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Opinión

13 de Agosto de 2017

Columna de Pedro Pablo Achondo: Pilmaikén y el monstruo humano

"Políticos y empresarios, encamados en el dinero y la seguridad para sus familias (qué virtud preciada que todo lo justifica). ¿Y el río y las orillas (¡tomadas!) y la maravilla de la creación?... todo ello cambiando, llorando, gimiendo. Nos va a pasar la cuenta".

Pedro Achondo Moya, sscc
Pedro Achondo Moya, sscc
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¿Quién firma esos permisos? ¿Qué institución autoriza tales aberraciones? No nos engañemos con ese ambicioso y ambiguo “capitalismo verde”, un monstro destructor disfrazado de nutrasweet. Cuesta entender cómo no duele el corazón al ver valles secos, ríos contaminados, glaciares destruidos, especies animales extintas, bosques talados, prados llenos de retroexcavadoras y máquinas del desarrollo. Verdadero camino de muerte. ¿Quiénes están detrás de esto? ¿Qué es lo que realmente buscan? Intento salvarles la proposición –¡pero si estamos en democracia caballero!-, pero me resulta imposible. El caso del río Pilmaikén no es más que uno entre cientos de nuestro querido Chile que se lo van comiendo de a poco. Primero una empresa chilena, luego una noruega (reconocida por su “conciencia verde”), primero una hidroléctrica de paso (Rucatayo), luego otra (Pilmaiquén-Puyehue); en proceso de ejecución dos más. Sí, señor, nada de fantasía. Entre a googlemaps y busque Pilmaiquén, Río Bueno, Región de Los Ríos. Le aplica la visión satelital y se deleita. Se ve todo tan lindo desde allá arriba. El proyecto busca canalizar casi todo el río,  y como consecuencia -triste precio a pagar- inundar predios (entre ellos, tierras mapuche sagradas), modificar el ambiente, dañar la biodiversidad (esto es gritado por científicos).

¡¿Para qué?! Ah, obvio, para la ecuación: más energía, más empleos, más desarrollo, más felicidad (aquí me callo). Ecuación mentirosa, errónea, tendiente a cero. Cero alegría, cero belleza, cero empleo, cero naturaleza, cero cero cero. Lamentablemente, parece que Chile funciona así. Los imagino en fastuosas comidas haciendo negocios: “te cedo las mil hectáreas para tu parque, pon dentro la hidroeléctrica, véndele los arboles a los gringos, haremos una corrida merrell, consígueme votos, aumenta la seguridad de la zona”; “tranquilo, son puros campesinos pobres y viejos, está lleno de mapuches. Un amigo hizo una cancha de golf, ¡imagínate!” Políticos y empresarios, encamados en el dinero y la seguridad para sus familias (qué virtud preciada que todo lo justifica).

¿Y el río y las orillas (¡tomadas!) y la maravilla de la creación?… todo ello cambiando, llorando, gimiendo. Nos va a pasar la cuenta. ¿Por qué no sinceran sus deseos y los votamos? ¿No funciona así la cosa? ¿Para qué se mienten y nos mienten sobre su fe? ¿Han leído la encíclica del papa Francisco sobre la Casa Común? No saben nada.

Se nos habla de ecología integral, del Buen Vivir, del Küme Mognen y parece que nada nos remece. Somos como muertos en vida, no hacemos nada. Unos se levantan y luchan, ¡benditos sean! Otros cansados de tanta compra y deuda y deuda y compra, ya no tienen ni fuerzas para gritar. Solo quieren morir en paz. Pues bien, vea Ud. que no habrá paz cuando no haya tierra, no habrá paz cuando no tengamos agua -¡Agua!- ya no habrá sonrisa ni niños explorando ni felicidad. Déjeme decirle que la lucha no es contra una idea. Ya lo decían que no hay nada más difícil que extirpar una idea. Una idea que nos está asfixiando de a poco. Una idea que lamentablemente abarca un gran campo humano. Pues es una idea del hombre, de la vida en común, del mundo y en definitiva de Dios. Esa idea tiene muchos nombres -estrategia barata del ideólogo- idea que llamamos competencia, ley del más fuerte, desarrollo, Estado extractivista, progreso, futuro, prosperidad. Disfrazando así intereses mezquinos de pocos. Decisiones de pocos. Pero, claro, quien respira bajo esa idea esto no lo ve. Sólo ve sus logros, sus castillos, sus empresas vikingas y heroicas. Ven oportunidad, ven astucia, ven experticia. Pobres ciegos que no comprenden la amplitud de su avaricia, la catástrofe de sus metas.

Si se me permite una alusión al Crucificado, pues estamos hablando de comunidades crucificadas, de una tierra herida, de pueblos sufrientes; déjeme decirle que la muerte de Jesús no fue en vano, sino para recordarnos una y mil veces “que no todo está permitido en el mundo”.

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