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Mundo

2 de Marzo de 2017

“Por qué no me voy”: El drama humanitario de los inmigrantes que Trump quiere deportar

"Aceptan nuestro trabajo pero no nos proveen el pedazo de papel que reconoce nuestra humanidad", reclama la mexicana Jeanette Vizguerra, quien a diferencia de quienes pugnan en silencio, por el evidente miedo a ser expulsados, confiesa que optó por hacer pública su lucha "para llamar la atención sobre lo injusto del sistema. Quería inspirar a mi comunidad a salir de las sombras y alzar sus voces".

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“Este año cumplo 20 años viviendo en Denver, pero puede que tenga que pasarlo en el sótano de la Primera Iglesia Unitaria de Denver en lugar de en mi casa”. Así es como Jeanette Vizguerra inicia en una columna de The New York Times el relato de su drama, ese que viven millones de inmigrantes que temen ser expulsados de los Estados Unidos por el masivo plan de deportación que lanzó Donald Trump, el presidente-magnate que ha hecho de la inmigración su caballo de batalla.

“Todos los días, cuando despierto en la habitación que me han ofrecido aquí, lo primero que me pregunto es quién recogerá a mi hijo y a mis hijas de la escuela”, escribe Vizguerra, quien dice que al igual “como millones de otros inmigrantes, mi futuro en este país se ha puesto en duda. Gracias a la nueva política del presidente Trump, toda persona indocumentada es blanco de deportación”.

Cuenta que durante las dos décadas que lleva en Estados Unidos, “he sido testigo de muchas injusticias y he participado en la organización comunitaria para hacerles frente, incluso como copresentadora de un programa de radio. Después de dos décadas pagando impuestos, gastando miles de dólares en mi caso inmigratorio y luchando durante ocho años contra mi deportación, no me voy a dar por vencida ahora”.

Se remonta a 2009, fecha que fija como un giro en su historia. “Fui detenida por un oficial de la policía y eso cambió todo. Mi licencia había expirado y no había podido renovarla. Antes de pedirme la licencia, el oficial me preguntó: “Usted está legal o ilegal en el país?”. Conocía mis derechos y respondí: “No voy a contestar a esa pregunta””.

“Me arrestó y mientras revisaba mi cartera encontró documentos que llevaban mi nombre y fecha de nacimiento real pero un número de seguro social inventado. Lo necesitaba para solicitar un tercer trabajo, además de los dos que ya tenía, como trabajadora doméstica y empleada de mantenimiento. Me declaré culpable por un delito menor de tercer grado: intento de posesión de un documento falsificado”, recuerda.

Jeanette Vizguerra, acaso la cara visible de un drama que parece universal, dice que “esto suena como una acusación seria, pero lo que algunos pueden considerar criminal es una cuestión de supervivencia para la mayoría de las personas que construyen sus casas y las mantienen limpias”.

“Aceptan nuestro trabajo pero no nos proveen el pedazo de papel que reconoce nuestra humanidad”, reclama.

A diferencia de quienes pugnan en silencio, por el evidente miedo a ser expulsados, confiesa que optó por hacer pública su lucha “para llamar la atención sobre lo injusto del sistema. Quería inspirar a mi comunidad a salir de las sombras y alzar sus voces”.

En 2012, Jeanette debió volar de improviso a México, porque su madre estaba grave. No alcanzó a llegar, la muerte la sorprendió en el avión, sólo estuvo presente en el funeral. A los meses, volvió a Estados Unidos, “caminando a través de montañas y del desierto hasta que mis pies quedaron destrozados”.

“Fui detenida por la Patrulla Fronteriza en Texas. Mientras estaba detenida ahí, llamé a mi familia y a amistades activistas para contarles lo que había sucedido. Gracias a mi comunidad y a mi abogada, fui liberada con una suspensión de deportación y una orden de supervisión”.

Desde entonces, en cinco oportunidades zafó de la deportación hasta hoy, cuando el sexto intento de suspensión venció el 15 de febrero. “Me tenía que reportar ante funcionarios del ICE. Sin embargo, después de ver que la semana anterior en Arizona una madre fue arrestada e inmediatamente deportada por el ICE, seguí mi intuición y busqué refugio. Cuando mi abogada y el pastor de la Primera Iglesia Unitaria fueron a la cita en mi nombre, agentes de ICE estaban esperando, listos para arrestarme”.

“Trump ha desvelado su plan de criminalizarnos y hacernos vivir con miedo, comunidades enteras están bajo amenaza (…) tenemos aliados y aliadas en todo el país, en las escuelas y en las comunidades religiosas, en campos agrícolas y en restaurantes. Sus ejemplos me inspiran a continuar la lucha hasta que todos y todas podamos caminar libremente por las calles. Pero no es fácil estar expuesta al público y —aun agradecida como estoy por el apoyo de la Coalición Santuario— es difícil vivir en una iglesia en lugar de en mi casa. Quizá hayas visto la etiqueta #JeanettePerteneceAquí. Estados Unidos es el país de mis hijos e hijas. Yo me quedo aquí porque es mi hogar. No me voy”.

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