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7 de Abril de 2015

El ladrillo de Sergio De Castro

Se le conoce como el ideólogo de sistema económico chileno. Se convirtió en asesor un día después de instalada la dictadura, y luego fue ministro de Economía y también de Hacienda. Llegó allí por liderar a los Chicago Boys, un grupo de economistas egresados de esa universidad que participaron de la creación de un programa económico que José Toribio Merino le encargó en secreto al empresario Roberto Kelly. De los apuntes que tomó en esos debates, nació El Ladrillo, una especie de biblia que reúne las máximas del libre mercado. A 41 años de su creación, De Castro analiza la vigencia de su obra y los cambios que han ocurrido en Chile, en momentos en que el desprestigio de la política, los abusos empresariales, las manifestaciones sociales y la desigualdad, tensionan el modelo.

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Sergio de Castro camina desde su pieza al living con un tesoro entre sus manos. Hace unos días se encontró con una carpeta que creía extraviada, un manojo de páginas amarillentas que contienen “los planos” del sistema económico. Bajo una mica opaca, una hoja de roneo con el título escrito a mano: El Ladrillo.

-Este es el libro perdido –dice, lanzando sobre el comedor un ejemplar del informe económico que dio origen al sistema de libre mercado, instaurado en Chile durante la dictadura.

De Castro repasa el texto con una lectura veloz. Se detiene en el prólogo. Allí se explica que este libro surgió a partir de una serie de reuniones que un grupo de economistas, egresados del doctorado de economía de la Universidad de Chicago, tuvieron a partir de 1973. En las vísperas del golpe de Estado, el comandante José Toribio Merino le encargó al marino y empresario Roberto Kelly, que reclutara a un grupo de economistas para que idearan un programa económico. La casona de Suecia 286 se convirtió en el centro de operaciones de los debates, por donde pasaron académicos como Pablo Barahona, Álvaro Bardón, y Manuel Cruzat, todos egresados de Chicago. Años más tarde, el lugar se transformó en la actual sede de la UDI. Los apuntes de De Castro dieron origen al libro: “La mayoría son independientes, pero todos se agrupan en el sector democrático y no marxista del país”, dice la primera línea que aparece subrayada.

De Castro, apodado el “arquitecto” del sistema, no tiene la copia original de esos planos. Recuerda que una secretaria los transcribió a máquina y que estas hojas mimeografiadas se convirtieron en una versión preliminar apurada por el golpe, tal como queda en evidencia en la última página: “documento transcrito en ODEPLAN, septiembre de 1973”.

El mamotreto, bautizado como El ladrillo por su espesor físico, comenzó a circular al día siguiente de la muerte de Salvador Allende. No pasó mucho rato en que una copia llegara a manos de la junta militar. El 14 de septiembre, el economista de 43 años figuraba frente a José Toribio Merino, quien en una rápida investidura le comunicó que desde ese momento se convertía en el asesor del ministro de Economía, el general Rolando González, oficial de caballería que durante las últimas semanas del gobierno de Allende, había asumido como ministro de Minería, materias las que el uniformado sabía muy poco. La primera vez que se juntó con él, González llevaba una copia de El Ladrillo bajo el brazo, el origen del sistema puesto sobre medio kilo de papel. En esa reunión, De Castro sugirió la primera medida: liberar los precios, página 73 del manual.

