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Cultura

12 de Enero de 2016

Luis Lebert y el Chile actual: “Le entregamos la pega a los tesoreros del curso, a hueones que no piensan, calculan”

Luis Lebert por estos días está preparando el concierto en el que Santiago del Nuevo Extremo, banda clave del Canto Nuevo, lanzará su sexto disco de estudio. Al teléfono con The Clinic Online habló del proceso de creación de la nueva placa y abordó desde una perspectiva crítica los problemas de la industria musical chilena. "La palabra es la exclusión", dice, y apunta sus dardos a los "tesoreros de curso, esos hueones toman todas las decisiones que se supone tomamos todos juntos". Para él, el camino es otro: "Si la exclusión es la palabra, nosotros haremos el lugar de los excluidos el lugar más bello del mundo".

Por
luis lebert

Desde que se reunieron en 2008 -después de un receso de cinco años- Santiago del Nuevo Extremo lanzó un disco grabado a dos micrófonos y un computador que se caía a pedazos. Registrado en la casa de los padres de Luis Lebert como una ceremonia para despedirla, nació Leuda (2012), por el que ganaron un Altazor y demostraron que todavía estaban activos, a más de treinta años de su fundación en 1978 y a ocho de su última producción.

Hoy, uno de los grupos clave del Canto Nuevo lanza su sexto álbum de estudio con título homónimo, ‘Santiago del Nuevo Extremo’, y que se lanzará en el Teatro Cariola el próximo 15 de enero. En su grabación tocaron los cuatro miembros actuales de la banda, tres de ellos de la formación original: Luis Lebert (guitarra y voz), Pedro Villagra (vientos) y Jorge Campos (bajo), más Carlos Basilio que se sumó a la agrupación hace algunos años. Las únicas invitadas del álbum fueron las dos nietas pequeñas de Lebert que abrirán el concierto cantando el coro de una de las nuevas canciones del grupo, ‘La paloma’, la primera composición que el líder de la banda escribió cuando era aún un niño.

¿Cómo se amasó la idea de hacer un nuevo disco?
De repente nos dimos cuenta que llevábamos como seis, siete años ininterrumpidos tocando, cosa que no nos suele pasar, y que no íbamos a parar. Así empezó todo. Además, entendimos que la gente nos sigue no porque seamos tan especiales, si no porque somos reconocidos como músicos de la aldea. Cuando la aldea tiene ganas de mirarse, tocarse, danzar, echan mano a los músicos propios y un poco de eso está pasando con nosotros, porque no podemos hacernos los lesos, Santiago del Nuevo Extremo está entretenido de escuchar, está como en la mesa de nuevo. Por otro lado, nos tocaba hacer un disco de canciones porque nos entretenemos mucho tocando y hemos hecho álbumes que no traen temas si no que pequeñas obras para escucharlas con un psicólogo al lado, jajaja.

Son los mismos de siempre, ¿no? Varios miembros de la formación histórica se mantienen.
La foto es muy parecida a la del primer disco (‘A mi ciudad’, 1980). En esa época yo iba al ensayo y me topaba en el paradero con el Jorge Campos y con el Pedro Villagra, y nos íbamos los tres a la casa del Lucho Pérez o de algún miembro histórico a ensayar. Ahora la escena es parecida. La base del Santiago se conserva siempre, no cambiamos mucho en realidad. Antes éramos quinteto, sexteto, y a medida que se han ido yendo no los hemos ido reemplazando, jaja. Quedamos los tres no más, más Carlos.

