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25 de Noviembre de 2017

La hilarante columna que desmenuza el comportamiento electoral de los zorrones

"Pero lo verdaderamente terrorífico será la plena instalación de los zorrones, ese gentío autosatisfecho que bordea los 35 años, que adora a Piñera (un gallo choro, un ganador) y cuyo perfil puede parecer menos agresivo que el de los ñoños de impronta kastiana. Pero no hay que confundirse, la aparente simpatía zorronesca es como el canto de las sirenas: una trampa".

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El pasado viernes, la revista Qué Pasa publicó una columna de opinión titulada “Zorrones”, escrita por Vicente Undurraga.

En ella, el autor aborda el escenario político que dejó la primera vuelta presidencial del domingo 19 de noviembre, para luego describir y analizar a los denominados zorrones, o bien, “ese gentío autosatisfecho que bordea los 35 años, que adora a Piñera (un gallo choro, un ganador) y cuyo perfil puede parecer menos agresivo que el de los ñoños de impronta kastiana. Pero no hay que confundirse, la aparente simpatía zorronesca es como el can”.

“¿Por qué temerle a la proliferación zorrona? ¿Qué es un zorrón? Es un chileno de clase alta, con variantes de clase media alta y una creciente porción de arribistas en vías de mimetización. Es decir, un zorrón puede ser rico, hijo de rico, rico en declive, nuevo rico o casi rico, pero nunca pobre ni clasemediero arañador del fin de mes. El zorrón es pudiente e impúdico, es musculoso, tallero, perfumado y suele ir de pelito mojado; maneja autos anchos, lleva coloridos y gordos relojes pulsera y usa un lenguaje eminentemente adolescente, lleno de expresiones como “qué pasa, perro: just do it” o “con tres piscolas igual voy ahí”, dice Undurraga.

En este sentido, vale la pena preguntarse de dónde salió este grupo de personas y qué mirada tienen de la política nacional. Respecto a estos puntos, Undurraga no tine dudas: “El zorronaje es la camada que agrupa a los descendientes de quienes hicieron la campaña del SÍ. Un nieto de Pinochet podría ser zorrón, aunque seguro hay más entre aquellos que son hijos o nietos de los que se enriquecieron al alero de Pinochet, a lo Yuraszeck, embolsillándose las empresas del Estado como quien se come un Kegol. Esos hijos que hoy tienen la misión (tácita, seguramente la desconocen en su moral del carpe diem carretero) de reivindicar al “país ganador” que la latosa Concertación y sus majaderos adherentes desacreditaron durante dos sofocantes décadas”.

Junto a esto, el escritor señala que una eventual victoria de Piñera en balotaje traería de vuelta a los zorrones “rebalsando el Segundo Piso de La Moneda”, con “el winnerismo, el empoderamiento desatado del país jaguar, de los ingleses de Sudamérica, los de la torre más alta, el PIB más grueso, las calles con más Audi”.

“Y es que, a diferencia de sus padres y abuelos, el zorrón no tiene culpas: se experimenta a sí mismo como un ente puro y suficiente y se la pasa en el gym fortaleciéndose. En su versión más sofisticada es posgraduado en artes liberales; en la más pedestre vive de la mesada y hace como que estudia en la cota mil o gerentea un emprendimiento patrocinado por papá. Esta versión simple, el zorrón-zorrón, anda por la vida de apolítico –la zorrona, de hecho, nunca cacha ná–, pero bien mirado es un anti izquierdista furibundo y despreciativo”, acota Undurraga.

“Un tránsito sutil puede convertir una comedia ridícula en un drama: todo zorrón es en potencia un zorrudo. Es decir, un cabrón, un déspota, un aprovechador que avasalla, tira la talla y no se calla. “¡Que trabajen ahora los comunistas que nunca le han ganado un peso a nadie! ¡Hasta cuándo tengo que pagarles el sueldo con mis impuestos!”, dirá el zorrón mientras le pone limón a la piscola”, concluye.

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