***

Sergio de Castro nació en Santiago el 25 de enero de 1930, pero pasó gran parte de su infancia en Oruro y luego en La Paz, en Bolivia, donde su padre tenía negocios mineros. Desde chico quiso ser abogado, pero cambió de opinión cuando un amigo de su papá le dijo que los abogados salían por montones debajo de las piedras, y le dio un folleto de la carrera de economía, en la Universidad de Chile. De Castro se matriculó en 1951, pero los paros y las protestas lo llevaron a cambiarse a la Universidad Católica al año siguiente. La nueva escuela tenía otro problema: los programas académicos eran retrógrados. Tenía cursos absurdos, como la clase de merceología, en la que se estudiaba todo lo relacionado con la economía doméstica. Para ese ramo llegó a averiguar por qué el precio de tomates valía más caro en el almacén que en la feria. En 1954 un cambio de decano derivó en una actualización de los planes de estudio, y al año siguiente la facultad firmó un convenio con la Universidad de Chicago, para crear el Centro de Investigaciones Económicas. En ese año llegaron cuatro investigadores para iniciar el programa. De Castro fue elegido entre todos los alumnos para recibir a los académicos en el aeropuerto y ayudarlos en lo que fuese necesario. Ahí conoció a Arnold Harberger, profesor que se convirtió en el director del instituto de Chicago y que lo motivó para que fuera a Estados Unidos a hacer una pasantía. En 1956, luego de más de medio siglo después que John Rockefeller fundara la Universidad de Chicago en 1890, Sergio de Castro se convirtió en el sexto chileno en pisar esa escuela de economía. Lo que vio allí cambió su vida y el 11 de septiembre de 1973 su nombre se posicionó como un tipo al que los militares debían escuchar. Al año siguiente se convirtió en ministro de Economía. Desde ese cargo comenzó a construir el sistema.

-En un comienzo, todos los empresarios estaban convencidos de que iban a quedar en la bancarrota. Ellos querían un modelo protegido y nosotros estábamos liberando todo. Hubo muchos que fueron a ver a Pinochet y le decían: “pucha, estos chiquillos van a quebrar Chile”.

PINOCHET LENTES

En ese tiempo esto asomaba como un experimento.

Esto no fue un experimento. Desde el punto de vista de la ciencia económica, esto no era una novedad. En 1776 Adam Smith ya había dicho que la libertad era la mejor manera de organizar los recursos productivos de una nación.

¿Fue muy compleja la instalación del sistema?

Allende dio las mejores lecciones de economía sobre lo que no había que hacer. Después de eso quedó el camino libre: sin Allende no habría existido Pinochet, y sin Pinochet no habría existido el libre mercado.

¿Cómo la dictadura ayudó a que este sistema se instalara? ¿Habría sido posible hacerlo en democracia?
Pero por supuesto. En los países en los que se ha instalado el libre mercado no son países en dictadura.

¿Qué es para usted Pinochet?
Le tengo gran admiración. Creo que hizo una gran labor por Chile. Si no hubiera sido Pinochet el que tomó el mando, la cosa se hubiera ido para otro lado: no había otro capaz de entender lo que él entendió.

¿Qué siendo militar haya optado por el libre mercado?
Justamente, no me imaginé que eso iba a pasar. Esa es una cualidad personal de él.

¿Cómo se logró cambiar la mentalidad de los empresarios?
En el camino se fueron dando cuenta de las bondades. Ahora, dentro de los empresarios hubo algunos que nos apoyaron.

¿De qué manera las privatizaciones dieron origen a una nueva elite?
A las empresas que habían sido intervenidas nosotros les llamábamos usurpadas. La Corfo empezó a devolver las empresas en las que no había contrato de compra, y vendimos y rematamos las que habían sido compradas por la Corfo.

A un precio muy bajo.
A ver, ¿cuánto vale una cosa que está dando pérdidas? Nada. A muchos habría que haberles pagado para que las recibieran. Después de eso, surgieron fortunas y quiebras. Entró gente más joven al sistema, con otra mentalidad. Los empresarios se transformaron en tipos competitivos.

Se dice que las privatizaciones se convirtieron en el saqueo de Chile.
Siempre va a ser presentado de esa manera. Cuando se traspasaron las empresas hubo gente que no las quería, dueños que no iban a correr el riesgo. Pasó el tiempo, y la gente piensa que al fulano que le fue bien, es porque esta hueá se la regalaron, pero en ese momento en que se hizo el “regalo” el que está criticando podría haberse quedado con una empresa si hubiese dicho “yo”. Si uno pagó 100 pesos, y si otro creía que esto era tan buen negocio, debería haber ofrecido 101 y se queda con ella. Nosotros no aceptamos devolver empresas que habían sido vendidas al Estado, aunque sabíamos que se las habían robado.

