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Opinión

15 de Abril de 2015

Cristián Cuevas: “La reforma, así como está, no va en fortalecimiento del movimiento sindical”

El ex presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre y militante del Partido Comunista lleva un año como agregado laboral de Bachelet en España. Algunos dijeron que lo habían mandado al viejo continente para que no le revolviera el gallinero al gobierno. Cuevas, el dirigente sindical que le armó la huelga más grande en el primer mandato de la presidenta, saca la voz para criticar la reforma laboral.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Las malas lenguas dicen que el gobierno te mandó a España para que no les revolvieras el gallinero…
-Nada que ver. La decisión de salir por un tiempo de Chile y asumir esta agregaduría laboral fue un poquito para respirar, tomar oxígeno y volver a caminar.

¿Por qué?
-Lo necesitaba, habían sido muchos años de una intensa actividad sindical y política. He dado duras batallas para que el movimiento sindical vuelva a su origen enraizado en el movimiento social. Ahora, no siempre lo que uno piensa va a la par de las decisiones políticas. Y eso hizo que tomara la decisión de salir de escena.

¿Estabas chato?
-Un poquito maltratado. No decepcionado de los trabajadores, porque mi voluntad irrestricta siguen siendo ellos. Pero en la última década estuve en la primera línea y siempre hubo una acción política en tensión, muy confrontacional con quienes gobernaban y administraban el modelo. Obviamente, yo generaba una situación de ruido o molestia. Y esas molestias se expresaban en que había sectores conservadores o ultra conservadores, no tan solo de la derecha sino que de la propia izquierda, que me consideraban un adversario o enemigo que había que despojar de esa influencia en el movimiento social. El hecho de haberme confrontado en las elecciones de la CUT, de ir como candidato a parlamentario, generó una tensión. A algunos les daba alegría que yo fuera derrotado en todos los espacios políticos. Y eso me hizo sentir solo en la política, pero siempre con el respaldo de los trabajadores y el movimiento social.

Algunos trabajadores piensan que te vendiste.
-Nunca me han tratado así. Jamás. Los trabajadores me conocen. Digamos, ahora soy un trabajador del Estado, un funcionario en un área internacional, pero vivo como cualquier trabajador. No tengo una vida ostentosa. Y no la podría tener, porque iría contra mis principios.

CHILENOS EN ESPAÑA: “ES DESOLADOR”
Cristián-Cuevas foto agencia uno

¿Qué has visto en España?
-Estar afuera me ha servido para entender lo duro que es el exilio y la vida de nuestros compatriotas que no lo pasan nada de bien afuera. He visto la desprotección en la que viven. Vivir como migrante es duro. Conocer a chilenos que están indocumentados, sin pega, que están simplemente sobreviviendo, me dramatiza. No podría vivir así. O la situación de hacer trabajos precarios, trabajos que aquí en Chile, por la calificación que tienen, no harían.

La crisis les ha pegado bien fuerte.
-Es una crisis bastante dura, de larga data, donde más del 30% de los trabajadores de vida activa están cesantes y más del 50% de los jóvenes también. Uno no ve la crisis en la calle, sino que lo nota en el cambio de la forma de vivir de los españoles. Hoy ves a profesionales ofreciéndose en los trabajos más precarios que existen. Y se disputan con el latino o el migrante el trabajo de aseador, por ejemplo. Si eso golpea al español, imagínate cómo golpea al migrante. Es una situación dolorosa. Hay compañeros chilenos que no resisten, y no tienen forma de retornar a Chile porque no tienen plata. Es desolador. Estamos buscando formas de poder ayudarlos a volver a Chile.

¿Cómo has visto a Chile desde el exterior?
-Se ve una sociedad convulsionada, porque efectivamente tenemos la oportunidad de hacer cambios, de construir los cimientos de las transformaciones que se requieren para el Chile de hoy, lo que genera convulsión en sectores ultra reaccionarios que por 40 años han administrado este poder, como son la derecha y los sectores neoliberales. Como la cerca se comienza a correr un poquito, bastante suave en verdad, hay una resistencia. Veníamos de una crisis de representación y legitimidad, a partir de los movimientos del año 2011 y antes, pero hoy se llega al clímax con el tema de la corrupción que salpica a toda la clase política.

Todos están salpicados ahora con el caso Soquimich.
-Hay una derecha que, obviamente, ha estado coludida históricamente con el gran empresariado y las multinacionales. Y, obviamente, sectores de la Concertación también. Pero esa convivencia se comienza a erosionar. Y eso hace que se develen cuestiones que nosotros sabíamos que ocurrían siempre. Lo importante es que tenemos que erradicar la corrupción de la política. Aquí no puede haber pactos de silencio ni impunidad. Soquimich, que era una empresa de todos los chilenos, fue entregada a la familia corrupta pinochetista, y esa familia metió un virus a todos los actores políticos de este país. Estas empresas tienen secuestrada la política. Y a través de ese secuestro, también se secuestra la dignidad de los ciudadanos. Porque cuando se instalan grandes empresas en las zonas de sacrificio, para guardar el silencio y permitir su instalación estas empresas compran la conciencia del ciudadano. Y si pasa eso es porque hay algún actor político permitiéndolo. Ahora no sé quién estará involucrado, pero es nefasto. Y si hay políticos involucrados deberían dar un paso al costado y por decencia dejar sus responsabilidades políticas. Lo peor sería terminar escondiendo la basura bajo la alfombra. Y aquí, como dijo la presidenta, caiga quien caiga.

