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Cultura

16 de Enero de 2015

Crítica: Gente nada especial

Los relatos que componen “Eslovenia” (2014), de Esteban Catalán, se alejan de la estética y los temas abordados por la novela social clásica; empero, se ocupan con absoluta lucidez de la vida psicológica y social de una clase que en Chile, sin duda, es la más grande y abarcadora. Hablo de la clase media-baja o […]

José Bodhi-Shavuot
José Bodhi-Shavuot
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Eslovenia

Los relatos que componen “Eslovenia” (2014), de Esteban Catalán, se alejan de la estética y los temas abordados por la novela social clásica; empero, se ocupan con absoluta lucidez de la vida psicológica y social de una clase que en Chile, sin duda, es la más grande y abarcadora. Hablo de la clase media-baja o clase media-empobrecida, un segmento socioeconómico al que pertenece una mayoría categórica en nuestro país, pero que, sin embargo, carece de voz en el escenario de lo público. Curiosamente, la literatura suele abocarse a criticar la clase alta, vindicar los atributos del proletariado, o instalarse desde una clase media educada y profesional. Los protagonistas de los cuentos de “Eslovenia”, en cambio, no han estudiado o lo han hecho en institutos de cuestionable calidad, por lo que, de todos modos, deben trabajar como cajeros en alguna tienda al detalle. De ahí que sus barrios nos queden resonando, aun cuando sean de las comunas donde, de acuerdo a las estadísticas, viven casi todos los santiaguinos: Estación Central, Maipú, Cerrillos, La Florida, Lo Prado, Conchalí, Independencia, Recoleta.

El primer cuento, “Libro de ilustraciones”, es paradigmático en este respecto. El protagonista transita por las comunas mencionadas dando el tono exacto a una subjetividad –lo que se acentúa por ser en primera persona– a un tiempo aspiracional y resignada. Esa subjetividad intuye otros mundos, otras vidas, más sofisticadas y placenteras, pero no es capaz de salir de las condiciones objetivas de relativa marginalidad en que nació y, probablemente, en que morirá.

Sobre el punto dice: “Ser un tipo nada especial tiende a ser desilusionante. Cuando se viaja en micro, cuando intentas pensar en alguna cosa especial o en las mujeres que sí son especiales. No es común que a uno le sucedan cosas especiales, digamos en un día común, salvo las tres o cuatro cosas que pueden pasar en un año y después puedas recordar”.

Este primer cuento determina la lectura de todo el libro, y lo hace de un modo favorable. Las dosis de perversidad, mediocridad y falta de horizontes, son justas, y se muestran con la mirada de quien las experimenta como lo normal, lo común, lo cotidiano. En esta historia un joven hace grabaciones obscenas de mujeres en la vía pública. Dicho joven tiene estudios en un instituto que no promete cambiarle la suerte a nadie, del que queda endeudado por su titulación y que, a fin de cuentas, no evita que trabaje como cajero en una tienda de materiales de construcción, con un sueldo risible. El texto alterna esta anécdota con reflexiones sobre un buen libro de ilustraciones y la descripción concreta de uno, cuyo siniestro desenlace es un eco del que tendrá el relato principal. Las claves de este cuento (los barrios, el oficio del protagonista, la imagen del padre) volverán en prácticamente todos los textos que siguen a continuación.

Los temas que el autor escoge tratar son muchos y siempre bien elaborados. Sobresalen la relación padre/hijo (“Te gustan las rubias” y “Podrías escribir un cuento sobre música”); las relaciones de pareja, con el traumático episodio de la interrupción del embarazo en algunos (“Fiesta”, “Verano” y “Cuento de Geraldine”); la precariedad y los abusos a que son sometidos quienes están en una clase social todavía más deprivada y vulnerable que la media-baja (“Una flor de género cosida”, “Ayuda social” y “Rinconada”).

También refulgen esos lugares otros, la heterotopía santiaguina. Así, un joven opta por no ir a la fiesta que harán sus excompañeros de liceo para dirigirse a un topless, uno de esos “lugares fantásticos con mujeres bamboleándose a las tres, cuatro de la tarde”. Otros personajes se ganan la vida vendiendo pasta base en una población, juegan un campeonato de baby fútbol en una multicancha hasta altas horas de la madrugada, beben y ven pornografía en casas derruidas.

“Eslovenia” presenta atmósferas acabadas donde, a veces, apenas es necesaria una historia mínima y nada singular como excusa. Por ello, muchos relatos se despachan en tres o cuatro planas. Estas miniaturas recuerdan, sobre todo por la prosa (exacta, de arquitectura perfecta y lenguaje cuidado, bien construido), las novelas de Mario Bellatin. Quizás estos narradores parezcan más ingenuos, infantiles, pero de todos modos se atreven a contar lo sórdido con naturalidad y sin recato.

Con todo, el volumen de Esteban Catalán es una obra lograda en todos los aspectos de la escritura, hecho aún más relevante si pensamos que es la primera entrega del autor.

“Eslovenia”
Esteban Catalán
Montacerdos ediciones, 2014, 126 páginas

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