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Opinión

4 de Junio de 2015

Profesores: más dignidad es más calidad

Uno de los primeros problemas del proyecto es el establecimiento de pruebas -adicionales a todas las evaluaciones que el profesor titulado ya habría rendido en su casa de estudios- para ingresar a que se llama como Carrera Docente. La seducción de esta propuesta, apenas logra ocultar la oscura situación de las universidades que forman docentes. Si un título profesional entregado por una universidad reconocida por el Estado no sirve para ejercer esa profesión, ¿qué sentido tiene que el Estado reconozca ese título? El proyecto de Carrera Docente hace responsable al profesor de la formación que recibió y no a su casa de estudios.

Gabriel Boric y Daniela López
Gabriel Boric y Daniela López
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Paro de profes A1

Durante los últimos 25 años las diversas reformas que se han realizado en educación han ido en la dirección de profundizar las lógicas de mercado en el sistema educativo, primando de forma transversal principios como el desarrollo individual, la competencia, la excesiva tecnificación del conocimiento y una visión reducida del proceso educativo. En el mundo laboral del profesorado estos elementos se han mantenido y profundizado a la par con las reformas al sistema educativo. El despojo del carácter de funcionarios públicos a fines de los 80’ y la delegación a corporaciones privadas (municipalidades) dibuja un camino de precarización laboral que no se detiene, continúa con la elaboración por parte de Gobierno y “expertos” en educación, de políticas públicas y discursos que sólo han socavado la dignidad profesional de los docentes. Esto, sumado a la incorporación de evaluaciones individuales por desempeño que esperan “incentivar” a los docentes para mejorar los resultados en las pruebas SIMCE y PSU, la implementación en los colegios de programas “recetarios” que tienen como único objetivo mejorar los resultados en las pruebas estandarizadas, transformando al profesor en un mero ejecutor de dichas recetas, la incorporación de una evaluación docente escasamente representativa de realidad laboral y la posterior clasificación a partir de esos resultados, son elementos que continúan y consolidan los pilares impuestos por la dictadura, profundizados por la Concertación y que hoy cobran aún más claridad con la reciente presentación por el Ejecutivo del proyecto de ley de Carrera Docente.

La alta adhesión al paro indefinido que esta semana se está realizando a lo largo de nuestro país, manifiesta lo nefasto que este proyecto resulta para el mundo docente y el amplio rechazo que consecuentemente genera.

Uno de los primeros problemas del proyecto es el establecimiento de pruebas -adicionales a todas las evaluaciones que el profesor titulado ya habría rendido en su casa de estudios- para ingresar a que se llama como Carrera Docente. La seducción de esta propuesta, apenas logra ocultar la oscura situación de las universidades que forman docentes. Si un título profesional entregado por una universidad reconocida por el Estado no sirve para ejercer esa profesión, ¿qué sentido tiene que el Estado reconozca ese título? El proyecto de Carrera Docente hace responsable al profesor de la formación que recibió y no a su casa de estudios.

Por otro lado se relaciona fuertemente el desempeño de los profesores con el sueldo que recibirán, nuevamente acá el argumento implícito es seductor, pues parece justo que los “buenos” profesores reciban una remuneración mejor que los “malos”, sin embargo para lograr aquello se contempla un sistema de “encasillamiento” con cuatro niveles de desempeño y de sueldos, que obviamente viene con letra chica, ya que la realidad de los docentes que están contratados por 44 horas es muy escasa, asociando también a las evaluaciones de conocimientos específicos y la elaboración de un portafolio que se deberán hacen de forma obligatoria, no considerando elementos centrales como el proceso de enseñanza, el contexto de desempeño laboral, los años de experiencia o las capacitaciones que pueda tener el docente. Esta sofisticada versión de la lógica de “garrote y zanahoria” es la que para el gobierno debiera ordenar la labor de los profesionales que van a educar a nuestros niñas y niños.

Queda de manifiesto en esta propuesta un prejuicio de la autoridad con respecto a los profesores. Pareciera que los imagina como personas envilecidas, incapaces de tener un real compromiso con su trabajo, teniendo como única motivación el aumento o la amenaza de ver reducidos sus ingresos.

Una afirmación que se ha instalado en el sentido común es que la calidad del trabajo de los profesores tiene mucho que ver con la calidad de la educación. Ello requiere necesariamente del mejoramiento de las condiciones laborales, salariales y materiales en la que los profesores hacen su trabajo. Sin embargo, el proyecto actual no se hace cargo de dichas áreas, contemplando un aumento exiguo de horas no lectivas (5%), relativizando el incremento salarial a mediciones estandarizadas y centralizadas, superponiendo dinámicas individualistas, por sobre el trabajo colectivo, ignorando el agobio que viven los docentes, institucionalizando la desconfianza respecto a su labor y limitando su autonomía profesional, entre otros aspectos.

El Gobierno, a través de su ministro de educación, se mostró “un poquitito sorprendido” por el 95% de rechazo que este proyecto tiene de parte del Magisterio. El entusiasmo que le embargaba lo conocimos a través de las folklóricas fotografías que se sacó el día en que se presentó esta reforma bajo el lema “día histórico” y junto a fundaciones como Educación2020, Elige Educar o personalidades como el destituído ministro de educación de Piñera, Harald Beyer o Mario Waissbluth. Así el Mineduc coronaba un proceso de preferir el consejo tecnocrático que se expuso en los espacios de asesoría que convocó (consejo asesor llamado “Plan Maestro”, que a la postre no llegó a consenso precisamente por la oposición de algunos de sus miembros a esas recetas tecnocráticas) y de desoír la sistemática e histórica oposición del profesorado en general a una reforma que sólo profundizará los elementos de los cuales se quiere librar.

De tal modo, la “sorpresa” del Gobierno resulta injustificada. No es posible impulsar una agenda sin participación y contraria al interés de quienes sostendrán día a día la reforma.
Desde la incipiente Agrupación de Profesores de Izquierda Autónoma creemos firmemente que una real reforma a la Carrera Profesional Docente exige mayor democracia en su discusión y elaboración, con espacios reales de participación y diálogo donde las propuestas que se presentan como docentes sean vinculantes.

Los docentes como actores activos del movimiento por la Educación han salido a las calles como medio para recuperar y construir una reapropiación de su condición como profesionales de la educación que día a día desarrollan en medio de grandes dificultades la educación del futuro de Chile que son nuestros niños y niñas, son especialistas que construyen conocimiento y que por tanto saben de educación, son una voz que no sólo reclaman por mejores sueldos sino por mayor dignidad y reconocimiento. Solo con Unidad, movilización y democracia alcanzaremos los cambios que hoy se necesitan.

*Gonzalo Oyarzún es vocero de al campaña Alto al Simce y Profesor en Inglés; y Gabriel Boric es expresidente Fech y diputado por Magallanes.

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