¿Cuándo hablas de que se dieron cuenta de que son músicos de la “aldea”, ¿a qué te refieres?
Tiene que ver con la comunidad. Lo que pasa es que para los cabros es difícil entender qué significa. Porque en la experiencia concreta lo único en común que administramos actualmente es la kermesse del colegio. Y eso más o menos porque seguramente la van a privatizar, jajaja. No tenemos el ejercicio de vivir la práctica de lo común. Antes era distinto, incluso en la música, porque ésta habitaba lejos de lo que podía abarcar la industria. Nosotros a pesar de ser súper contestatarios teníamos un lugar en toda la mediática chilena. Fuimos a casi todos los programas estelares sobre música en la época de Pinochet y la explicación es que la aldea existía. Ahora no, el tema para los más jóvenes es mucho más difícil, por eso a mí no me gusta cuando los cabros piensan que nosotros somos unos héroes por haber aprendido a respirar en un momento tan difícil. Eso puede ser cierto, pero hoy día las cosas no son fáciles. Los cabros tienen que sobrevivir a la exclusión de no tener pega, de no tener espacio como músico, entra tantas otras cosas. Eso para un niño es mucho más fuerte que la violencia, porque es algo que no tiene descanso nunca. Ni en la noche, ni en las caminatas para la casa, nunca. Para eso estamos nosotros, para cuando vas caminando de vuelta a la casa después de que te dijeron que no.

¿Cómo se fue armando el disco?
El proceso es más o menos conocido en nosotros. Los cuatro componemos, desde el disco número uno. La tarea fue la misma que siempre, el que compone se hace cargo de conducir la cosa, hacia un camino que va siendo propuesto también por los otros músicos. El que la escribió a veces deja de ser tan importante porque nosotros más que arreglos hacemos ejecuciones. Difícil es decirle al Pedro Villagra o al Jorge Campos que hagan otra cosa que lo que se les ocurre. Lo mismo conmigo, si me dicen ‘haz esto con la guitarra’, hago lo otro, al tiro, jaja. Y como somos solo cuatro lo que funciona es la magia de saber que uno se está tirando de cabeza a tocar.

¿Musicalmente como viene el nuevo disco?
Como siempre. Hacer un disco con los amigos cuando ha pasado una vida tocando con ellos es una experiencia que no muchas bandas pueden contar. Y más encima nosotros tenemos una experiencia especial. Somos un lugar donde habita la buena música, nos lo hemos propuesto así desde el primer disco. Cada uno ha construido su carrera solista reconocida. Entonces cuando los cuatro nos juntamos lo que aparece es un espíritu muy chileno de hacer lo que haces tú, lo que hace tu papá, lo que hacían los abuelos, que es juntarse a cantar, simplemente.

s nuevo extremo

¿Al volver a componer en estos tiempos cuan presente está la época de los 70, los 80, que es cuando ustedes crecieron?
Ha pasado una vida desde esos años. Me acuerdo cuando tenía 14 años y lo más preciado en mi casa, que era una casa de músicos, era la discoteca. Y en esa discoteca había como dos secciones, una del mundo que mi mamá la tenía llena de discos de Led Zeppelin. Con una soltura de cuerpo increíble, porque ella era concertista, nos decía que la música se dividía en dos: la buena y la mala y mientras lo decía podía estar tocando a Bach o a la Violeta Parra, como ejemplo de la buena. ‘Y la mala no se practica en esta casa’, decía. Y en torno a la música crecimos buena parte de los chilenos. Qué te quiero decir, que para nosotros el lugar más mágico de esa colección era por lejos la que tenía la música chilena. Yo me acercaba cuando chico y escuchaba al tiro los gritos de de mi papá, de mi mamá y de mis hermanos: ‘¡Qué vai’ a sacar! ¡Con cuidado, no vayas a rayar el disco!’, porque eran como tesoros que uno tenía. Me acuerdo que mi mamá llegó como el año 69 con un disco de Los Jaivas, ‘miren niños, pa’ que aprendan’, nos dijo. También estaba casi todo lo de Víctor Jara, Los Blops enteros, Los Jaivas enteros, el Pato Manns, la Isabel Parra con el Ángel Parra, el Inti Illimani, el Quilapayún y su Cantata Santa María de Iquique. La herencia de canciones que nosotros en este país podemos ostentar es una herencia única en el mundo. Esa música es una herencia sagrada de los chilenos y tenemos que darnos cuenta.