***

Cuando el tribunal formalizó los cargos contra los dueños de Penta, De Castro se pasó pegado a la televisión los cuatro días que duró la audiencia. Aunque conoce a “Los Carlos” desde que él era profesor en la Universidad Católica y ellos alumnos de ingeniería comercial, el economista no tiene idea que en su citación a la fiscalía, Carlos Eugenio Lavín lo mencionó: “Soy ingeniero comercial de la PUC en los años en que llegaron como profesores, los que después serían conocidos como los Chicago Boys. Mis profesores fueron Sergio De Castro, Rolf Lüders, y Cruzat”, fue lo primero que dijo el controlador de Penta, como si en esta acusación también estuvieran en juego los principios.

-Estoy súper confundido –dice De Castro, mientras entrecruza sus dedos. Luego explica el caso Penta como un mal negocio con consecuencias nefastas:

-Los empresarios evalúan el riesgo, predicen el futuro. Por ejemplo, si tú tienes una actitud que te genera el 90% de morir, es obvio que ni cagando haces esa cosa. En la audiencia dijeron que Penta había dejado de pagar el 5% de los impuestos. Si eso es verdad, es demencial que gente tan importante ponga su prestigio en la palestra por una cosa tan baladí. Si vas a ganar el doble, pucha ya, a lo mejor. Pero así como está, no le encuentro ninguna lógica –explica.
El fiscal dijo que no era poco, de hecho presentó a Penta como “una máquina para defraudar al fisco”.

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No creo. El abogado de Penta dijo que ellos habían pagado impuestos y el fiscal después no contradijo eso en la Corte de Apelaciones. Pero bueno, no entiendo por qué alguien hace una cosa así. Puede ser porque la impunidad acarrea el desprecio de la ley. Quizás empezaron con poco y se fueron entusiasmando, y luego la cosa se instituyó. Hay que saber también el grado de participación, porque entre Délano, Lavín y Bravo se echan la culpa.

El fiscal decía que las boletas ideológicamente falsas era una práctica habitual en la empresa, que desde las esposas de los controladores hasta la señora del júnior daban boletas para justificar gastos.

Te lo repito, no me calza. No sé quién hizo este mecanismo, pero si estuviéramos hablando de que con este sistema Penta disminuyó a la mitad sus impuestos, yo diría bueno, quizás para ellos valía la pena correr el riesgo, pero como es tan poco, esto me tiene realmente confundido.

¿Son un peligro para la sociedad?
No me parece. Es imposible que se escapen o que vayan a generar una nueva red. Me parece más lógica esa teoría que dice que los jueces de garantía castigan anticipadamente cuando saben que la pena final no será de cárcel. Para que al menos lo pasen mal un rato.

¿Le parece desmedida la prisión preventiva?
Tal como está la ley, esto aparece como un poco exagerado. La sociedad no está en peligro porque estos gallos anden afuera.

En la audiencia de formalización el fiscal habló varias veces de corrupción…
Corrupción es si tú das plata y obtienes una actitud diferente que si no la dieras. Pablo Wagner, por ejemplo, no iba a cambiar. Le dieran o no le dieran, él iba a pensar lo mismo.

Su hija Coca de Castro, ex jefa de campaña de Pablo Zalaquett, se ha visto involucrada en el caso Penta . ¿Cómo se lo han tomado?
¿Por qué habría de afectarme? Yo sé que ella no ha hecho absolutamente nada que sea ilegal y que ella nunca daría una boleta.

Usted fue director de Soquimich, ¿qué opinión tiene de Julio Ponce Lerou?
Es un tipo muy inteligente, brillante.

Sigue pensando lo mismo después de verlo vinculado a tantos escándalos.
Bueno, uno no sabe por dónde transitan las personas, la gente cambia. A Ponce Lerou lo conocí cuando trabajaba en la Corfo y muchos años después me invitó a ser parte del directorio.

