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Nacional

22 de Junio de 2017

El Profeta de Placilla está indignado con el pastor Soto: “Le voy a decir que está manchando el Evangelio”

Pablo González tiene 75 años y apenas vio al pastor Soto pisar la bandera gay en el programa El Interruptor, se indignó. Conoce al predicador desde el Congreso, donde todos los martes se turnan para vociferar. Asegura que nunca se han llevado bien y que la principal razón es el odio que el pastor tiene por los homosexuales. “Mientras él los trata de cochinos, yo los trato bien”, dice el profeta. Aunque tampoco es que sean muy diferentes: “El hombre no puede echarse con otro hombre. Dios lo dijo en la escritura”, dice González categórico.

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Conozco al pastor Soto desde hace aproximadamente cuatro años. Tengo un par de fotos con él. La primera vez que lo vi, me lo encontré vociferando en el Congreso. Yo había ido a predicar al frente del edificio, como cada martes, y él estaba ahí gritándole cochinadas a los parlamentarios y a los homosexuales. Me lo empecé a encontrar seguido. Después que terminaba de hablar él, predicaba yo.

Él nunca me ha caído bien, porque más que pastor es un ‘pastorbo’, es decir, una persona que estorba al evangelio. Es como si fuera un falso pastor, porque además no tiene congregación. Dios dice: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego”. Entonces, yo creo que el pastor Soto va a ser condenado.

El otro día, cuando lo vi en un programa pisando la bandera homosexual me dio rabia, porque a ese caballero que estaba frente a él, que es homosexual, no tenía por qué tratarlo mal. Al prójimo, al contrario de lo que él hace, hay que amarlo, sea homosexual, ladrón, o cogotero. El amor todo lo puede, todo lo soporta, pero el pastor Soto no tiene la sabiduría de Dios. Él no ama, incluso no se ama a sí mismo, porque la sabiduría, que desciende de los altos, es pura y pacífica, y el hermano Soto no es pacífico, no es amable, y está lleno de hipocresía.

Para mí, los homosexuales son mis hermanos. Dios, cuando se refería a ellos les decía “Os ruego hermanos”. O sea, los trataba de hermanos. Yo me he encontrado varias veces con Rolando Jiménez, y siempre lo saludo y a veces hasta lo abrazo, porque el señor lo dice: “Abraza a tu prójimo”. En cambio este señor Soto está desprestigiando el Evangelio, incluso mucho más de lo que ya está. Él no es un ser inteligente. El señor lo dice: “Mientras más sabio es el predicador, mucha más sabiduría le enseñó al pueblo”. Por eso yo me visto igual que Moisés y tengo una vara, porque soy su sucesor, hablo como un siervo de Dios.

Ahora, no es que yo esté en desacuerdo con lo que piensa del matrimonio homosexual. Tenemos diferencias en la forma, porque mientras él dice que son cochinos, yo los trato bien. Yo tengo muchos amigos homosexuales. Me saludan. Me dicen “hola profeta”, y yo les digo “hola chiquillas”. No los maldigo, ni los trato mal. Además, mi oposición a que se casen está basada en la Biblia. Es decir, no estoy de acuerdo porque Dios no lo está.

Dios hizo al hombre y a la mujer, hizo a Adán y a Eva, no a Adán y Felipe. El complemento es entre un hombre y una mujer, porque entre hombre y hombre no salen hijos. ¿Cómo se habría formado la humanidad si no existieran los papás y las mamás? El hombre no puede echarse con otro hombre. Dios lo dijo en la escritura, en Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento: “Maldito el hombre que se echa con hombres”.

Si me encuentro con el pastor Soto le voy a decir que está manchando el Evangelio y que esa no es la manera de predicar. Le diré todo lo que pienso de él, porque el Señor me dio el espíritu de la valentía, del amor y del orgullo propio, no el espíritu de la cobardía. Y si él se lo toma mal, bueno, ahí nos vemos. Si se enoja, se enoja, y si me levanta la mano, no le voy a poner dos veces la mejilla. El tercero lo voy a pegar yo, porque soy maestro en karate. A la edad que tengo, todavía le pego a tres personas juntas. El otro día, defendí a una señora en la plaza O’Higgins y le pegué a tres cabros jóvenes que la estaban asaltando. Ahí le va a ir mal al pastor Soto, pero tampoco se trata de eso. No desprestigiemos la palabra, hermano. El que habla tiene que hacerlo conforme a los poderes que Dios nos da para que sea glorificado por medio de nuestro señor Jesucristo, a quien pertenece el amor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Esa es la realidad.

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