¿Cómo ves el escenario musical actual?
Para qué te voy a comparar la discoteca que yo tenía en los 70 con la discoteca de los chilenos de hoy en día. Es injusto, incluso, porque hoy en día es difícil pedirle esa responsabilidad a los cabros porque se la entregamos a la industria. Ahora les cuesta más a los cabros hacer música porque la exclusión está muy instalada. Lo que le digo a los más niños cuando pierden un Fondart o se complican porque quieren cambiarse de lugar llegando a la industria, es que cuando uno reconoce que el lugar donde vas a hacer tú música es el camino alternativo, el deber es transformarlo en un buen espacio. La idea que plantea el disco es: perfecto, si la exclusión es la palabra, nosotros haremos el lugar de los excluidos el lugar más bello del mundo. Para eso hacemos canciones nosotros, no para mover a nadie de donde está si no que para acompañarlo cantando. Ahora si eso le da vuelo para moverse qué bueno porque nos movemos todos.

¿En ese sentido qué te parecen las nuevas generaciones de músicos que han llegado al circuito más comercial? Te hablo de Gepe, Javiera Mena, Manuel García…
Es re difícil construir lo que hacemos en el mundo que habitamos, pero es más difícil aún encontrar a un lote de músicos chilenos que sean fomes. Si no fuera porque vivimos en Chile estaríamos gritando desesperados, acá hay mucha creación. Pero no está en ese lugar el foco de nuestro interés. Tú me nombraste a tres amigos nuestros que la industria y la mediática nos pretende hacer creer que han ocupado el lugar de todos durante más de diez años. Y ni siquiera ocupan un gran lugar, ¿cachai? No es que uno se enoje porque estén ahí, el tema es que nuestra mirada está en otra parte, en la exclusión. Ahí habitan una cantidad de músicos increíbles. Ahora, como te digo, vivir en Chile es cómodo porque la industria haga lo que haga, siempre va a poder echar mano a buenos elementos. De los todos los que me nombraste difícilmente uno podría no reconocer su talento o su mirada artística, y eso me hace sentir muy orgulloso de Chile.

¿Oye, como está la salud de la industria musical chilena? Hay varios críticos…
La industria tiene que hacerse cargo de sus propios pecados, que en Chile son muy evidentes. Entre ellos que todo está regulado por actores del mercado. A nosotros no nos importa que la industria privada exista, obviamente, lo que nos duele es que esté presente en el Consejo de la Cultura, en gestos que supuestamente son del colectivo, de todos nosotros. Para destinar los fondos de la música, por ejemplo, el ministro, que no es ministro todavía, digamos mejor el señor de la cultura, tiene un Consejo de la Música, que le dice qué hacer con las platas del colectivo, palabra que escriben bieeeeen en minúscula. ¿Y quién está ahí? La ARCHI, que es un actor privado del negocio; la ANATEL, que es un actor privado del negocio y la SCD, que son los contadores de los músicos, no sus representantes. No tendrían por qué estar ahí. Yo no le puedo decir a mi contador que me represente, ¡es sólo mi contador!

