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Opinión

13 de Febrero de 2015

Rolando Jiménez recuerda sus años en la lucha armada contra la dictadura y su alejamiento del PC

El líder del Movilh habló sobre su paso por la Unidad de Combate del Partido Comunista, colectividad de la que se retiró cuando su orientación sexual fue tema al ser considerado para el cargo de secretario regional de la Jota. "No sé qué habría pasado en mi cabeza si me hubiese echado a alguien", dijo sobre su experiencia "en combate".

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Antes de convertirse en el líder del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), Rolando Jiménez fue uno de los jóvenes combatientes clandestinos que buscaron por las armas la caída de Pinochet, cuando tras un frutado intento de reclutarse en las fuerzas revolucionarias de Nicaragua, en 1983 ingresó a la Unidad de Combate del Partido Comunista, formada por militantes de la Jota que recibían entrenamiento paramilitar.

Encabezando un grupo que no superaba los 25 años, entonces realizó su primer golpe en La Pincoya, atentando contra la casa de un colaborador de la CNI que vivía en el barrio. “Queríamos solo darle un susto al huevón”, recordó en el relato que hizo en El Dínamo, oportunidad en la que fue el encargado de prender la mecha. “Fueron como 10 fósforos, porque estaba más nervioso que la cresta. Hasta que logré prender la mecha y salimos raja”, contó sobre una bomba que nunca explotó. “Habíamos dejado la mecha muy larga”, agregó riendo.

Si bien recibió clases de inteligencia de guerrilla, estrategia, y de uso de fusiles y sub ametralladoras, Jiménez contó que solo en una oportunidad ocupó un arma de fuego, en particular un revólver calibre 22 en medio de una protesta.

“Yo estaba cuidando a un equipo de la Jota que tenía que hacer unas barricadas y llegaron los pacos. Estábamos en avenida Recoleta, y ya no había posibilidad de que los cabros se fueran, así que para que los pacos no siguieran avanzando, utilicé el arma. Le pegué un par de balazos al furgón y los pacos apretaron cuea”, dijo al medio digital.

“Afortunadamente siempre he dicho que no sé qué habría pasado en mi cabeza si me hubiese echado a alguien, creo que es un asunto muy complejo. Yo sabía que esa posibilidad existía, y estaba dispuesto a correr los riesgos. Son cosas que uno no elabora mucho, la adrenalina contra la dictadura era muy fuerte”, agregó.

Cambio de trinchera

Al final de la década de los años 80′ Jiménez comenzó a sentir la discriminación al interior del partido por su orientación sexual, lo que impidió que fuese promovido a secretario regional de la Jota cuando lo consideraron para el cargo. “No podemos elegir un maricón como dirigente, si sale, estamos cagados”, escuchó que decían unos compañeros sobre él.

Sobre todo para los militantes más viejos, “la homosexualidad era una desviación más del capitalismo. Era tan perverso el capitalismo, decían, que hacía que los hombres cansados, aburridos y hedonistamente, se metieran con otros hombres. Porque el capitalismo era la degeneración máxima”, explicó.

El episodio, que ocurrió en una cabaña donde se desarrollaba el octavo congreso de la Jota, marcó el fin de su militancia en el PC. “Estuvieron conversando de una manera feroz, perversa al respecto. Así que me bajé de la cama, agarré mi mochila, una radio que había llevado, crucé por entremedio de ellos y me fui. No volví a militar nunca más”, contó.

“Yo diría que la lucha contra la homofobia es más compleja que la lucha contra la dictadura. Porque en la lucha contra la dictadura el enemigo estaba clarito (…) Pero la lucha contra la homofobia tiene que ver más con las cabezas, la cultura, una cultura de 400 0 500 años que dice que la homosexualidad es peligrosa, pecaminosa, enferma, que viola niños (…) Para mi es el mismo grado de intensidad, las mismas ganas que en la lucha contra la dictadura”, concluyó en su relato.

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