El último sueño de Frida Kahlo es regresar al mundo el Día de los Muertos en busca de su amor, Diego Rivera, según el libreto escrito por el dramaturgo cubano-estadounidense Nilo Cruz para una ópera inspirada en la genial pareja. En una entrevista con Efe en Miami, donde se está representando otra obra de Cruz, […]
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El último sueño de Frida Kahlo es regresar al mundo el Día de los Muertos en busca de su amor, Diego Rivera, según el libreto escrito por el dramaturgo cubano-estadounidense Nilo Cruz para una ópera inspirada en la genial pareja.
En una entrevista con Efe en Miami, donde se está representando otra obra de Cruz, “Baño de luna”, inspirada en un escándalo en el que se vio envuelto en 2009 un sacerdote católico enamorado, Alberto Cutié, más conocido como el Padre Alberto, Cruz dijo que le debía un homenaje al indisoluble dúo de artistas plásticos mexicanos.
“La ópera se titula ‘El último sueño de Frida y Diego’ y tiene que ver mucho con sus vidas, pero más que eso es una fantasía; es como si Frida Kahlo regresara”, dice Cruz.
La música fue compuesta por la californiana de origen peruano Gabriela Lena Frank, ganadora de un Grammy.
“El último sueño de Frida y Diego” tendrá una lectura pública el próximo día 24 en Ciudad de México, con la presencia de los dos autores, aunque, según Cruz, todavía es muy pronto para hablar de un director y de un elenco para la puesta en escena.
Coproducida por la Ópera de Fort Worth (Texas), la Ópera de San Diego, el Colegio de Bellas Artes de la Universidad de Texas, en Austin, y la Universidad DePauw (Indiana), “El último sueño de Frida y Diego” fue escrita simultáneamente en español e inglés por Cruz.
El autor, premiado con el Pulitzer de Teatro en 2003 por “Anna in the Tropics” (Ana en el Trópico), explicó que durante un viaje a México cuando tenía 24 años quedó impactado con el Día de los Muertos, una fiesta pagana que Frida y Diego adoraban.
“También me inspiró mucho algo que leí sobre Diego Rivera y es que él quería que sus cenizas permanecieran unidas a las de Frida”, comenta.
“Creí que ese sería un buen enfoque para ilustrar la vida de estos grandes pintores y el amor que sentía uno por el otro. Me parece que eran almas gemelas. Es algo parecido a la historia de ‘Orfeo y Eurídice'”, sostiene sobre el argumento, el segundo para ópera dentro de su trayectoria escénica.
El primero, “Bel canto”, se presentó hace dos años en el teatro Lyric Opera of Chicago y está basado en la novela homónima de Ann Patchett, ambientada en el Perú contemporáneo. En aquella ocasión, el compositor musical fue el peruano Jimmy López.
Cruz vive entre Nueva York y Miami, pero de esta última ciudad es de donde extrae muchos de los argumentos de sus piezas, que luego circulan no solo por Estados Unidos, sino también por el mundo.
Una versión de “Ana en el trópico” acaba de estrenarse en Bulgaria, manifestó el autor, poco antes de comenzar un ensayo de “Baño de luna” en el Auditorium del Condado Dade de Miami.
Estrenada primero en inglés en Nueva Jersey y ahora en español, “Baño de luna” narra la historia del Padre Alberto, un sacerdote mediático de Miami que se enamoró de una mujer, perdió su parroquia y su trabajo en una emisora religiosa y fue excomulgado.
“Yo estaba aquí cuando ocurrió este escándalo. Me pareció terrible cómo se dividió el pueblo. Había protestas delante de la iglesia y la gente tiraba piedras. Al final, al Padre Alberto lo expulsaron de la Iglesia”, recuerda Cruz.
“Ese evento se quedó conmigo y, cuando decidí escribir la pieza, hilvané tres líneas: el ambiente de una familia típica cubana, la crisis inmobiliaria que ocurría entonces y lo que pasó con el Padre Alberto, pues todo estaba sucediendo en el mismo momento”, explica.
Cruz indicó que en su obra el padre Alberto se enamora, pero “no diría que es un amor físico”.
“Baño de luna” cuenta con las interpretaciones de Ariel Texidó, Claudia Valdés, Carlos Acosta Milián, Joel Hernández Lara, Andrea Ferro y María Teresa Rojas.
A juicio de este dramaturgo nacido en Matanzas (Cuba) en 1960 y exiliado con sus padres en Estados Unidos a punto de cumplir los diez años, el Padre Alberto “no se merecía tal escándalo”.