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Nacional

29 de Mayo de 2016

La Constitución de las arpilleristas

El miércoles 18 de mayo, doce mujeres se reunieron a conversar sobre la Constitución. En la sede de Memorarte, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, mientras bordaban, tomaban café y comían galletas, hablaban de los valores, derechos y deberes que debían regir la nueva carta fundamental de Chile. Erika Silva, moderadora del encuentro, escuchaba las opiniones de sus compañeras y tomaba nota. Luego de tres horas de diálogo, estas bordadoras plasmaron en una gran arpillera su deseo principal: una Asamblea Constituyente.

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Yo sueño Chile… por eso me gusta participar activamente y poner mis energías en el trabajo que hacemos en Memorarte. Nuestra idea es ser capaces de compartir espacios comunes y poder incidir a través del bordado en la sociedad. Creemos que ese incidir tiene que ver con visibilizar aquellas deudas que tiene Chile con su población. Deudas que no queremos que una elite nos diga cómo solucionarlas.
Me gustaría vivir en un Chile más abierto, donde seamos más escuchados todos, la gente común y corriente. Donde sus riquezas naturales estén al servicio de todos, donde haya una mejor repartición de las ganancias, donde la educación sea lo más importante, porque es lo que nos da oportunidades a todos.

No podemos seguir concediéndole más poder a los que ya son poderosos, porque quienes más poder deberíamos tener, hemos estado replegados de lo público. Las deudas de Chile con la sociedad tienen relación principalmente con quiénes ponen las reglas de la democracia. Estas prácticas siempre han sido exclusivas de quienes ostentan el poder, y es algo instalado en el imaginario de la ciudadanía. Algo que de manera sostenida dicta que la casta que gobierna es una y la que es gobernada otra. Incluso es evidente dentro de los mismos partidos políticos. Los militantes entienden que no pueden tener vocación de poder si no pasan o se congracian con el que está más arriba. La posibilidad de escalar no surge desde abajo, sino que desde la unción del que está en lo alto. Depende de que te apunten con el dedo y te encuentren funcional a sus objetivos. Estamos todos capturados por el poder.

Sabemos que esta experiencia es un diálogo forzado, dentro de una sociedad que tiene una educación cívica bien penca. Por lo mismo la gente, sin mayores capacidades para debatir, ni siquiera conoce todos los conceptos que tiene que discutir en la instancia. Lo más importante para nosotras es señalar que lo que nos interesa y lo que queremos es Asamblea Constituyente.

Conocemos la historia de cada una y entendemos que, aunque nuestras particularidades son importantes, lo fundamental es el colectivo. Por eso nuestro diálogo en el encuentro fluía como algo natural y no se prestaba para la confrontación. Aquí lo que la gente tiene que entender es que no estamos escribiendo la Constitución, sino que estamos conversando las bases de ella. Conocemos las reglas del juego.

Mientras conversábamos en nuestro encuentro, bordamos una gran arpillera que decía “Asamblea Constituyente” en el centro, porque lo único que nos importa es que se reconozca cuál es el mecanismo para escribir la Constitución y ese es el que queremos. Entendemos que sólo a través de ese proceso, en donde nuestra voz va a ser mucho más vinculante, vale la pena el ejercicio riguroso, reflexivo y analítico. Si ese no es el mecanismo elegido, se va a desilusionar la fe pública.

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