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Opinión

26 de Noviembre de 2017

Lucas Sierra, subdirector del CEP, enfrenta las críticas: “Las encuestas son mucho más que apuntarle a los resultados electorales”

Según el abogado, especialista en instituciones públicas y en derecho constitucional, la credibilidad del Centro de Estudios Públicos está “incólume” pese a que sus proyecciones electorales estuvieron bastante lejos de lo que ocurrió el 19 de noviembre. Sierra defiende la validez de los estudios de opinión y asegura que los sondeos no se evalúan sólo por sus predicciones políticas. “El objetivo del CEP al crear su programa de encuestas hace tres décadas fue conectar a las élites con la ciudadanía. Porque las élites suelen arriesgar el peligro de distanciarse de las percepciones del grueso de la población”, plantea.

Ivonne Toro Agurto
Ivonne Toro Agurto
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El CEP y su hasta ahora intocable Estudio Nacional de Opinión Pública fue uno de los grandes perdedores en los comicios del 19 de noviembre. Mientras los cercanos a Sebastián Piñera culparon del triunfalismo en el sector al sondeo, la candidata del Frente Amplio emplazó directamente a la institución a dar explicaciones por la predicción de septiembre-octubre que fijaba su respaldo en 8,5% entre los votantes probables y le daba un holgado 44% a Sebastián Piñera, cifras que, como cada vez que habla el CEP, remecieron al mundo político y fueron reproducidas por los medios de comunicación.

“Quiero mandar un mensaje bien clarito a esta hora: a todas las encuestas que nos dijeron que nosotros íbamos a estar abajo, ¿dónde está ese oráculo que es la CEP borrándonos del mapa? ¿dónde están las otras encuestas -como la Cadem- que decían que están fuera, que pueden llegar cuartos o quintos?”, inquirió Sánchez la noche en que dio la gran sorpresa electoral al obtener 1.336.622 votos y quedar tercera con el 20,27% de las preferencias.

Lucas Sierra, subdirector del CEP y profesor asociado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, responde a los cuestionamientos a la institución fundada en 1980 y financiada por los grupos económicos más importantes del país. Niega que exista una manipulación de los datos y afirma que las encuestas no tienen el poder, como deslizó Sánchez, de definir quiénes llegan a segunda vuelta. “Entendemos esas acusaciones en el contexto caliente de la lucha electoral y aquí seguimos un sabio dicho cubano: ‘no coja lucha’”, responde Sierra en un llamado a tomarse las cosas con calma.

Tradicionalmente la encuesta CEP había sido certera en la predicción de resultados en los comicios. Esta vez, sin embargo, la proyección realizada en septiembre-octubre distó de lo que finalmente ocurrió en las urnas. ¿Cómo se explica esta situación?

-La encuesta no tiene por objeto predecir elecciones. Esto lo advertimos cada vez que presentamos resultados de preguntas relacionadas con futuras elecciones. Su objeto es sacar la fotografía más precisa posible de un momento determinado del tiempo. En la última encuesta ese momento fue entre el 22 de septiembre y el 16 de octubre, antes de que se activara la etapa más intensa de la campaña electoral. Durante esta etapa deben haber cuajado decisiones electorales que no se alcanzaron a medir, algo que es plausible en un escenario que, como la misma encuesta viene dando cuenta, el compromiso ideológico de los votantes es más débil que en el pasado. Así y todo, la encuesta fotografió bien en ese momento el orden que las tendencias electorales tendrían entre sí.

El cambio en el padrón, de voto obligatorio a voluntario, ¿se tradujo en alguna modificación en las mediciones?
-Así es, y ese cambio nos ha planteado un desafío enorme que sigue vigente. Desde la experiencia que tuvimos en la elección de 2013, la primera presidencial con voto voluntario, hemos venido trabajando sistemáticamente para adaptar la metodología a esta nueva realidad. Por eso la encuesta introdujo el concepto de “votante probable” y hemos publicado en detalle la forma en que estamos trabajando en este proceso de aprendizaje. A la luz de ese “votante probable” la encuesta estimó que la partipación electoral estaría entre 5,9 y 6,7 millones de votantes. Al final fue de 6.7 millones. Es un desafío enorme, que vamos a seguir encarando. Estamos a la espera de la información adicional de los votantes que entrega el SERVEL para saber si la metodología se aproximó también a la composición de sexo y edad de los votantes. Es un proceso continuo de aprendizaje y lo seguiremos exponiendo al público.

¿Está en juego, a su juicio, la credibilidad del CEP?
-La credibilidad de la encuesta del CEP no depende de su coincidencia con uno o más de los resultados electorales. Depende de su metodología y, esto es crucial, de la transparencia total de esa metodología y sus resultados. Esto permite que cualquier observador pueda reproducir el trabajo que hace el CEP con la encuesta en todos sus pasos, hasta el último detalle. El público tiene exactamente la misma información sobre la encuesta que tiene el CEP. Aquí, y no en otra cosa, radica la credibilidad y este sustento sigue incólume. Sobre él recibimos las críticas por las sobreestimaciones y subestimaciones de algunas candidaturas que, por supuesto, son relevantes para nosotros, nos preocupan y nos impulsan a seguir trabajando en la metodología. Respecto de la credibilidad del CEP como centro de estudios, me remito simplemente a sus publicaciones, a la competencia y autonomía intelectual de sus investigadores, y a la calidad de sus trabajos. Son el debate académico y la discusión pública los que pueden dar cuenta mejor que yo de esa credibilidad.