¿Caiga quien caiga, menos su hijo?
-Cada uno tiene que asumir sus responsabilidades tanto en el caso Penta, como en Soquimich y Caval.

Lo del crédito a Caval viene siendo un gran insulto a los trabajadores.
-Claro. Tú no puedes usar tu influencia política en función de cuestiones personales. Ningún trabajador, ni yo mismo, tengo la posibilidad de acceder a un crédito millonario como el de Caval. Lamentablemente, la herencia se ha transformado en un factor de influencia en la política. Vienen los hijos de los hijos, los nietos de los nietos, todo un andamiaje que finalmente va construyendo castas. Yo no soy de casta y la mayoría tampoco lo es. Somos hijos de proletarios, trabajadores asalariados, muchos no tienen ni tiempo para tomarse vacaciones. Y que esta persona haya usado esa influencia para acceder a lo que ningún chileno pueda acceder, sin duda, ha sido violento para la mayoría de los trabajadores chilenos. No hay una acción punitiva, legal, sino que más bien ética. En este caso, hay que actuar con responsabilidad de Estado y no en función de afectos familiares. Y supongo que se estarán tomando las mejores decisiones y se generarán los mecanismos para corregir aquello. Lo que me preocupa más son los silencios del pueblo que permiten que estos hechos ocurran.

¿Por qué?
-O sea, aquí no es tan solo que las elites, los parlamentarios, que el concejal, que el dirigente sindical, tengan conductas inadecuadas, sino también tiene que ver con la vigilancia de los ciudadanos para evitar aquello. Y no transformar esto en una quejumbre, porque eso hace que el 60% de la población no participe en los procesos electorales y se siga con el ritual del acomodo. Ahora, desde mi punto de vista, se están formando los cimientos para esos cambios. Por eso hay tanta resistencia y una campaña mediática de la derecha, destinada a generar temor ante los cambios, porque están perdiendo esta batalla. Si hace un mes la UDI estaba en el suelo. Pareciera que hoy tiene un poquito de respiro, porque está tratando de empatar en función de una situación que muchas veces no es comparable.

REFORMA LABORAL

¿Qué te parece la reforma laboral?
-Más allá de mis responsabilidades institucionales, comparto las críticas que el movimiento sindical ha expresado, sino sería traicionar lo que yo mismo soy. Lo que yo quiero es que a este gobierno le vaya bien. Pero también –y quiero ser muy claro– yo soy leal al gobierno, pero no creo en la obsecuencia. Y, en ese sentido, tengo una mirada crítica y tengo el deber de manifestarlo.

¿Qué críticas le haces a la reforma?
-La reforma, así como está, no va en fortalecimiento del movimiento. Se excluyeron temas que son importantes. Primero, hay una acción punitiva hacia quienes desarrollan una huelga, y se los criminaliza. Eso es fatal para cualquier movimiento sindical. Ha habido una cierta mirada temerosa a la huelga. También hay una cierta consagración tácita a la negociación por dentro de la empresa, que reduce las posibilidades. Con las nuevas formas de trabajo en nuestro país, la empresa es un espacio pequeño, y tenemos que avanzar hacia formas distintas de negociación, como la negociación ramal, que permitan emparejar la cancha. Porque si no, miles de trabajadores que están en estos mismos servicios –mineras, salmoneras, forestales– no tienen derecho nomás.

¿Qué otras críticas le haces a la reforma?
-Hay una excesiva injerencia del Estado en la libertad sindical. Excesivas mediaciones. La huelga yo la hago con mi empleador, con usted, por tanto entre usted y yo tenemos que resolver el problema. Y, en el fondo, lo que hace esta reforma es que se mantengan los resabios de ese Código Laboral que no es bueno. Y también algunas normas que podrían ser retroceso, como son los pactos sobre condiciones especiales de trabajo: por ejemplo, la eliminación del silencio positivo ante la no respuesta del empleador a la propuesta del sindicato. O sea, hay conceptos en el proyecto que no son buenos. La primera puesta en escena del proyecto de reforma laboral que se envió no era buena para los trabajadores. Eso no quiere decir que no haya aspectos que sean avances. Pero en el tronco, en los aspectos técnicos, de derechos fundamentales, universales de los trabajadores, la reforma laboral es nociva. Para todos es necesario avanzar en una reforma, porque Chile reclama una nueva institucionalidad laboral. Lo que no puede ser es que esta reforma esté secuestrada o tensionada por el chantaje permanente de los grandes empresarios.