De él se dice que su fortuna la hizo sólo por ser yerno de Pinochet.
No sé. Era un gallo muy inteligente para los negocios. En el tema del salitre viajó por todo el mundo, se consiguió tecnología, capitales, mercados, un tipo trabajador.

¿Podría haber sido lo que es, si no hubiese sido yerno de Pinochet?
Yo creo que sí.

Ahora, además, se lo está investigando por la entrega de dineros a las campañas políticas.
No puedo decir ni sí ni no, porque no me consta.

Ya han aparecido boletas y se especula que la Nueva Mayoría sale muy mal parada. ¿Cómo es posible que se haya dado esta relación tan estrecha entre el yerno de Pinochet y quienes sacaron al dictador?
Si alguien va a pedir plata para una campaña y se la dan, a ese candidato no le importa quién está detrás del dinero. El dinero y la simpatía generan vínculos. Todo esto que ha pasado con Penta, Soquimich, los polleros coludidos, Caval y La Polar, le hacen mucho daño al país, porque desprestigia el sistema. Estos casos permiten que surja la demagogia.

¿Existe una sanción social para los empresarios que cometen delitos?
Yo viví en Perú y Bolivia. Allá uno escucha comentarios: “fulanito, hizo esta hueá”. Bueno, y fulanito no era invitado a ningún lado, y al tiempo fulanito desaparecía del círculo. Antes, como en la década del 50, los empresarios ni siquiera pensaban hacer una cosa así.

En la época en que importaba la palabra.
La palabra y la reputación. Pero parece que el mundo se ha mercantilizado y tener fortuna es más importante que tener reputación. Ha habido un relajo bastante grande en la sociedad. Esto es lo que no entiendo, este caso es más para la siquiatría que para la economía.

***

Los escándalos empresariales le parten la cabeza a Sergio De Castro. Cree que en ellos radica la destrucción del sistema y que el libre mercado es libertad, pero solo para actuar bajo las reglas del juego. Cuando alguien se pasa de la raya –dice- todo se distorsiona. Adam Smith, el filósofo escocés al que siguen los Chicago Boys, ya lo había dicho en el siglo XVIII.

-Smith creía que la naturaleza humana era esencialmente egoísta y que esto generaba una fuerza que si se ocupaba bien, llevaba al ser humano a hacer el bien a otros para poder beneficiarse él. Sin embargo, por ese mismo interés egoísta, el ser humano podía hacer cosas no muy santas. No estoy seguro de que esto sea textual, pero ya en esa época, Smith advirtió que “los comerciantes solo se reunían para subir los precios”.

La colusión.
Exacto, los tipos se reúnen para eso. La colusión es un delito, no debiese hacerse. Ahora, la ciencia económica hace mucho tiempo que encontró la solución para los monopolios, y eso es la fijación de precios. ¿Cómo se hace? Al costo marginal. Eso lo tiene que hacer el Estado, porque el monopolista tiende a fabricar un nivel de producción menor que el óptimo social, porque con eso restringe calidad y sube el precio.

¿Cómo se combate la colusión?
Como a los empresarios les gustan las utilidades, lo mejor es castigarlos quitándoles lo que ganaron y aplicándole una multa que sea varias veces lo defraudado. En Estados Unidos es cuatro a uno: pagas lo que ganaste y además una multa de tres veces ese dinero. La cárcel, si el caso lo amerita, también es una buena medida. Acuérdate de Bernard Madoff, le dieron 150 años, debería nacer de nuevo para pagar su condena. Si hace 15 años, nosotros le hubiésemos dado una condena importante a alguien que hubiese cometido fraude, te aseguro que los desfalcos hubieran bajado, porque la impunidad genera el desprecio de la ley.

¿Nota algún grado de enfermedad en nuestra sociedad por este ánimo desmedido de hacer dinero?
Esta es una cosa que me parece que antes era menor.

¿La codicia?
La codicia, la ambición, la competencia, no sé. Eso se nota en el nivel de ostentación y gasto.