La candidata Beatriz Sánchez pidió directamente una explicación al CEP sobre sus proyecciones. Se instaló en el Frente Amplio la tesis de que existió una manipulación que los dejó fuera del balotaje. ¿Qué responde a esta acusación?

-Siempre hemos explicado nuestro trabajo y lo hacemos de nuevo. De nuevo, es importante tener claro que no son “proyecciones” electorales, sino que tratamos de determinar la opinión electoral en un determinado momento. La transparencia de toda nuestra metodología es la mejor explicación. Tenemos mecanismos internos de supervisión, una compañía externa garantiza que no existan distorsiones ni manipulaciones en las entrevistas mismas, y las bases de datos completas están rápidamente a disposición del público. Muchas son las personas que trabajan con ellas y nunca hemos tenido críticas o reparos sobre su integridad. Respecto de las acusaciones de manipulación, bueno, en 2013 subestimamos la votación de la candidata de derecha, ahora la del Frente Amplio. Entendemos esas acusaciones en el contexto caliente de la lucha electoral y aquí seguimos un sabio dicho cubano: “no coja lucha”. Dicho esto, las discrepancias entre el resultado de la encuesta y el de la elección nos preocupan, cómo no, porque indican que la metodología debe seguir mejorándose.

El fenómeno de que la ciudadanía dice en las urnas algo distinto de lo que marcan los sondeos es mundial. ¿Qué sentido tiene mantener las encuestas?
-Las encuestas son mucho más que apuntarles a los resultados electorales. Proveen información sobre la evolución de la sociedad en materia económica, política, cultural y social. Son, así, un puente entre la población y los interesados en entenderla. Esto es importante no sólo desde un punto de vista académico, sino, también, desde el más práctico de las políticas públicas y el más permanente relativo al funcionamiento de la democracia. Este fue el objetivo que se buscó al crear la encuesta del CEP hace más de 30 años, en la necesidad de tener una fuente de conocimiento de la sociedad distinta de las oficiales. Ese objetivo era urgente y dramático en dictadura. Sigue siendo fundamental en democracia.

Bachelet ha dicho en reiteradas ocasiones que siempre se encuentra en la calle con la minoría que la respalda. A la luz de los errores en las encuestas, ¿es real, cree usted, el rechazo a la gestión presidencial?
-La encuesta sugería que iba a existir una especie de castigo a la Nueva Mayoría. Eso ocurrió, pero la encuesta hacía entender que dicho castigo iba a beneficiar mayoritariamente a la derecha. El hecho fue que también lo compartió el Frente Amplio. Durante las últimas semanas éste parece haber ganado una adhesión mayor de la anticipada.

Los medios hemos reproducido los resultados de la encuesta CEP como si se tratara de una fotografía de la realidad y hasta estos comicios hubo un correlato. ¿Qué ocurrirá, cree usted, ahora?
-La encuesta es una fotografía, pero de una realidad acotada en el tiempo. Basados en la metodología que tenemos y en su constante exposición pública, pensamos que hay un correlato general entre la encuesta y la, digamos, “realidad” que mide en un determinado momento. A veces no ha habido correlato electoral en determinados puntos. Pasó en 2013 y pasó de nuevo ahora. Aprendimos algo entonces y seguiremos aprendiendo ahora. La configuración que hemos venido haciendo del “votante probable”, fundamental en un esquema de voto voluntario, está dando algunos resultados positivos. Seguiremos avanzando en este camino de aprendizaje y compartiendo con la opinión pública su evolución.

Conceptualmente, ¿comparte el criterio de que las encuestas no sólo reflejan la realidad, sino que también la crean?
-La evidencia internacional enseña que las encuestas tienen escasa influencia sobre las preferencias electorales de los ciudadanos y que, cuando la tienen, es menor, favoreciendo a los candidatos que lideran las campañas. Así las cosas, es difícil sostener que las encuestas crean la realidad. Por supuesto, influyen, como cualquier discurso público, en las imágenes que de lo real se van moldeando. Pero su importancia para el ciudadano promedio es exagerada por la prensa y la política. El objetivo del CEP al crear su programa de encuestas hace tres décadas fue, además de tener otras fuentes de conocimiento sobre la sociedad, conectar a las élites con la ciudadanía. Porque las élites suelen arriesgar el peligro de distanciarse de las percepciones del grueso de la población.

¿Qué autocrítica realiza el CEP?
-En ella estamos. La encuesta sobrestimó la votación de Piñera y subestimó la de Sánchez. Las estimaciones de los otros candidatos estuvieron dentro de los márgenes razonables en un instrumento como éste. Pero, por su magnitud, las discrepancias respecto de Sánchez y Piñera nos obligan a una revisión aún más exhaustiva de nuestra metodología, incluyendo el mencionado “votante probable”. Para esto necesitamos información que todavía debe producir el Estado. Cuando la tengamos se harán las revisiones y evaluaciones pertinentes. Y, como siempre, publicaremos la experiencia.

Analizando los resultados de los comicios, ¿Qué fue lo que más lo sorprendió?

-Bueno, los dos puntos de discrepancia entre la encuesta y los resultados electorales: pensé que Sánchez tendría menos votos y Piñera más.

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