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Cultura

13 de Mayo de 2015

Gustavo Pecoraro, escritor argentino: “Yo me reivindico marica. Es el espacio que está más abajo de todo y más olvidado”

El escritor trasandino está en Chile para el lanzamiento de su último libro “Palabra y Pluma: textos políticos y otras mariconadas” en el marco de la Semana Internacional contra la homo-lesbo-transfobia. “Yo siempre digo que estoy fuera de la norma. Me encanta estar fuera de la norma por más que mi estética no lo diga, pero me corro constantemente de la norma y me ubico en el espacio de mariconerío”, dice el periodista y activista LGBTI en entrevista con The Clinic Online.

Por
gustavo pecoraro

A las 19:30 horas de hoy Gustavo Pecoraro, periodista y activista por los derechos LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexo), estará en la Fundación Cultural de Providencia para el lanzamiento en nuestro país de su libro “Palabra y Pluma: textos políticos y otras mariconadas”, en el marco de la Semana Internacional contra la homo-lesbo-transfobia. Se trata de una obra en tres partes que reúne editoriales del programa que Pecoraro tiene hace cinco años, el Vahído, y que tienen que ver “con mi ideología, con mis posturas”, cuenta el autor. Una segunda parte se compone de entrevistas “distintos referentes y también a distintas personalidades políticas y sociales que han articulado con nuestro colectivo LGBTI. Y son entrevistas que yo vine haciendo en distintos medios desde el año 1986”. Una tercera parte son los escritos de Enrico Pomodoro, un álter ego de Pecoraro que escribe sobre el VIH-SIDA “en clave de humor. Un humor muy políticamente incorrecto, y que es una parte muy delirada y que me gusta mucho”.

¿Cómo se puede hacer humor con el VIH y desde dónde? ¿Es distinto cuando lo hace alguien externo que cuando lo hace alguien que lo padece?

-Bueno, primero, yo lo hablo en primera persona. Yo soy una persona viviendo con VIH hace casi 24 años y tuve que enfrentarme a la pandemia del VIH en los ’90, no sólo por las situaciones de mis amigos o mis novios o mis amantes o mis conocidos que se iban muriendo, sino también específicamente con mi propio cuerpo y lo que pasaba con esa experiencia para mí. Y creo que una de las cosas sanadoras, una de las cosas que a mí más me sirvió, es la importancia de tomar con responsabilidad la cuestión y enfrentarse a la pandemia desde todo punto de vista, político, pero también en solitario. Y luego también el desacralizar también un poco el hecho de la situación de ser una persona viviendo con VIH.

¿En qué sentido?
-De poder generar un espacio de relajación o de humor, siempre dentro de unos cánones que resultan realmente graciosos, que uno pueda leer y reír. Una de las construcciones culturales de nuestra comunidad es que nos hemos podido reír de nosotros mismos durante muchos años. Y me parece que ese reírse es casi como un mecanismo de salvación, de resistencia ante tanto ataque, ante tanta discriminación, tanto ninguneo. Este humor que habla de razones de una gran resistencia y una gran tenacidad a poder seguir viviendo a pesar de tener todo en contra. En ese sentido, creo que hablar del VIH en clave de humor, siempre destacando las dificultades, la discriminación, destacando en la época de los ’90 el desabastecimiento que el gobierno de Ménem nos llevaba, siempre destacando esas cosas podemos hacer humor desde el punto de vista de la resistencia.

¿Por qué eliges lanzar ahora estos relatos, después de tanto tiempo?
-Casualmente porque creo que una de las falencias del colectivo LGBTI es que entre tanta conquista, ante tanta inmediatez de la conquista, ante tanta eficiencia en lograr cosas en los últimos años, hay una gran falencia que es no ver desde dónde venimos. La historia de la construcción del colectivo LGBTI en Argentina tiene casi 50 años. Empezó en 1967 y tuvo distintos procesos, que fueron atacados por las distintas dictaduras militares que azotaron al país. Sobre todo la dictadura del ’76 que masacró a toda una generación y una vanguardia y también a los luchadores y las luchadoras LGBTI. Yo estuve 11 años viviendo fuera del país y cuando volví a la Argentina el 2010, justo en la campaña para la aprobación del matrimonio igualitario y después la ley de identidad de género. Siempre sentí que tenía yo una responsabilidad como activista, como histórico analista de este crecimiento y esta comunidad, en contar cómo fue, por lo menos desde mi perspectiva, y también traer las voces de un montón de personalidades que hicieron al colectivo que fuera mucho más visible y fuerte.

¿Por qué?
-Porque nuestro colectivo no es visible desde cuando se aprobó la ley de matrimonio igualitario, viene . Entonces creo que es importante contarle a las nuevas generaciones, valientes y que han sido tan determinantes para la ley de matrimonio igualitario, de dónde venimos, porque el futuro es de ellos, de ellas, de estos jóvenes. Y qué mejor que ellos aprendan que la construcción de nuestro colectivo siempre ha sido desde la resistencia, no desde el positivismo y el posibilismo que se vive ahora.

