de Daniel Hidalgo y me encantó. Sentí que ingresaba a un nuevo Chile, donde hay muchas carencias pero mucho desparpajo e ironía. Me pasó lo mismo con Eslovenia, de Esteban Catalán, que puede ser tildado de literatura urgente y que debería ser mucho más conocido y leído.

Para finalizar, tanto en Por favor, rebobinar, como en otros libros, el sexo no parece ser el móvil en tus novelas. ¿Por qué?
-No sé. ¿Falta de experiencia?, ja, ja,ja. No me queda tan claro. Más bien creo lo contrario. El sexo siempre es tema, incluso cuando no es tema. Siempre está y no estar explícito no implica que no esté por debajo, que me parece más sexy. Las novelas horny tienden a ser poco hornys. A veces uno se topa en la red con relatos mejor escritos y no me deja de llamar la atención. Con excepciones, nuestra literatura es más bien cauta y poco lubricada. El Boom es poco sexy. Puig es sexy pero son pocos. Yo creo que el sexo tiene su lugar, pero no debe abarcarlo todo; como tampoco me atrae mucho la idea de ser un escritor con un adjetivo que no sea el de mi apellido. Lo importante es siempre escapar de las etiquetas y ser lo más híbrido. No me gustaría ser conocido por eso tampoco.

¿Por qué no?
-El sexo no debería ser uno de los grandes temas, sino más bien debe ser parte de una trenza mayor. Lo mismo me sucede con el tema político o de denuncia. La idea que la gente tira mucho es un mito; no compito con Cincuenta sombras de Grey. Tampoco soy Henry Miller, Bukoswski o Anäis Nin. Quizás no se me da o soy malo para describir o soy un poco pudoroso, no sé. O no he logrado excitarte. Mal. Sorry. Igual no creo. Mala onda tiene una escena de sexo semi célebre con Calorub y mis personajes tienden a masturbarse mucho: ¿acaso eso no es sexo? En Missing escribí una escena entre mi tío y un marinero que a algunos les llamó la atención y que además de erótica, creo que es íntima, y al final lo sexy es cuando se logra crear intimidad y complicidad y onda vía las palabras o filmando escenas que no son necesariamente escenas de sexo. Andar en bici de noche me parece ultra sexy.

¿Qué tiene de sexy andar en bici de noche?
-Sentir el viento fresco en tu piel, sentir que eres dueño de la calle, que eres libre y vuelas… me parece sexy. Da placer. Creo que todo lo que da placer es como sexy. Como responder estas preguntas. Puede ser sexy. Coquetear es sexy. En Por favor, rebobinar recuerdo que hay bastante o al menos hay tensión, pulsaciones, energía. Al menos recuerdo haberme calentado escribiéndolo, pero eso tú no lo sentiste ni lo viste, qué puedo hacer. Hay un roquero que acaba arriba de una groupie, un dealer se mete al baño con una mina y usan cocaína, hay un seudo incesto entre dos hermanos hombres, hay un trío de dos amigos y una chica donde no está claro cuáles de los vértices es el más intenso. Igual es complicado escribir de sexo porque estás siempre cercano a lo porno o a lo siútico, y ambos son lugares que deseas evitar. En el mundo anglo, hay unos premios a las peores escenas de sexo en literatura del año. Hace unos años ganó Phillip Roth. Este año están entre los candidatos Murakami y Cunnigham. Y en efecto: es un terreno peludo, digamos, y hasta los grandes caen. Pero me gustaría pensar que sí hay energía y tensión sexual en mis libros. Espero que en los que vengan haya más. De hecho hay más. Hoy con estos calores escribí una escena media horny. Terminé sudado y… Nada. Veamos.

Alberto-Fuguet


POR FAVOR, REBOBINAR
(Edición Aniversario 20 años remixeada)
Alberto Fuguet
Editorial Alfaguara
396 pág.

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