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Opinión

19 de Septiembre de 2015

La llegada del Papa a Cuba

Si somos francos, la espiritualidad cristiana reinaba por su ausencia. Nadie cantaba, nadie rezaba, y nadie llevaba carteles propios para demostrar su devoción. Una leyenda escrita en el muro principal de la cuadra parecía dar la respuesta: “Con los CDR no hay tregua Compay”.

Patricio Fernández desde Cuba
Patricio Fernández desde Cuba
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PAPA FRANCISCO

A eso de las 16 hrs aterrizó el Papa en La Habana. Yo me instalé para verlo pasar en la avenida Boyeros, que es la que comunica el aeropuerto con la Plaza de la Revolución, donde a las 9 a.m. de mañana Francisco celebrará su primera ceremonia pública. A la altura de la calle Vento, -donde hay un parque, una fábrica de galletas y al fondo de una bocacalle un inmenso basural conocido como El Bote, en el que familias miserables viven de la recolección de porquerías- llegaron varias guaguas (autobuses) repletas de gente a recibirlo. Se trataba, en su gran mayoría, de trabajadores acarreados desde sus puestos de trabajo a los que se les entregaban banderitas cubanas y vaticanas para dar la bienvenida a su santidad.

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Si somos francos, la espiritualidad cristiana reinaba por su ausencia. Nadie cantaba, nadie rezaba, y nadie llevaba carteles propios para demostrar su devoción. Una leyenda escrita en el muro principal de la cuadra parecía dar la respuesta: “Con los CDR no hay tregua Compay”. Hombres y mujeres con una tarjeta colgando del pecho que decía “Protección de Vía” se encargaban de impedir a la gente bajar de la cuneta a la calle: “¡Todos sobre la acera! ¡Hay que subirse al contein!” gritaban al que bajaba un pie de la cuneta. A mi lado, un hombre tenía una radio prendida: “Este viaje del papa a Cuba y los EE.UU. –escuché decir al locutor de Radio Rebelde- es como un solo viaje que comienza en La Habana, Holguín y Santiago, para continuar en Washington, Nueva York y Filadelfia”. De hecho, Federico Lombardi, director del Centro Televisivo Vaticano y de Radio Vaticano, reconoció que si este Santo Padre hacía esta gira, no era por razones evangélicas cualesquiera, sino por la participación protagónica que le competía en las conversaciones de abuenamiento entre ambos países. Le preguntaron si el Papa se reuniría con disidentes, y dijo que no estaba descartado, aunque en todo caso, “cuando su santidad habla, lo hace para todos sin distinción”. Comento a una vecina de espera que el cura éste ya me estaba dando dolor de pies, y la mujer, que vestía un uniforme de blusa celeste y falda azul, se llevó el dedo a la boca y lo sopló para que me callara. Reía, en todo caso. A eso de las 17.30 hrs pasó Francisco en su papamóvil –un Peugeot que los cubanos adaptaron para la ocasión y que sacó comentarios de orgullo entre los asistentes locales- con una sonrisa que apenas se fue, liberó a la concurrencia, que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba buscando sus asientos en “las guaguas”, al otro lado del parque. (Continuará)

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