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Opinión

21 de Junio de 2016

Columna: La amenaza de Aguas Andinas con Alto Maipo

El negocio es redondo. Aguas Andinas vende sus reservas y luego realiza cobros adicionales para conseguir nuevas reservas. Bajo esa misma lógica, en el futuro la empresa podría decidir vender las aguas del embalse de Pirque, y otra vez realizar cobros adicionales para un segundo embalse. Y así sucesivamente.

Cristian Donoso Christie
Cristian Donoso Christie
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Esta historia es la alegoría perfecta del declive moral y técnico de nuestra institucionalidad. Comienza con una epopeya, la de traer agua potable a Santiago, y termina con el desastre del pasado 23 de abril, cuando gran parte de Santiago se quedó sin el preciado recurso.

En 1873, Benjamín Vicuña Mackenna exploró las lagunas Negra y Lo Encañado, en los altos valles cordilleranos del Cajón del Maipo, y decidió impulsar la construcción de un acueducto para transportar las aguas cristalinas de esos afluentes a los hogares de Santiago. La obra fue inaugurada en 1917. Treinta años más tarde, el caudal del acueducto Laguna Negra se tornó insuficiente para satisfacer la creciente demanda de agua potable en Santiago, y en 1946 entró en operación la Planta Las Vizcachas, destinada a tratar las aguas del río Maipo. Para asegurar un caudal mínimo, en 1969 se inauguró el Embalse del Yeso. Con todo, el acueducto Laguna Negra se mantuvo operativo, a fin de combatir la excesiva turbiedad del Maipo, que es señalado por la Dirección General de Aguas, como el río más turbio de Chile.

Desde entonces, la función de aquella obra creada en 1917 fue adquiriendo un valor creciente. En la actualidad, con fenómenos climáticos acentuados como “el niño”, y el sostenido avance del calentamiento global, es cada vez más frecuente que durante las precipitaciones en la Región Metropolitana las aguas del río Maipo alcancen una turbiedad extrema, que las plantas de Aguas Andinas no son capaces de decantar. En esos momentos de turbiedad máxima, las reservas de aguas cristalinas del acueducto Laguna Negra aportan aquellos flujos limpios que las plantas no son capaces de producir.

A fin de incrementar la capacidad del acueducto para inyectar agua cristalina al sistema, en 2008 Aguas Andinas anunció la construcción de un ducto para sacar agua del embalse del Yeso y llevarla al acueducto Laguna Negra. Con esas obras, también se conseguiría fortalecer la capacidad del sistema para responder ante eventos de contaminación extrema del río Maipo, a causa de cenizas arrojadas por la erupción de volcanes como el San José, Maipo y Tupungatito, o por efecto de un derrame accidental de sustancias tóxicas.

En este punto del relato, hemos llegado a una inflexión en la epopeya de llevar agua potable a los habitantes de Santiago. Lo que sigue ahora, es un camino hacia los bajos fondos de la codicia. Hacia finales de la década pasada, irrumpió en escena el Proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo, estableciendo un límite definitivo a la operación y expansión del acueducto Laguna Negra, y con ello, al desarrollo de obras esenciales para asegurar la provisión de agua potable de Santiago. Mediante un contrato secreto con Aguas Andinas, Alto Maipo obtuvo el derecho de captar parte de los caudales que desaguan las lagunas Lo Encañado y Negra, y la potestad de restringir el aprovechamiento del embalse del Yeso, como fuente de alimentación del acueducto Laguna Negra, todo ello con el propósito de utilizar esas reservas, las más importantes de Chile, para operar sus centrales hidroeléctricas de pasada, que ya tienen un 30% de avance en su construcción.

Con ello, las aguas captadas por Alto Maipo en esas fuentes prístinas, ya no tendrán la posibilidad de llegar limpias al sistema de producción de agua potable de Santiago, sino que entrarán a los túneles de Alto Maipo, y luego de generar electricidad, serán vertidas sobre las aguas turbias del río Maipo, con las que se mezclarán, perdiendo sus cualidades de pureza. Por el mismo contrato, Aguas Andinas se obliga a usar sólo durante un día al año el ducto que comunica el embalse del Yeso con el acueducto Laguna Negra, en casos de contaminación del río Maipo. La construcción de ese ducto, financiada con cargos adicionales en las cuentas de los consumidores, fue autorizada por el Estado sin estas restricciones. Por increíble que parezca, estos acuerdos entre Aguas Andinas y Alto Maipo, no formaron parte del Estudio de Impacto Ambiental con el que este proyecto hidroeléctrico obtuvo la aprobación de su construcción y funcionamiento. La Superintendencia de Servicios Sanitarios, guardiana de los intereses públicos en este ámbito, no solo se mantuvo al margen del contrato, sino que además custodió su secreto.

Aguas Andinas aceptó este convenio a cambio de una ganancia de $280 mil millones. Por ese dinero, la empresa sanitaria vendió la seguridad en la provisión de agua potable para un cuarto de los chilenos. ¿Cómo se resolverá, entonces, la turbiedad extrema del río Maipo? La “solución” ya ha sido anunciada. Se construirá un embalse en Pirque, lo que implicará una inversión de 90 millones de dólares, cuyos costos serán cargados a las cuentas de los santiaguinos.

El negocio es redondo. Aguas Andinas vende sus reservas y luego realiza cobros adicionales para conseguir nuevas reservas. Bajo esa misma lógica, en el futuro la empresa podría decidir vender las aguas del embalse de Pirque, y otra vez realizar cobros adicionales para un segundo embalse. Y así sucesivamente.

Entrando de facto al negocio de generación eléctrica, Aguas Andinas obtendrá ganancias adicionales a las que obtiene por su gestión sanitaria. Para sus clientes, en cambio, esto significará agua más cara, de peor calidad, y lo más grave, agua menos segura. Las rebajas en las cuentas anunciadas como efecto del contrato entre Alto Maipo y Aguas Andinas, están lejos de aplacar esas amenazas y perjuicios.

El embalse de acopio de aguas de reserva que proyecta construir Aguas Andinas en Pirque, de 1.500.000 metros cúbicos, contrasta dramáticamente con los 830.000.000 metros cúbicos de capacidad que ofrecen el Embalse del Yeso y las lagunas Negra y Lo Encañado. Léase bien, la relación es 1 a 415. En efecto, se renuncia a 415, para reemplazarlos por 1.

Con todo, acá está en juego mucho más que dinero. Estamos hablando de la certeza de que ocurra un hecho tan esencial, como es que salga agua potable cuando abrimos la llave en nuestros hogares. Renunciar al uso de las principales reservas de agua de Santiago, mientras su población crece, las lluvias disminuyen, los glaciares se extinguen y las isotermas cero se elevan, es un hecho pura y simplemente demencial.

*Investigador y explorador.

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