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Mundo

26 de Julio de 2017

John McCain, senador y excandidato a la presidencia de EEUU, da una lección de vida a los gringos y al mundo

El parlamentario republicano de 80 años, recién operado, con una cicatriz visible sobre su ojo izquierdo, se hace presente en el Capitolio a propósito del debate por el Obamacare. No creo que ninguno se sienta orgulloso de nuestra incapacidad. Dedicarse a impedir que tus oponentes políticos cumplan sus metas, no es el trabajo más inspirador. La mayor satisfacción es respetar nuestras diferencias pero sin impedir los acuerdos”, exclama.

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Una herida púrpura, visible, lleva el senador republicano y excandidato a la presidencia de EE.UU., John McCain, sobre su ojo izquierdo. El parlamentario por Arizona acaba de ser operado de un tumor a la cabeza. Un cáncer agresivo. Tiene 80, está cansado, carga con años en el Parlamento y con un carrera en el Ejército. McCain debió ir a Vietnam. Esa guerra que le pesa a Estados Unidos.

Pero McCain, que motivos tenía de sobra para ausentarse ayer en el debate en el Parlamento, deja atrás ese cáncer, esos años, y se presenta en el Capitolio. No se presenta a pedido de Trump, quien llamó a los republicanos a cerrar filas y votar la apertura del debate con el que pretende liquidar la La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible,​ llamada Obamacare, McCain se presenta porque, quizá sin pretenderlo, da una lección de vida a su compañeros. Ahí, en el Senado.

Cita El País que entonces el veterano de Guerra, el político, aparece revestido de un traje oscuro y, además, a pesar del cáncer, sonriendo. Espera su turno de hablar y se lanza: “Hemos de confiar unos en otros. Dejar de escuchar a los bocazas altisonantes de la televisión, la radio e internet. ¡Mándenlos al infierno!… Hemos estado perdiendo el tiempo en asuntos importantes porque insistimos en querer ganar sin buscar la ayuda del que está al otro lado del pasillo. No estamos logrando nada, compañeros míos, no estamos logrando nada”, dice mientras el Senado en pleno lo escucha enmudecido. Y McCain prosigue.

“Yo mismo he dejado a veces que la pasión gobierne mi razón. No creo que ninguno se sienta orgulloso de nuestra incapacidad. Dedicarse a impedir que tus oponentes políticos cumplan sus metas, no es el trabajo más inspirador. La mayor satisfacción es respetar nuestras diferencias pero sin impedir los acuerdos”, exclama.

Luego, a lo que viene, dice que vota a favor de la propuesta de abrir el debate, pero no apoya la ley así como está.

El País recuerda que es precisamente el voto de McCain el que permite que prospere la apertura del debate. Y ahora vienen semanas de debate, y McCain quizá no esté, quizá el cáncer lo obligue a ausentarse, aunque pocos dudan de que volverá en cuanto pueda.

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