El dinero se ha vuelto atractivo porque el mismo sistema dice que es importante tener dinero. ¿El libre mercado ha generado ese ánimo desmedido?
Me queda grande la pregunta. Yo creo que en todas partes la gente trata de ganar más y eso es algo humano, pero no cabe duda que a medida que hemos ido creciendo en riqueza, los cánones morales se han ido aflojando un poco. Acá la única solución es que el Estado debe tener penalidades importantes, dientes para morder.

¿Tiene dientes el SII para ir tras los grandes evasores?
En Estados Unidos, a toda la gente que hace este tipo de cosas lo pillan. Se demoran, pero lo hacen, porque tienen sistema, hay gente que investiga, mandan órdenes para conseguir información en otros países y en paraísos impositivos. Ellos están encima, pesquisando, hay un método para perseguir. Ahora, también cometen errores, como todo esto que pasó con la crisis subprime, donde por no mirar bien se les pasó el chancho entre las piernas. Pero en general, tienen un afán investigativo bastante grande. Acá en Chile, en cambio, esto no pasa. Supongamos que Penta era una máquina para defraudar al fisco desde 1990, ¿cómo entonces es que no la pillaron antes?

¿De qué manera estos casos afectan la imagen del país?
Muy poco. Chile es un país que tiene poco nivel de corrupción en Latinoamérica. Mira Brasil, ahí sí que hay corrupción. Mira Argentina, Lanata ha cubicado donde tiene la plata la Cristina Kirchner… volvemos a Adam Smith: la gente prefiere tener más a tener menos, y todos se mueven.

Pero eso es lo que hoy se le critica al sistema.
A ver, ningún sistema es perfecto, pero el mejor es el del mercado. Eso está absolutamente demostrado. Si analizas el origen de las riquezas de las naciones, te vas a dar cuenta que los países que se organizan en mercado libre son los que tienen los mejores resultados para su población.

¿La elite ha ido perdiendo poder?
La elite se renueva. La gente inteligente entra a la elite esté dónde esté.

¿Y dónde está aquella persona que de una población pasó a ser parte de la elite?
Bueno, no sé si de población, pero gente humilde hay en todos los puestos. El tipo que es capaz surge.

***

Sergio De Castro viene de pasar una larga temporada de vacaciones en Pucón, muy cerca del volcán Villarrica. Regresó a Santiago hace solo hace unas semanas, cuando la montaña hizo erupción y el gobierno evacuó a los residentes cercanos. La emergencia puso fin a la temporada estival. Entre las idas al lago y las comidas familiares, De Castro se leyó el libro “Suecia, el otro modelo”, de Mauricio Rojas, un chileno exiliado en ese país que quebró con el marxismo, y que en el 2002 se transformó en parlamentario por el Partido Liberal sueco.

-Esta hueá debe ser lectura obligatoria. Cualquier persona que piense en Chile debiera leerse ese libro, porque te describe Suecia desde que comenzó como país: con un sistema liberal que luego cayó en uno de mucha preponderancia del Estado, pero que en los 90 se deshizo del Estado benefactor, y se fue para arriba como espuma. Actualmente, allá los colegios son pagados, y la transferencia del sector público al privado es enorme.

Bachelet no está mirando a Suecia, ¿qué cree que está viendo?
No sé, esa es otra de las cosas que me tienen confundido. Bachelet no es la Bachelet de antes, es otra Bachelet. Yo la conocí en el CEP, tuvimos dos o tres conversaciones, me cayó súper simpática y bastante inteligente. Su primer gobierno fue razonablemente bueno. Cuando se fue a Naciones Unidas yo pensaba que ella iba a ver al mundo y que iba a saber claramente para dónde iba la cosa: economías más libres, mejores mercados, más crecimiento. Pero no pasó nada: viró a la izquierda.

¿Qué país cree que tiene en mente Bachelet?
No tengo idea. Para mí es muy difícil de entender cómo aún hay gente que piensa que es mejor que el Estado haga las actividades de producción. El Estado no debe ser productor de nada, ningún país ha tenido éxito con ese plan. Eso se está haciendo por un enamoramiento con las ideas.

