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Nacional

18 de Mayo de 2017

La colección de The Clinic que sobrevivió al diluvio en Copiapó

Un santiaguino de 83 años colecciona The Clinic desde sus orígenes. Los guarda en su casa nortina, en hacienda Margarita, a 38 kilómetros de Copiapó. Fue lo que menos le importó cuando el sábado pasado se enteró que el río que atraviesa la localidad inundó todo a su paso, incluyendo las revistas. Su hija, María Cerviño, que vive allá desde hace cinco años, enfrentó la situación con pala en mano. Aunque salvó gran parte de la colección, vio con impotencia como los bienes que había comprado tras el aluvión de 2015 volvían a empaparse de barro. A días de que el gobierno decretara zona de catástrofe en varias comunas del norte, este es el crudo relato de una mujer que optó por tomarse la tragedia con humor.

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Al día siguiente que el río entrara a mi casa, estaba en la bodega con un amigo que me vino a ayudar a sacar el barro y vimos los Clinic. Tengo tres montones de revistas amarradas, como quien amarra un paquete a la antigua. Con el aluvión del 2015 todas mis cosas se embarraron, menos los Clinic. Este año, de nuevo resistieron. Hasta morir con los Clinic le dije a mi amigo, y nos cagamos de la risa. Dos aluviones y siguen firmes ahí. Sólo algunos se mojaron.

Mi papá, de 83 años, vive en Santiago y él los colecciona. El otro día mirando las revistas caché que hay algunos del 2003. Es un lector por excelencia. Se lo lee todo y después los manda con mi hermano para que se guarden acá. Como será que cuando viajé a EEUU en septiembre de 2005, me hizo ir con un Clinic donde sale Pinocho en la portada y me tuve que sacar una foto con la revista y la estatua de la libertad de fondo.

Después de la cagá que quedó, le avisé a mi papá que algunos Clinic se embarraron. Pero, ¿sabí lo que pasa? La cagá es tan grande que no se va a andar preocupando de las revistas, po. Pasan a segundo plano. Nosotros que estamos llenos de barro, con botas, viendo todo después del desastre, nos podemos cagar de la risa un rato, pero el que está lejos de la ciudad solamente siente preocupación. La última cosa que le va a importar es el Clinic.

Ahora me lo tomo con humor. ¿Qué voy a hacer? El primer día anduve con pucheros, pero después ya no, tengo hijos chicos así que debo seguir. Te voy a decir una cosa: mi casa mide 100 metros cuadrados, mi patio es de 100 x 100 y fue una gran pileta de barro. La hacienda Margarita, donde vivo junto a mi pareja, es un ícono de aquí. El primer viaje de tren en Chile fue entre Copiapó y Caldera. En medio de esas ciudades está Margarita, que fue una estación intermedia.

En toda la región la gente está aburrida, dos veces la misma cagá. Es mucho. Te voy a mandar un video y vas a quedar pa adentro. En general hay una angustia porque las cosas no se han hecho bien. Le preguntas a cualquier copiapino y te dirá lo mismo, están todos enojados. Porque no puede ser que siempre pase lo mismo. Ya, una vez te creo. Pero, ¿dos veces? ¿No será mucho? Está mal pelado el chancho.

Acá en Margarita lo de ahora no fue aluvión, sino que se desbordó el río. Lo del 2015 fue una catástrofe muy grande. El anterior aluvión pasó hace 100 años y no fue tanto como ése, ¡imagínate!

El 2015, me avisaron que venía el agua a las 22:30. Mi hijo tenía ocho años en ese entonces. Venía con un caudal inmenso. Nos subimos a un árbol tipo 23:30, a oscuras. Desde arriba alumbrábamos con el celular para ver si subía el agua hasta nosotros, mientras trataba de mirar para dónde nos podíamos ir si nos alcanzaba el barro. Estuvimos así hasta que llegaron los bomberos a rescatarnos, tipo 5:30 de la madrugada. Tuve agarrado a mi hijo todas esas horas para que no se lo llevara el río.

Esa vez se perdieron dos paquetes enteros de los Clinic. El barro llegó a los 70 cm más o menos. Pero se salvaron tres. Ahora uno quedó embarrado pero lo pondré a secar. Fue lo único que se salvó el 2015 porque tuve que comprar todo de nuevo. De adentro de la casa saqué como 250 cubos de tierra. Cada camión se llevaba 10 cubos. Un viaje de camión sale como 50 lucas. Calcula. Después, cambiar todos los pisos, arreglar los baños, colchones, camas. Gasté como 15 palos.

Fue terrible. Prácticamente tuvimos que empezar de cero. Ya estábamos recuperándonos y viene esto. Hice hasta una piscina, que ahora está tapada en barro. Los medios le han bajado el perfil, pero acá está la escoba.

El viernes pasado nos avisaron que habría un frente de mal tiempo y que tuviéramos precaución. Nosotros tenemos un negocio de casas rodantes a dos kilómetros, que ocuparíamos en caso de que pasara algo. El sábado a la hora de almuerzo vimos que venía el agua. Se veía heavy.

No nos quedamos mirando. Tiramos pala, rompimos los gallineros y abrimos portones, sino el agua te bota, te bota, te bota todo. Hay que dejarla fluir. Pero uno no se refugia a esperar que pase la cagá. No, po. A diferencia del 2015, esta vez fue de día, así que estuvimos paleando, nos ayudaban como diez personas, de repente venían troncos pero teníamos que seguir no más.

Gracias a Dios, en esta oportunidad el agua no entró tanto a mi casa, sólo unos 20 cm. Pero lo suficiente para echar a perder el refrigerador, la lavadora, las camas. Son dos catástrofes que por un lado se diferencian, porque la del 2015 fue de mayor envergadura, pero el daño es similar. En el fondo, tienes que sacar menos barro, pero las cosas se echan a perder igual. El gasto emocional y material es el mismo. Ya le saqué el barro a mi casa. Ahora viene todo el trabajo sucio: hay que esperar que se seque, limpiar, después pintar. Y es una casa enorme.

Creer que no hay ninguna responsabilidad en esto, es tapar el sol con un dedo. Haciendo bien el trabajo, con gente preparada, el impacto pudo ser menor. Nadie duda que el río está muy intervenido. Si hubiera un canal bien construido, si el vecino de más arriba dejara de tirarle el agua al de más abajo, esto sería distinto. Los trabajos posteriores al 2015, según mi parecer y el de muchos otros vecinos, no fueron bien efectuados, porque se supone que no debería haber quedado esta cagá.

Y espérate: para cagarse de la risa, después de dos años me gané un subsidio para reparar los daños del aluvión anterior y justo viene esto. Quedamos con los arreglos a medias y ahora debemos empezar de cero.

Acá, la gente está angustiada. Hay niños que se ponen a llorar recordando lo que vivieron. A los vecinos ya les aterra saber que ya vienen las lluvias de invierno.

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