La obra de la pintora mexicana, desde hace poco la artista latinoamericana más cara del mercado, triunfa porque representa como pocas las reivindicaciones del feminismo, la defensa de lo indígena y la diversidad sexual.
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Frida Kahlo está en todos sitios. En cuadros y reproducciones, en museos, películas y folletos de arte, también en camisetas, bolsos y souvenirs turísticos. El rostro de la artista mexicana, con sus características cejas pobladas y sus trenzas negras arremolinadas sobre la cabeza, es desde hace años un verdadero ícono global.
La reciente subasta de una de sus obras, el autorretrato en óleo “Diego y yo”, por un precio récord de casi 35 millones de dólares, ha convertido ahora a la pintora nacida en 1907 en Coyoacán, en Ciudad de México, en la artista latinoamericana más cara de la historia y confirma el ‘boom’ mundial en torno a Frida Kahlo. Un éxito habitual en estos días, pero que aún no era previsible durante varias décadas tras la muerte de la artista, ocurrida en 1954.
“En los años 80 quisieron la quisieron exponer en Francia, en París, y ningún museo la aceptó. O sea, no era digna de un museo en los 80”, cuenta Hilda Trujillo, directora durante años del Museo Frida Kahlo en Ciudad de México, la “Casa Azul“, y una de las grandes especialistas en la obra de la artista.
La ‘fridamanía’ arrancó en los años 90. La cantante estadounidense Madonna se declaró admiradora de Frida Kahlo y adquirió una obra suya, en 2002 se estrenó además con éxito la película “Frida”, protagonizada por la actriz mexicana Salma Hayek. La publicación de “El diario de Frida Kahlo. Un íntimo autorretrato”, había dado antes muchas claves para descifrar la pintura de la artista mexicana, entre ellas la tortuosa relación con su esposo, el también pintor y famoso muralista Diego Rivera. Todo eso, cree Trujillo, favoreció el descubrimiento de una obra muy rica.
Frida Kahlo: “Autorretrato o nada”
Una característica fundamental de esa obra es el propio rostro de la artista, es decir, su autorretrato. Sin él, el éxito de Kahlo es impensable. Sus cuadros más famosos –’Las dos Fridas‘, ‘La columna rota’, ‘Diego en mi pensamiento’, entre otros– la tienen a ella misma como protagonista. Los admiradores de Kahlo “no buscan naturalezas muertas, no buscan representaciones o retratos de otras personas. Buscan el autorretrato”, sentencia Trujillo. “Eso es un hecho. Muchas veces cuando me preguntan por obras dicen ‘quiero autorretrato o no quiero nada'”, agrega..
“Ella misma en sí logró ser un personaje. Ella se creó un personaje”, analiza la pintora mexicana contemporánea Martha Chapa, que también ha investigado la obra de su compatriota. “Logró ser muy auténtica con valores mexicanos”, agrega Chapa. La imagen de Frida, con sus rasgos marcados y sus adornos de flores, todo pintado en base a colores intensos y alegres, han dotado al arte mexicano de una estética muy propia, inconfundible. Es un “valor emocional, un valor de género y muy mexicano“, dice Chapa.
El femenismo y otras banderas contemporáneas
El auge de movimientos sociales como el feminismo contribuyó luego al redescubrimiento de la artista. La lucha por los derechos de la mujer descubrió en Frida Kahlo a un estandarte de una fuerza única. Tanto por sus representaciones de una belleza vista antes como marginal, como por una obra en la que la pintora abordaba abiertamente su sufrimiento, por sus constantes problemas de salud y las infidelidades de Diego Rivera. Frida Kahlo enfermó de poliomielitis de niña y tenía una pierta más corta, y en su juventud sufrió un grave accidente que le dejó varias lesiones, entre ellas una en la espina dorsal que la postró en cama durante mucho tiempo.
“Lo que hace Frida es representar su dolor en la obra de arte”, dice Trujillo, que elogia su capacidad para plasmar todas esas banderas contemporáneas: el feminismo, la reivindicación de lo indígena, la discapacidad y también la diversidad sexual. La artista de Coyoacán es conocida por su bisexualidad y sus diversas relaciones amorosas en algunos lugares en los que vivió, cuando su salud se lo permitía, durante su tormentoso matrimonio con Rivera. A Frida se le atribuyen romances con artistas como Jacqueline Lamba, esposa del pintor surrealista André Breton, con la cantante Chavela Vargas e incluso con la bailarina francesa Josephine Baker.
Impulso para el arte latinoamericano
“Frida Kahlo fue de las primeras mujeres en atreverse. Se atrevió a ser diferente, a ser bisexual“, considera la pintora Martha Chapa. La pintora cree que el éxito de Kahlo puede ampliar ahora los horizontes para el arte latinoamericano, pese a que la obra de Frida está ligada de forma decisiva a la personalidad de la artista. Antes, “la pintura mexicana era vista como folclore”, dice Chapa.
Hilda Trujillo también cree que el nuevo éxito de la obra de Kahlo, con la adquisición del cuadro “Diego y yo” por el coleccionista argentino Eduardo Constantini, podría dar un impulso a artistas de la región como el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín o a la brasileña Tarsila do Amaral. A Constantini, fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), le atribuye una aguda “inteligencia financiera” por una compra que revaloriza además las obras que él mismo ya tenía de Kahlo.
Para Trujillo, eso sí, era muy difícil pensar en que “Diego y yo”, un “autorretrato tardío”, hubiese podido volver a México. El Museo Frida Kahlo, la institución que alberga la obra de la artista en su casa natal y que ella dirigió durante ocho años, “no tiene los recursos” para participar en una subasta como la que ganó Constantini en Nueva York, considera. “Y difícilmente veo interés en algún coleccionista mexicano”, lamenta la experta. “La obra de Frida es más valorada fuera de México que en México”, concluye.