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Nacional

12 de Marzo de 2017

Exalumnos destacados desclasifican recuerdos y anécdotas: Yo estudié en el Arcis

Mientras la universidad sufre los síntomas terminales que podrían llevarla al cierre definitivo, la agónica lucha continúa entre quienes la dan por muerta y los que insisten en su continuidad. Sin embargo, no son pocos los que creen que el revolucionario proyecto educativo que alguna vez fue, se terminó hace años, contaminado por líos de platas y mala administración. Aquí, seis destacados egresados cuentan lo que vivieron y aprendieron en sus años de estudiantes.

Por

María José Campos, “La Porotito Verde”, profesora de danza y actriz:

“Me río sola cuando recuerdo esa época”

“Arcis ha sido uno de los accidentes más lindos en mi vida. Yo quería estudiar danza y ser bailarina contemporánea, así que me interesó porque entregaba títulos con un programa estable. Entré en 1997 y mi vida cambió. En mi casa, por ejemplo, no se hablaba del golpe ni la dictadura, pero cuando llegué a estudiar me enteré de todo lo que pasó. Tenía muchas amigas que eran hijas de detenidos desaparecidos. Así comencé a empatizar con el dolor de muchos chilenos. También hice bastantes reproches en mi casa, porque todo me lo contaron desde una mirada derechista. Nunca me involucré en movimientos, pero sí marché varias veces con mis compañeras. Incluso recuerdo haber salido corriendo de carabineros.

Yo estudié en Huérfanos, las salas de danza daban a la calle, y a veces teníamos que evacuar porque entraba una lacrimógena. Ser de Arcis era suficiente para que te llevaran detenido. Me acuerdo que nos tomábamos los espacios debido a la precariedad de la infraestructura. En danza y teatro nos peleábamos los pasillos para poder ensayar. Lo hacíamos en el hall, fuera de los baños.

En la universidad se carreteaba piola hasta que hubo muchas quejas de los vecinos por los estudiantes fumando pitos en la cuneta, así que en los edificios de administración habilitaron la azotea para sacarnos de la calle. Esa terraza la recuerdo bien prendida, hasta con parrilla. Le pusimos “KamikArcis” y estaba abierta siempre, pero los viernes empezó a quedar la embarrada y la cerraron. Me río sola cuando recuerdo esa época.

Siento dolor por el cierre. Quisiera tener más claro quién robó y administró esto tan mal. Despidieron a todos los profesores sin indemnización, algunos estaban sin contrato trabajando por años y con boleta. A mí no me cuadra que con un negocio así, hayan perdido tanta plata”.


 

Jorge Olguín, director de cine:

“Arcis era más que una universidad privada”

“Entré en 1995 por recomendación de un profesor. Cuando llegué a la sala a mi primera clase, fue un amor a primera vista que me cambió todo. Los profesores eran eminencias en su especialidad. No sólo te formaban para hacer cine, Claudio Di Girolamo, director de carrera en ese entonces, fue enfático y nos dijo que ignoráramos los formatos.

También aprendí de Pedro Chaskel, un genio del documental, y realicé el cierre de mi tesis con Helvio Soto, gran cineasta con mirada política. “Ángel Negro” se hizo en un taller de Raúl Zurita, con el tema de las muertes sin tumba. Aunque terminé haciendo películas de terror, creo que son cínicas, porque son muy políticas y contingentes.

Me incentivaron toda la pasión en mi búsqueda del cine de género. Pude hacer un cine de terror más técnico, vago, efectista, pero me inculcaron darle una mirada, contando historias con un entorno social definido y un punto de vista. El arte sin un discurso no tiene sentido.

Todavía tengo sentimientos encontrados con el cierre. Me da lástima que las contradicciones, los intereses políticos y económicos hayan frenado el proyecto. Arcis era más que una universidad privada. Su aporte era muy fuerte, un sueño precioso que terminó de forma irónica, porque el financiamiento terminó sepultando todo como una gran tragedia”.


 

Daniela Ramírez, actriz:

“Jamás pensamos que iba a ser un cagazo tan grande”

“Ingresé a la Escuela de Teatro a los 19 años. Estaba interesada en las personas que hacían clases ahí, principalmente en Ramón Griffero, pero también me gustaba el tipo de persona que ingresaba a la universidad, ahí siempre encuentras de todo, es bien horizontal. A mí la escuela me dio todo, fui muy feliz ahí. Siempre nos inculcaban darle un toque propio.

Ese es el sello de los alumnos de Arcis, rupturistas y arrojados, producto de un ambiente permisivo bien especial.

Yo viví los últimos dos años, antes de las protestas y marchas más duras. Estaba muy presente en la universidad la lucha. Si bien no participaba como militante, sentía el teatro como una herramienta. Recuerdo que hicimos performances en todos los espacios de la universidad como “El luto de la educación”, una manifestación callejera silenciosa, con gente vestida de negro que caminaba como si estuviera en un funeral.

Respecto a la crisis, sabíamos lo que estaba ocurriendo, pero jamás pensamos que iba a ser un cagazo tan grande que terminaría con el cierre definitivo. Más allá de la directiva, los alumnos eran los que hacían la universidad. Por eso lo veo con mucha pena y rabia, por la gente que realmente quería estudiar y enseñar ahí”.


