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Opinión

1 de Noviembre de 2016

Columna de Carlos Henríquez: Escritura con acento

La dificultad para desarrollar lo que pensamos y escribirlo de manera coherente no solo repercute negativamente en la asignatura de Lenguaje y Comunicación, sino también en otras áreas del conocimiento, a lo largo de la etapa escolar.

Carlos Henríquez
Carlos Henríquez
Por

sala de clases A1

En el contexto de la Feria Internacional del Libro de Santiago, Filsa 2016, cuyo lema es Escritores sin papel de escritores: hoy todos somos un poco autores, cabe resaltar las oportunidades que abre el escribir y cómo muchas veces esta actividad ha sido reservada a las grandes ideas, a una élite, lamentablemente.

Todos escribimos y es un ejercicio que debe ser constante y tener fuera todo prejuicio. Aquí no hablo sólo de la calidad de un texto, sino más bien de lo cotidiano, del impulso que debe salir naturalmente en cada niño para decir, comunicar algo con las palabras, con nuestro idioma, lo que en definitiva nos hace tomar sentido de lo colectivo.

Aunque suene majadero, escribir incide en el proceso de aprendizaje, ya que poner nuestro pensamiento por escrito nos permite reformular el conocimiento y organizar las ideas, al tiempo que reflexionamos acerca de lo que escribimos. Lo anterior es clave. Sin embargo, requiere tiempo en acompañar a los niños de nuestro país en entregar todas las herramientas necesarias para que puedan desarrollar esta veta, de una manera, en lo posible, amena.

En ese sentido, a partir de los últimos resultados que nos entregó el Simce de Escritura de 6° encontramos algunos logros y también desafíos relevantes que vale la pena comentar. Más del 74% de los estudiantes escribe textos con un propósito comunicativo claro; sin embargo, un tercio de los estudiantes no logra hacerlo de manera coherente y alrededor del 40% no es capaz de desarrollar sus ideas.

La dificultad para desarrollar lo que pensamos y escribirlo de manera coherente no solo repercute negativamente en la asignatura de Lenguaje y Comunicación, sino también en otras áreas del conocimiento, a lo largo de la etapa escolar. Por ejemplo, si en un trabajo de Historia se le pide a un estudiante que explique en qué consiste “la democratización de la sociedad” y, en respuesta, hace un listado de ideas sin desarrollarlas y articularlas, el docente no puede saber si, efectivamente, el estudiante no entendió a cabalidad el tema y está escribiendo de memoria o si es que no lo sabe explicar.

En cuanto a las familias, una manera de complementar lo que se hace en los colegios, las orientaciones que podemos entregar son variadas y transversales. En primer lugar, es esencial que los padres valoren y fomenten la escritura, por ejemplo, demostrando interés sincero por lo que escriben sus niños y niñas o compartiendo lo que ellos escribían cuando eran pequeños. Además, pueden crear espacios cotidianos en los que se escriban de forma entretenida desde recetas de cocina a mensajes de texto en chats familiares. Así se entiende que la escritura está presente en los quehaceres habituales y en los distintos espacios de desarrollo de los niños.

Por otra parte, como sociedad debemos reflexionar acerca de qué efecto y lugar tienen las tecnologías a la hora de desarrollar las habilidades de la escritura. Por ejemplo, escribir con alguna falta de ortografía o palabras abreviadas un whatsapp o un twitter para un amigo es un contexto en el que ni el mensaje ni la intención del texto se verán perjudicados. Sin embargo, esto no quiere decir que no se deba enseñar y reforzar ortografía como conocimiento que facilita la fluidez de la lectura y, más importante aún, esto no quiere decir que solo sea valiosa la capacidad de síntesis, sino que también debemos fomentar la capacidad de desarrollar y profundizar nuestras ideas. Es decir, la tecnología y algunos de sus dispositivos propician más instancias de escritura, lo que es una buena noticia, pero no hay que olvidar que pueden favorecer algunas competencias en desmedro de otras, que debemos también procurar desarrollar por otros medios.

Hoy tenemos la oportunidad de contribuir al proceso educativo formal y destacar el aporte que podemos hacer todos los adultos apoyando la labor de cada colegio, de modo que todos trabajemos para que nuestros estudiantes sean capaces de comunicarse mejor y aportar con ello a una competencia que impactará a futuro, pues la escritura deja huellas y perdura en el tiempo, por consiguiente, trasciende totalmente.

*Carlos Henríquez es Secretario Ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación

Columna de Carlos Henríquez: Los colegios mixtos y el debate de la igualdad – The Clinic Online

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