¿Hacia dónde nos llevan esas ideas?
A un crecimiento del Estado cada vez mayor. Con el gobierno yo no tengo el mismo cerebro: ellos están sinceramente convencidos de que van a lograr hacer lo que nadie ha podido hacer.

¿Y cómo cree que les ha ido a la Nueva Mayoría en este primer año?
Mal. La inversión ha caído firme. Si no fuera porque el gobierno está aumentando el gasto de una manera feroz, ya tendríamos un nivel de desempleo muy alto.

Entonces ha reaccionado bien ante la crisis: ha salido a gastar cuando hay que hacerlo.
No, po’. Acá lo importante no es sacar a un desocupado para sentarlo en una silla y pagarle por eso. Eso está bien para las encuestas. ¿Qué produce esa persona? Va a gastar la silla y va a haber que reponerla en un tiempo. Como el gallo se aburre, sale a hablar a la oficina del lado y distrae al otro gallo que tiene una productividad marginal positiva, entonces eso baja. No basta tener empleo: el empleo tiene que ser productivo y el Estado, en todo el mundo, es más ineficiente que el sector privado. Ahora, eso no significa que el Estado no tenga un papel, tiene uno muy importante, que es el de regular y redistribuir.

¿Por qué cree eso?
Por una cosa muy sencilla. Todos los gobiernos duran un número equis de años. Entonces, ¿qué pasa con esa gente que entra a trabajar al sector público? Tienen cuatro años de remuneraciones, al final del período van a ser cuatro años más viejos, y cuando esa persona adquirió experiencia llega un cambio de gobierno y lo sacan, aunque sea bueno. Después llega otro fulano que no tiene la más puta idea de lo que hay que hacer y tiene que empezar todo de nuevo. El gallo bueno nunca está en el gobierno por un período largo de tiempo.

¿La Nueva Mayoría quiere reemplazar El Ladrillo?
No me cabe ninguna duda.

Bachelet se está haciendo cargo de una demanda. Han habido movilizaciones en contra de los legados de la dictadura: contra la educación, las AFP, las isapres, la Constitución… somos parte de los países más desiguales del mundo.
Ese es un eslogan. Es evidente que la distribución del ingreso ha mejorado. ¿Quién anda en los autos que atochan los caminos en Chile? ¿Tú crees que los ricos son los únicos que tienen autos? Pucha, sería jauja. No hay tantos potos ricos para sentarse en tantos autos. Detrás de un auto hay un trabajo, una acumulación de riqueza y un poder de compra.

¿En eso se nota el progreso?
No cabe duda.

Si fuera así el Metro estaría vacío. No creo que el progreso haya llegado para todos. La distribución por gravedad no es una realidad.
Si tú miras todos los estudios de distribución de los ingresos notas que los avances por percentiles son importantes. Las diferencias entre el que gana más y el que gana menos no son abismantes. Te lo pongo de otra forma, si hacemos lo que el gobierno quiere, subir los impuestos casi expropiatoriamente, ¿tú crees que va a mejorar la cosa? Yo creo que no.

¿Por qué no?
Es muy difícil ser empresario. Si miras las cifras de los que empiezan en el negocio y luego de un tiempo vez cuántos de esos están todavía activos, es sorprendente la cantidad que deserta: casi todos quiebran. No existe esa caricatura del empresario que de la noche a la mañana anda fumando puro, con un reloj colgando en el chaleco, y un anillo de oro en la mano. Es sumamente jodido. Por eso es que la gente que tiene esa capacidad debería tener facilidades para emprender, porque esos son los que tiran el carro.

Pero el reclamo es que el sistema no da para todos las mismas oportunidades.
Ninguno de los que vocalizan esa expresión está muerto de hambre. Normalmente, están bastante bien vestidos, no se notan flacos ni famélicos. En ninguna parte donde tú vayas te encuentras con una persona mal vestida o con la ropa sucia, como pasaba antes.