 

Rodrigo Susarte, director de cine y televisión:

“Reconocer que tu universidad ya no existe te hace más paria”

“Ingresé a la universidad porque me atrajo su mirada reflexiva sobre el cine. Fue una generación que tuvo mucho de exploración, aunque tampoco eran los más visionarios del mundo. Cuando presenté “El Gen Mishima” casi me reprobaron, me pusieron un cuatro, siendo que le fue bien en la tele.

En segundo año filmábamos con cámaras de 16 mm, nos daban plata para producir y eso fue súper educativo. Era hacer cine con todas sus letras y nos enseñaron el rigor cinematográfico en los rodajes. Siempre tenías que defender tu mirada, había apertura, pero a la vez mucho cuestionamiento.

A mí me miraban raro por no adherir a los paros. Esos días me acuerdo que pedía cámaras y aprovechaba de grabar. Recuerdo que hacía frío en las salas y se mojaban con la lluvia, lo que hasta hoy me parece extraño porque pagabas harta plata como para tener esos problemas.

Hay una parte del cine que es lo sofisticado, pero también está la calle, el grafiti, la suciedad, el vómito. Esas texturas son de Arcis y se va a perder esa espontaneidad de la irreverencia. Hace mucho rato que estaba condenada y los profesores en el último tiempo trabajaban sin ser remunerados.

Es triste, porque estos espacios son necesarios como albergues. No deberían cerrarse, sino fomentarse. Me da pena porque es mi Alma Mater y ya no tendré escuela. Reconocer que tu universidad ya no existe te hace más quiltro, más paria”.


 

Víctor Hugo Robles, El Che de los Gay, periodista y escritor:

“Era el más maricón de la universidad”

“Entré a la escuela en 1990. Era un lugar de resistencia política y reunía a muchos profesores expulsados de la Universidad de Chile en dictadura, eso me interesó. Confluía todo el mundo de izquierda: comunistas, miristas, lautaristas. Mi orientación sexual, muy notoria, ya que era el más maricón de la universidad, dejó de ser un problema cuando entré.

Ahí se hizo la alianza entre la diversidad sexual y la izquierda. Hicimos talleres de literatura homosexual con Pedro Lemebel y, en 1996, ocurrió el legendario encuentro entre Joan Manuel Serrat y los estudiantes. Le pregunté por qué no le dedicaba una canción a los gay y Pedro terminó dándole un beso en la boca. Esa confluencia de personas raras llevó a que Lemebel la bautizará como el “Arcis de Noé”. La formación era para transformar el mundo, no para tener un título y ganar plata.

Después de las clases fumábamos pitos ahí mismo, lo que provocó muchas peleas con los vecinos y aparecíamos en la tele. Una vez murió un carabinero quemado a la salida y quedó como un albergue de extremistas. Yo creo que había agentes de inteligencia infiltrados.

Arcis siempre estuvo en crisis. Cuando Tomás Moulian era director, ya se hablaba de que podía quebrar. En un gesto generoso, Gladys Marín destinó una importante suma de dinero para sacarla a flote y eso marca el ingreso del Partido Comunista, no para hacer negocio sino que para rescatarla.

El cierre es una gran pérdida para la educación chilena. Hay un dato que grafica todo. Teníamos una gata, Morgana, que se paseaba por las salas, recibía y despedía a los estudiantes en la puerta, era muy querida. El 2015 apareció muerta, así que tuvimos un velorio en el patio con música y flores. Todos nos miramos y sentimos que su muerte era el principio del final. Fue un signo cósmico de cómo terminaría todo”.


 

Vicente Siriany, “El Rucio”, guitarra y voz de Villa Cariño:

“La escuela de música era una burbuja caótica”

“Cuando entré a estudiar canto popular en 2003, la escuela no era de Arcis sino que de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor. Después se aliaron para que la facultad tuviese acreditación. Se supone que iba a mejorar. Para ser sincero, seguí en Arcis para tener un título acreditado. Los profesores eran de la SCD, por lo que no había mucho del sello de la universidad en la formación. Aprendí mucho de mi maestro de canto, Juan Carlos Carvajal, uno de los mejores, pero tuvo que irse porque le debían mucha plata.

La escuela de música era una burbuja caótica y, aparte, aislada de otras sedes. Por razones económicas, se nos reubicó en Huérfanos con la facultad de danza. En mi último año la facultad cayó en franca decadencia, las autoridades no respondían, nos cambiaban de sala sin aviso, la institución estaba quebrada y a los profesores no se les pagaba. Todo esto se sabía y generaba un ambiente muy raro.

Con el cierre de la escuela los alumnos quedaron tirados, tengo compañeros que quedaron a la mitad y debiendo plata. Yo terminé todos los ramos de mi carrera y me licencié, pero fue un cacho. Traté de titularme pero fue imposible, nadie sabe dónde están los papeles ni antecedentes de los ramos.

Pese al espíritu de Arcis, las carreras eran caras y si una institución se va a la quiebra con esos aranceles, es porque se robaron la plata. Mi carrera costaba 1.7 millones al año y era una de las baratas. La infraestructura no se condecía con lo que pagábamos. Es un reflejo de la educación en Chile, un negocio a fin de cuentas.

Pese a todo, recuerdo positivamente mi vida como estudiante. La preocupación por la contingencia social. En mi último año ya estábamos a full con Villa Cariño. Si ahora quisiera sacar mi título, sería imposible. Ya no hay universidad donde hacerlo”.

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