No te gusta la SCD…
Fíjate que el problema de la SCD es un problema que se resume en la figura de los tesoreros de curso que todos tuvimos. En estos treinta años de ejercicio de la economía liberal nos hicieron creer que la pega del tesorero es muy difícil. Y la verdad es que es una hueá simple, porque consiste en contar plata. Cuando yo era pequeño la hacían los más limitados y hoy esos temas los músicos los resolvemos en un dos por tres porque sabemos hacerlo. Hoy día si tú te fijas todas las decisiones de país que supuestamente las tomamos en conjunto las toman esos hueones. Si tú me preguntas por la SCD, la ley dice claramente cómo se recauda el dinero correspondiente al derecho de los músicos, porque si tu radio o tu medio mete música, listo, tiene que pagar. Pero en ninguna parte dice cómo se reparte. Entonces cuando la ley no dice cómo se reparte es que la ley en su origen tiene un problema. No nos hagamos más los lesos. Todos sabemos perfectamente que en Chile todas las leyes de recaudación están claras pero cuando viene la distribución el reglamento se pone oscuro y raro. Tan raro que dicen que vamos a repartir la plata en base a un ranking radial y resulta que en todas las radios el espacio es privado y se paga. Entonces eso es todo, para qué vamos a pelear entre nosotros. Es una discusión que vamos a tener, obligadamente. Pero ojo con otras discusiones que hemos tenido, como lo que pasó con la educación. Teníamos un tremendo sueño y mira cómo terminó. Yo pediría que me explicaran qué mierda hacen generando cabros que llegan a las cinco y media de la tarde a la casa a hacer tareas. Eso era lo que queríamos discutir en Chile y resulta que terminamos hablando de copago, ¿por qué?, porque le entregamos la pega de pensar a los tesoreros del curso, a hueones que no piensan, calculan.

¿Qué se hace entonces para mejorar el escenario, al menos, en la industria musical?
No sé, yo creo que no se puede hacer nada en términos industriales. La propuesta que hacemos es que si el sinsentido nos empuja al borde del mundo, nuestra pega es que en ese lugar suene la música más linda que te puedas imaginar. Nosotros hacemos el empeño para que los demás entiendan que ese lugar donde la palabra exclusión te lleva, ese lugar donde eres empujado porque no hay pega, porque no hay esperanza, porque no hay política, porque no hay religión, porque nunca hay plata y porque la tarjeta bip no tiene carga, es ahí donde está la música más bonita del mundo. Si no hay donde mirar, miren en sus amigos. ¡Si nosotros somos una banda de barrio! Eso es lo que estamos intentando hacer, sin presiones. Al final, en este país tenemos una herencia tremenda que podemos aprovechar. Todos los chilenos son Neruda, todos los chilenos son Gabriela, y los tesoreros del curso nunca se van a dar cuenta de esa cuestión. Hace un tiempo ayudaba a los cabros a hacer sus proyectos del Fondart. Como hace tres años que ya no lo hago, porque más encima te cagan el disco chantándote el logo del gobierno en la portada. Hay que hacer las cosas desde otro lugar, no como la industria te dice, hay que hacerlo sin vergüenza y sin preocuparse de la marca de la guitarra que estás tocando.

¿Qué significado tiene tocar en el Cariola? Es un teatro importante para ustedes.
Es nuestro primer teatro, tiene mucho que ver con la historia del Canto Nuevo. En esos años (los 80) empezamos a usarlo en la música. Me acuerdo de una vez, para el lanzamiento de un disco, el primero quizás, que se prendieron las luces y todo el público entonaba ‘¡Canta, es mejor si vienes, tu voz hace falta…!’ (coro de ‘A mi ciudad’) mientras los “señores” carabineros estaban todos en fila al fondo, dentro del teatro. Era terrorífico. Y a lo lejos yo veía a mi mamá cantando con la voz en cuello, muy fuerte, mirando fijamente a un carabinero. En vez de mirar al escenario, miraba para el lado a los ojos del paco, jaja. Y después cuando el público dejó de cantar, el paco le dijo ‘yo me la sé también, señora’, jajaja. Así es la historia. Mi mamá el 15 va a ir. Tiene que aparecerse mágicamente eso sí porque habita otras dimensiones. Ojalá las Fuerzas Especiales no aparezcan.

El viernes 15 de enero a las 21:00 hrs en el Teatro Cariola será la reunión de Santiago del Nuevo Extremo. La pre-venta está a $13.200 y pueden ser adquiridas a través de Punto Ticket.

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