Pero viven en casas de 40 metros cuadrados…
Pero ándate a Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo. Allá hay pobreza, pero hay mucho menos que cuando estuve en Chicago. ¿En qué terminaron los indignados de Wall Strett? Puede que sigan tan enojados como antes, pero no sacaron nada. ¿Cómo se hace para que el indignado deje su indignación? ¿Nombrarlo gerente de una empresa? ¿Hacerlo poderoso? Los indignados son gente que lo está pasando mal, pero que no tienen la capacidad para resolver el tema. Entonces, salen a gritar que los ricos, que el 1%, pero eso no tiene ningún efecto práctico.

En su lógica entonces, el sistema no ha generado pobreza por sí mismo.
Es que un país que crece no puede estar generando pobreza, porque para hacerlo se necesitan trabajadores.

¿Da lo mismo la brecha entre el que gana más y el que gana menos, si finalmente este último está mejor que antes?
Mi sistema preferido es uno con un Estado chico, con poco nivel de gasto, eficiente, que deja que las empresas hagan sus cosas, y que pone ciertas reglas en el juego. Estas reglas deben impedir que haya gente que se muera de hambre, padezca enfermedades, o situaciones inaceptables.

Chile fue un experimento donde este sistema se probó. ¿Qué pasa si el sistema se cambia? ¿Cómo nos verá el mundo?
Neil Ferguson, historiador inglés, dijo que Chile estaba haciendo uso del derecho a ser estúpido. La gente va a estar pendiente sobre cómo le va al nuevo modelo, y personalmente creo que le va a ir como las hueas. Si esto está mal hecho, la gente va a decir que hay que cambiarlo, y así vamos a volver al libre mercado. Ojalá las ideas se defiendan.

¿Quién defiende hoy El Ladrillo?
Nadie, ni la derecha. La derecha tiene muy poca capacidad.

¿Está decepcionado de la derecha?
No me siento entusiasmado, no tienen la capacidad necesaria para demostrar los puntos de vista y encender el entusiasmo. El gran problema de la derecha es que siempre hay más caudillos que soldados.

Pero alguien defenderá al modelo.
Entre algunos empresarios pueden haber defensores, pero no participan del debate. Entonces eso no tiene mucho efecto. Ahora, no solo se necesitan políticos defendiendo el sistema, necesitamos gente que haga lo hacía Hermógenes Pérez de Arce, lo que fue Álvaro Bardón.

¿Existe algún diálogo entre la derecha y los Chicago Boys?
Es que como grupo ya no existen. Los Chicago Boys no están en la discusión, desaparecieron con la llegada de Aylwin, fueron reemplazados. No hubo necesidad de estar en la primera línea porque, a pesar de que querían cambiar el modelo, nunca lo cambiaron. Además, yo jamás he pisado un partido político.

¿Cómo ve a la derecha para las elecciones del 2017?
No la veo. Sale un candidato y todos empiezan a despotricar en su contra. No hay nada que hacer, no se ponen de acuerdo. Mira a Ossandón, lo único que hace es despotricar en contra de Piñera y la UDI. Él cree que gana, pero el hueón pierde. Si tiene alguna posibilidad de salir, esos son los votos que tiene que ganarse. La izquierda tiene mucha más disciplina.

***

Sergio de Castro no ha perdido esa capacidad que lo hizo ser líder dentro del grupo de Chicago Boys que aportaron en la creación de El Ladrillo. Cada vez que se obsesiona con un tema, agarra una hoja, un lápiz, y se lanza a escribir ideas. Lo último que se le ocurrió fue analizar “el milagro chino”, como le llama.
-No hay otra historia en el mundo como la de China. Mao dedicó su vida a transformarla en una gran economía comunista, pero su salto fue al vacío. Luego vino Deng Xiaoping, que era tan sanguinario como Mao, pero que se dio cuenta que si la producción se repartía entre el trabajador y el Estado, la producción aumentaba, de la misma forma en que si se establecía un sistema de herencia sobre la propiedad. O sea, ¿qué sacó a China de su pobreza? El lucro. Todo el mundo lucra –se queja pegándole al papel de apuntes que tiene al frente suyo.

