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Opinión

17 de Septiembre de 2015

Editorial: Malas noticias para América Latina

Los tiempos venideros no deberían ser fáciles para nadie: si el continente sorteó mejor que todo el resto del mundo la crisis del 2008 y vivió décadas de prosperidad, lo que viene pondría a prueba nuestros inestables equilibrios internos. Y no será fácil explicar a una población convencida de que ha surgido gracias al esfuerzo personal, que aún manteniendo ese mismo empeño sus ganancias podrían disminuir.

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Editorial Malas noticias para América Latina
Afines de la semana pasada, la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina– reunió en el Hotel Willard de Washington, a pasos del Departamento del Tesoro, un lote de lo más granado de la economía y la política latinoamericana. Los exponentes iban desde Roberta Jacobson, Secretaria de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental de los EE.UU. (la misma que ha conducido el proceso de conversaciones con Cuba) hasta unos chinos gerentes de grandes bancos con negocios en el continente, pasando por intelectuales, comunicadores, Alejandro Foxley, y ministros de Relaciones Exteriores de algunos países de la región. No solo los exponentes eran connotados, sino también la concurrencia, razón por la cual, deduzco, este congreso recibe el nombre de “Encuentro Anual”. Entre ponencia y ponencia los participantes tomaban café y comían cakes y galletas en el lobby.
A eso de las 13 horas., todos almorzaban juntos y revueltos en unas mesas dispuestas alrededor de un agradable buffet. Las elecciones anticipadas en Guatemala tras la caída de Otto Díaz, hoy preso por sus actos de corrupción, eran, quizás, el tema con más rating. Un cómico sin historia política había sacado la mayor votación en primera vuelta, pero se esperaba que las fuerzas tradicionales a la larga se ordenaran y lo vencieran. Ya no es raro que lleguen al gobierno personajes de la farándula capaces de engatusar audiencias. Según me contó un embajador, el presidente de Haití, Michel Martelly, también conocido en el ámbito de la música popular como Sweet Micky, se tiraba pedos frente a la multitud durante la campaña, para entusiasmar y hacer reír a sus votantes. Venezuela (y su actual conflicto fronterizo con Colombia), Brasil, Cuba, los movimientos ciudadanos anticorrupción, y la crisis económica que impajaritablemente se viene fueron los otros asuntos de preocupación entre los asistentes. Se hablaba del fin del ciclo de las materias primas, de la caída inapelable en el precio de los commodities, de cinturones apretados y tiempos duros. De Chile, nadie habló con preocupación, aunque todos los temas que desvelaban a los presentes, le competían. Los tiempos venideros no deberían ser fáciles para nadie: si el continente sorteó mejor que todo el resto del mundo la crisis del 2008 y vivió décadas de prosperidad, lo que viene pondría a prueba nuestros inestables equilibrios internos. Y no será fácil explicar a una población convencida de que ha surgido gracias al esfuerzo personal, que aún manteniendo ese mismo empeño sus ganancias podrían disminuir. “Requeriremos un acuerdo al interior de los países para soportar la frugalidad y al mismo tiempo hacer las reformas necesarias”, dijo el uruguayo Enrique Iglesias, expresidente del BID. Moisés Naím constató que vivimos tiempos de paz entre los países de América Latina, aunque no en cada uno de ellos. A continuación propuso una alianza de naciones decentes, y cuando alguien del público preguntó cuáles eran esas, este analista liberal respondió: “Aquellas que no están dispuestas a renunciar a sus principios y valores ni por razones comerciales, ni por motivos políticos”. ¿Clasificaríamos?

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