¿Ha cambiado en algo Argentina con ley de matrimonio igualitario y la ley de identidad de género? ¿Se han traducido esas leyes en cambios culturales?
-Bueno, indudablemente que han sido dos leyes importantísimas que han marcado distintos escenarios en relación del colectivo LGBTI con la sociedad y también con el Estado. Por un lado, la ley de matrimonio igualitario lo que logró fue que por primera vez en muchos años de lucha y en muchas propuestas y agenda del colectivo LGBTI, que un reclamo del colectivo fuera tomado y discutido por toda la sociedad. Fue un debate muy duro, en lo político, con la Iglesia, con Bergoglio que ahora es el Papa Francisco en contra, llamando a resistir y llamando a movilizaciones en contra del matrimonio igualitario. Y a pesar de eso, el activismo, la sociedad y las nuevas generaciones que se empoderaron con esta posibilidad de lucha salieron a la calle a conquistar y defender esos derechos. Y eso permitía hacer comprender a la sociedad que había un derecho que la sociedad heterosexual que los gays, lesbianas y las personas trans no tenían. Pero además las personas trans no tenían derecho a la identidad, entonces no tenían derecho al matrimonio igualitario.

¿Y qué pasa hoy con eso?
-A tres años de la aprobación de ley de identidad de género, aún el Ministerio de Salud sigue sin regular el Artículo 11 que es el que permite la reglamentación que tiene que ver con el acceso a la salud de las personas trans. El acceso a la salud tiene que ver, en muchos casos, con operaciones que tienen que ver con cambio de identidad, o con el hormonamiento o un montón de cosas que tienen que ver con la decisión individual de ciertas personas trans que quieren modificar su cuerpo acorde a la identidad que cada una autopercibe. Entonces me parece que esto es una deuda muy importante, porque a tres años de esta ley esto sigue sin regularse, y es posible que el mandato de Cristina Kirchner, que fue quien aprobó estas dos leyes, se termine sin la reglamentación de este articulado 11. Tenemos en Argentina la ley de identidad de género más vanguardista de todo el mundo, que es referente a nivel mundial, y por otro lado siguen muriendo personas trans por aplicarse silicona, por hacer modificaciones corporales no reglamentadas por la salud pública. Entonces no podemos seguir festejando mientras sigan habiendo compañeras y compañeros trans muriendo por aplicarse silicona como pasó hace poco en San Juan.

Tu libro es reseñado como “políticamente mariposón” y tú dices que es una “mirada marica sobre la realidad”, ¿Qué significan esas frases para ti?
-Esto tiene que ver con lo identitario. En los últimos años se está discutiendo mucho el tema identitario, sobre todo por esta necesidad y esta importancia de que cada uno sea lo que realmente quiere ser. Pero yo considero que esta cuestión de la identidad no es sólo para las personas trans, sino que creo que tiene que ser para todo el colectivo LGBTI. Y en ese sentido y por una cuestión de tradición que tienen los homosexuales o los gays, que por lo general son bastante lesbofóbicos o bastante transfóbicos, yo siempre me pongo en un lugar de reivindicación política de lo marica. De lo marica como cuestión política, como reivindicación política. No me encasillen en lo homosexual, quiero ir mucho más allá.

¿De qué forma?
-Creo que mi “ir más allá” es la reivindicación del marica, la reivindicación de la pluma, de la mariconada, la reivindicación que nos enseñaron y nos legaron otros tantos, acá el gran y gigante Pedro Lemebel. Entonces, por ejemplo, yo que soy una persona con ciertos privilegios como comunicador, vivo en la ciudad autónoma de Buenos Aires, podríamos decir que soy de clase media, tengo mi trabajo, etcétera. Creo que lo que yo quiero es empoderarme y emparentarme con la loquita marica que vive en la villa y que es cruelmente discriminada y yo quiero ser un par de ella y mantenerme en ese lugar.

¿Por qué?
-Porque me parece que tiene que ver con una reivindicación política. Y también por una cuestión de que muchas veces sectores del colectivo LGBTI te miran y te van clasificando con un criterio como muy autoritario. Entonces yo siempre me corro de ese lugar, me corro del lugar en que me ubican. Yo siempre digo que estoy fuera de la norma. Me encanta estar fuera de la norma por más que mi estética no lo diga, pero me corro constantemente de la norma y me ubico en el espacio de mariconerío. Por eso mi libro se llama “Palabra y pluma: textos políticos y otras mariconadas”. Y creo que tiene que ver con una reivindicación absolutamente política e ideológica. Ahora todo el mundo habla de lo trans como el espacio de reivindicación. A mí me parece perfecto y estupendo, pero yo como homosexual no puedo reivindicarme trans. Entonces yo me reivindico marica, y creo que es el espacio que está más abajo de todo y más olvidado. Ahí me quiero poner yo.

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