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Nacional

10 de Febrero de 2016

El dilema detrás de la discusión del aborto, según Carlos Peña

"A la hora de discutir sobre el aborto, podría resultar útil tener en cuenta una cuestión general que los partícipes de estas páginas suelen olvidar. ¿Cuál es ella? Se trata de la particular índole del debate democrático", escribe el rector de la UDP en una columna en El Mercurio.

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“Aborto: ni santas ni heroínas”, se titula la columna que escribe el abogado y rector de la UDP, Carlos Peña, en donde expone qué es en el fondo lo que se debe discutir como sociedad a propósito del proyecto de aborto terapéutico bajo las causales de inviabilidad del feto, riesgo de la vida madre o violación.

“A la hora de discutir sobre el aborto, podría resultar útil tener en cuenta una cuestión general que los partícipes de estas páginas suelen olvidar. ¿Cuál es ella? Se trata de la particular índole del debate democrático”, lanza Peña.

Sobre ésta, explica que “las sociedades democráticas están puestas en frente del siguiente dilema: deben aceptar que cada persona tenga convicciones religiosas o de otra índole, acerca de los límites de la existencia o el sentido de la vida humana, y que viva conforme a ellas; pero, al mismo tiempo, debe contar con reglas comunes que orienten la convivencia”.

Para hacer frente a esa cuestión, que en una primera revisión parece difícil de abordar, se debe llegar a lo que denomina como “un consenso superpuesto”.

Respecto del tema en cuestión, dice que “el proyecto de ley que el Senado comenzará a ver en marzo no establece un permiso general para abortar, lo que establece es el derecho de la mujer para decidir hacerlo cuando enfrenta una “elección trágica”, una elección entre alternativas tan dramáticas que ningún observador imparcial podría resolver bien: si mantener o no el embarazo a sabiendas que la vida extrauterina será imposible; si mantener o no el embarazo arriesgando su propia vida; si mantener o no en su vientre el fruto de una violación”.

“Así, lo que debe discutirse en cada una de las hipótesis que el proyecto plantea no es cuál sea el origen de la vida humana o si la vida humana tiene o no valor. Lo que debe discutirse es una cuestión distinta que cabría subrayar: si acaso una sociedad puede imponer coactivamente a las mujeres obligaciones que, bajo cualquier respecto, equivalen, por decirlo así, a actos moralmente heroicos, actos supererogatorios”; es decir, “una conducta que es buena, pero que no es obligatoria”.

Para graficar si argumento, expone que “hay un amplio acuerdo en que la donación de órganos o de sangre para salvar la vida de otro, incluso de un padre a su hijo, no debe ser jurídicamente obligatoria. ¿Por qué habrá de serlo soportar el fruto de una violación? Una respuesta posible es la de esgrimir el diverso peso causal de actuar y de omitir”.

Así, cierra Peña, “lo que deberá discutirse en marzo entonces es si el derecho puede imponer esas conductas supererogatorias a las mujeres: si acaso puede obligarlas, cuando son violadas o castigadas por la naturaleza, a comportarse como heroínas o como santas”.

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