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Opinión

27 de Septiembre de 2015

Columna: Sobre la responsabilidad penal DE DIOS

* El rumor que había circulado en los últimos meses, relativo a la posible persecución penal de nuestro Dios bíblico, acaba de ser confirmado por las autoridades encargadas de investigar los delitos atribuidos a dioses que, como el nuestro, administran galaxias menores. Jehová ha sido formalizado: 1º Por el permanente incumplimiento de sus deberes de […]

Jorge Mera Figueroa
Jorge Mera Figueroa
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El rumor que había circulado en los últimos meses, relativo a la posible persecución penal de nuestro Dios bíblico, acaba de ser confirmado por las autoridades encargadas de investigar los delitos atribuidos a dioses que, como el nuestro, administran galaxias menores.

Jehová ha sido formalizado:
1º Por el permanente incumplimiento de sus deberes de vigilancia y control sobre la raza humana, desidia que ha conducido a que en la tierra se cometan atrocidades de la más variada índole. Los persecutores sostienen que el derecho conferido a los dioses de crear vida inteligente –generando con ello considerables peligros– conlleva el deber de prevenir los abusos que puedan cometerse. Jehová no ha adoptado medida alguna respecto de los hombres –su joyita–, a los que dotó de libre albedrío. Ante la evidencia temprana de la corrupción de la humanidad (por su indolencia), solo atina a quejarse amargamente, lamentando “haber creado al hombre en la tierra” (La Sagrada Biblia, Génesis, 6), y decide exterminarlo (sin juicio) mediante el diluvio universal. Frente a los excesos de Sodoma y Gomorra, opta también por su destrucción (“el Señor llovió del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego […] y arrasó estas ciudades y todo el país confinante, y a todos sus moradores”, Génesis, 19). Su talante es retributivo –ojo por ojo, diente por diente–, no preventivo.

Aunque no será materia del juicio, ha trascendido que en la audiencia de formalización se hará hincapié (para contexto de la negligencia de Jehová) en el hecho incomprensible de que todos los humanos serán juzgados en una única oportunidad (el Juicio Final), que sobrevendrá al final de los tiempos. ¿Por qué no realizar juicios periódicos, cada 50 o 100 años, como acostumbran otros dioses, de modo que la culpabilidad de las personas se resuelva en un plazo razonable? Parece un despropósito que los primeros humanos tengan que esperar (no se sabe dónde ni en qué condiciones) cientos de miles de años para saber cómo les irá en el Juicio. Difícil imaginar mayor incertidumbre.

2º Por el diseño defectuoso –y cruel– de su creación: por ejemplo, leones y tiburones comiéndose a cervatillos y peces más pequeños para sobrevivir. Solo la incompetencia o la mala fe pueden explicar que los leones no fueran vegetarianos, como los orangutanes. ¡Y qué necesidad había de crear tiburones! (Y no nos vengan, por favor, con la cantinela del equilibrio de la naturaleza; el problema, de existir, podía resolverse con mayor bondad). A esto sumemos los terremotos, tsunamis, huracanes, avalanchas y otros desastres de ocurrencia frecuente, y, en fin, tanto dolor innecesario que deben soportar las personas (terribles enfermedades, deformidades) y que hacen de nuestra existencia “un valle de lágrimas”, todo porque Jehová obró torpemente.

3º Por vanidoso y ególatra, al exigirle a sus hijos que lo amen sobre todas las cosas, promoviendo así (mediante el autobombo) el pecado de la idolatría: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio, 6). “Dios es celoso… No sea que se irrite y que su furor se dirija contra ti, y te extermine sobre la faz de la tierra” (Deuteronomio, 6). Miren que crear al hombre a su imagen y semejanza, habiendo tantas otras opciones (¡qué falta de imaginación!), y obligarlo más encima a adorarlo. Este patético rasgo de Jehová molesta sobremanera a las autoridades, pues un principio fundamental es que los dioses se merezcan el afecto de sus creaturas, que debe ser voluntario y corresponder al respeto que se han granjeado con su comportamiento.

ACTUALIZACIÓN. Se estarían investigando otra serie de ilícitos atribuidos a Jehová:
El exterminio provocado por el diluvio universal; la destrucción de Sodoma y Gomorra; el exterminio de los habitantes de Sehón y Basán (La Sagrada Biblia, Los Números, 21); el exterminio de los madianitas a cargo de Moisés, que ordenó a los jefes de su ejército matar a “cuantos varones hubiere, aun a los niños, y degollar a las mujeres que han conocido varón” (Los Números, 31); el exterminio de los cananeos (díjole el Señor a Moisés: “pasado que hubiereis el Jordán, y entrado en la tierra de Canaán, exterminad a todos los moradores de ella”, Los Números, 33); las masacres perpetradas por Josué (cumpliendo órdenes del Señor) en Maceda, Lebna, Laquis, Eglón, Hebrón, Dabir, Asor, localidades donde “se pasó a cuchillo a los moradores, sin dejar alma viviente” (El Libro de Josué, 10, Conquista de la Palestina Meridional, 11).

*Abogado. Profesor de Derecho Penal.

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