¿Se demonizó el lucro?
Al lucro lo transformaron en sinónimo de estafa y llegó un momento en que uno dice lucro y todo el mundo piensa en un enmascarado con dos pistolas que me va quitar la plata. Y eso no es el lucro. El lucro es una ganancia, que puede ser razonable o irrazonable. Si es una ganancia de un monopolio es irrazonable y el Estado tiene que impedirlo. Pero si un fulano tiene un boliche y compra cosas a $50 y las vende a $75, por qué eso va a ser perjudicial.

Lo que se está prohibiendo es el lucro en la educación.
Pero por qué va a ser malo eso, cuando los verdaderos responsables de la mala calidad en la educación son los profesores.

¿Existe un ánimo antiempresarial?
No lo noto. Eso sí, Bachelet en el pasado tuvo una buena relación con los empresarios, pero hoy no lo es tanto.

¿Eso es porque les tocó el bolsillo?
El bolsillo es súper importante, pero también hay otras cosas. Por ejemplo, que el país crezca y que producto de eso se redistribuya mejor el ingreso y no haya gente pobre. Eso también es parte de la obligación del gobierno.

¿Era partidario de la reforma tributaria?
No, no me parece. Para mí el FUT era un mecanismo de crecimiento muy importante. Yo soy de la idea de que el nivel de las imposiciones sea el más bajo posible y que la actividad social del gobierno se haga a través de subsidios a la demanda y no a la oferta.

Imagino, entonces, que tampoco le agrada la reforma laboral.
Soy partidario de una reforma que flexibilice el trabajo. Está demostrado que mientras más flexibilidad haya en el mercado, más empleo hay. Hace poco estuve conversando con un amigo que pasó por la London School of Economic y se metió a escuchar una charla. Me decía que había un señor hablando del cambio tecnológico y que explicaba cómo los robot están mejorando la producción. Contaba que un robot en un hospital reemplazaba a 10 enfermeras especializadas, y lo hacía mejor que ellas. Acá, sin embargo, pensamos todo lo contrario: vamos haciendo sindicatos más poderosos, vamos aumentando las remuneraciones, vamos impidiendo que los productores acomoden sus cosas… Va a llegar un momento en el que los robot van a hacer todas las cosas, y esos hueones no hacen huelga, no exigen cafés, no se ponen a conversar. Entonces, dime tú, sin educación, ¿qué va a hacer la persona cuando eso pase? Antes uno podía salir con un chuzo y una picota y trabajar en algo. Eso cada día renta menos. Incluso, la gente que ya tiene una profesión va a entrar en una obsolescencia técnica. Mira las fábricas de automóviles: los robot hacen casi todo el trabajo.

El desempleo genera inestabilidad y eso también le trae costos al empresario.
Esto no sucede así como si nada, no es que mañana entren cien mil robot a Chile y no vaya a haber empleo para nadie. Por eso hay que prepararse. Ahora hay que ponerle calidad a la educación. El otro día leía que el Instituto Tecnológico de Massachusset hizo un estudio en que dice que el 50% de los puestos de trabajo en el mundo se van a redefinir o destruir en los próximos diez años. Cuando la gente dice que hay que tener sindicatos poderosos y que hay que sacarle a los ricos, puta, yo me pregunto, ¿no leerán estas cosas? La ministra del Trabajo está hablando del mundo de hace 100 años, hablando de las relaciones conflictivas entre el empresario y el trabajador, y esas cosas ya no existen. Hoy los empresarios se quejan de que no pueden conseguir gente buena. La sindicalización ya vale un peo y con esta reforma se va a emporcar todo.

Un mundo controlado por los robots parece de terror.
Es un poco espeluznante, pero no hacen huelga y no duermen.

¿Y en qué vamos a trabajar?
Esa es la gran pregunta y no tengo respuesta para eso. Ya he pensado suficiente.

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