Esta semana cinco ramas de la Confederación de la Producción y el Comercio se unieron para entregar sus críticas a la reforma.
-Los empresarios en Chile han chantajeado a todos los gobiernos que han pasado. Eso es inaceptable. El empresario tiene parte de la política secuestrada. Son de un egoísmo, de una mediocridad, de no entender que aquí necesitamos trabajadores felices. Y yo creo que es posible dar esa felicidad distribuyendo mejor la riqueza y generándole más derechos a los trabajadores. El empresario acá es de un sesgo ideológico fundamentalista, talibán, sin ninguna expresión de solidaridad con los trabajadores. Espero que el gobierno no ceda a esos chantajes y siga avanzando en las reformas y compromisos que ha hecho. Uno tiene que tener un termómetro del movimiento sindical. Y el termómetro está diciendo que mayoritariamente el proyecto de origen no es lo que la mayoría de los trabajadores quiere. Ahora, lo importante es avanzar en este debate. Y lo principal es el rol que van a jugar los parlamentarios, porque si esos aspectos quedan así, sería un retroceso para los derechos fundamentales de los trabajadores. Y no puede ocurrir que a los representantes de los trabajadores y a sus equipos técnicos se les hayan pasado los errores que tiene esta propuesta de reforma y no hayan tenido la rigurosidad de observar cómo venía este proyecto. Esto es inaceptable.

En diciembre, cuando se mostró el proyecto, la CUT celebró la reforma, diciendo que ganaban todos los chilenos, pero recién ahora están criticándola.
-No se puede celebrar un día y a los tres días después darse cuenta que les metieron un gol de media cancha. La crítica recién vino cuando el movimiento sindical se leyó con detención el proyecto. No antes. Aquí hay responsables nuestros por no darse cuenta antes. Y no hago responsable a la presidenta de la CUT, sino que a sus equipos técnicos.

Más allá de eso, ¿cómo lo ha hecho la CUT en el tema de la reforma laboral? A veces parece vocería del gobierno.
-La CUT tiene a los dirigentes sindicales de base, a los que se sacan la mugre todos los días, y que debieran ser valorados en su real dimensión. Y a veces las conducciones no siempre están a tono. Pero si hay un déficit no me corresponde a mí analizarlo. Ahora, no lo personalizo en nadie. La compañera estará construyendo su camino, estará haciendo un esfuerzo y al menos lo que ha hecho es recoger las voces críticas de la reforma.

¿Se ha debilitado el poder de la CUT?
-Yo, la verdad, creo en las nuevas generaciones que podamos formar. Uno tiene que hacer las cosas pensando en lo que es mejor para los trabajadores, y en eso hay algunos déficits, o desconocimientos. Y ahí yo tengo que evaluar con qué técnicos estoy trabajando. O mis técnicos están trabajando para los trabajadores o en función de otros actores que yo desconozco. Los líderes tienen que conducir, organizar, movilizar. No tan solo demandar, sino que generar propuestas, pero para eso tengo que tener los mejores equipos y no equipos supeditados a cuestiones que, desde mi punto de vista, no tienen nada que ver con el movimiento sindical.

A los trabajadores del Arcis no les han pagado en seis meses su sueldo. Ellos demandaron al PC, el partido en el que militas, para que se hagan responsables.
-Cuando llegué a Chile en estos días, lo primero que hice fue ir a saludar a mis amigos del Arcis. Yo estudié un tiempo ahí, porque se encontraban los mejores académicos que, desde mi punto de vista, contribuían a la construcción de pensamiento crítico. Y cuando fui ahora, me sentí desolado y me dio una pena profunda, porque sentía que se había matado la construcción del pensamiento crítico.

¿El PC mató ese pensamiento crítico?
-Los responsables somos todos. Desde los administradores de la universidad, por no darle la trascendencia que tenía, hasta quienes éramos parte de la comunidad y no hicimos nada para detener esta situación de vacío… Nos equivocamos todos, y no hoy, sino desde el origen, con malas decisiones.

¿Cuál es la responsabilidad que tiene el PC en esta crisis?
-Primero, me parece impresentable que durante seis meses no les hayan pagado a los trabajadores. Ahí hay un descuido dramático. Ahora, sobre el partido, desconozco sinceramente todo el andamiaje o todas las decisiones que se tomaron y si estuvo involucrado o no el PC. Lo único que sé es que en algún minuto se trató de apoyar el proyecto Arcis más bien para salvarlo. Nuestro partido no ha hecho una acción destinada a dañar Arcis. No lo he visto ni lo he escuchado. Tampoco creo que haya una acción de carácter lucrativa. No he visto a nadie dentro del PC ostentar nada y todos son compañeros muy comprometidos con el mundo social y los trabajadores. Cuáles fueron las malas decisiones que se tomaron, las desconozco. Pero cuando entré en el año 2003 a la universidad, ya era una universidad en crisis. No es una cosa de hoy. Por lo tanto, no responsabilizaría a nadie. Colapsó por la responsabilidad de todos. Me quedo en eso.

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