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LA CALLE

15 de Febrero de 2018

“Bailé tango con un cadáver”

Yo no le tengo miedo a los muertos, a las 5:30 ya estoy trabajando dentro y estoy solo con todo oscuro. Pero la primera vez que me tocó ver los muertos, fui curado, porque me daba miedo. Me tocó en el crematorio de noche, y estaban todos los muertos en el refrigerador. Ahí es más peludo, porque uno está solo, da miedo. Me tomé media botella de pisco y me quedé dormido en un cajón.

Por

Llevo 17 años trabajando acá, 17 años de puro peluseo. Aquí en el cementerio soy muy conocido, me dicen Chavito porque dicen que me parezco al Chavo. Llegué porque yo jugaba a la pelota y antes había un club deportivo que representaba al cementerio, y me trajeron. Jugaba de 2, como Mario Galindo. Era bueno en ese tiempo, pero con el ataque que me dio quedé mal. También jugué en la Unión Española, pero nunca fui profesional, porque era muy pobre y antes le daban preferencia a los que tenían más plata. Cuando me fui, me robé los pantalones, las medias, los zapatos, las camisetas y la ropa de la gente. Me robé todo. Me gustaría haber sido futbolista, pero era muy pobre, mi papá trabajaba en la chacra, no ganaba nada.

Bueno, el accidente vascular me dio por ambicioso. Yo trabajaba aquí, en la Municipalidad de Santiago y en la Vega, donde era cargador los sábados y domingos. Trabajé en camiones de basura también. Pero esta pega es lejos la más entretenida, el cementerio se lo come a uno. Usted sale dos o tres días y ya lo echa de menos, quiere volver. Uno trabaja en libertad aquí, no andan con la huasca. Es tranquilito, no tengo problemas con algún jefe o un director, nunca me han molestado. Cuando se le murió la abuelita al director del cementerio, Tulio Guevara, estaba lloviendo ese día. La fueron a sepultar a la avenida Limay y llegué yo curao como piojo, con un abrigo largo y botas de agua y había pura gente elegante. Le digo “jefe, vengo a darle el pésame” y me pongo a darle el pésame a toda la gente, el director no sabía qué hacer. En eso llega un compañero, el director lo llama y le dice “oye, sácame a este hueón de aquí”. Me sacó y me llevó para otro lado poh’. Al otro día me pilla el director y me pregunta si me acordaba del show que me había mandado, yo le dije “jefe, fui el único que me acordé de ir a darle el pésame, representando al cementerio, así que no venga na’ a retarme”, “ándate a la chucha, loco culiao”, me respondió. Ya no está ese director, vive en Lo Barnechea y yo todavía voy para allá, le voy a cuidar la casa a veces.

Para venir a la pega me levanto a las tres de la mañana, barro el pasaje de mi casa en Colina, tomo desayuno y ahí me vengo, llego antes de las 5 de la madrugada. Una vez un cabro chico me pilló barriendo y me dijo por la ventana “anda a acostarte viejo culiao”, pero da lo mismo, me gusta la pega. Aquí hacemos de todo, a lo que nos manden. Antes salía a sepultar y hacer reducciones. Ahora por la enfermedad estoy en el aseo, no tengo fuerza para soportar. Y como soy muy pelusón, ando con el chiste y la talla a cada rato. Una vez le robé el vino al cura, era bueno bueno, añejo. A mis compañeros los mando para la oficina del personal. Les digo “te necesitan en personal, anda altiro” y van con la media cara. También he matado a algunos compañeros. Por ejemplo el otro día llegó un matrimonio y me dijo “caballero, ¿y el señor Gamonal?” ¿Qué no sabe usted? Murió po’ le dije yo. “¿No estay leseando?” me preguntó. “No, falleció ayer. Hoy día lo traen a las seis de la tarde a la capilla”. El tema es que el caballero está vivo todavía, pero llegaron con una corona preguntando dónde velaban al Gamonal, tuvimos que decirles que fue una broma. Otra vez estaba en el patio y llegaron dos señoras, querían un curita para hacer una misa. Le dije que yo era cura y les hice la misa. “En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, que dios te perdone”. Ya chao. Listo. Y se fueron conforme, je je.

Cuando me toca hacer funerales me voy corriendo con los familiares, cuando debería ir pausado. Es que a veces hay que caminar mucho y lo hago pa’ llegar luego. Una vez también saqué una momificada, un cuerpo seco, y me puse a bailar tango con ella, con el cadáver. Había que llevarla para otro lado y me animé. El cuerpo ya estaba seco, que es cuando ya hay que entrar a quebrarlos. Es muy raro toparse con un cadáver con carne cuando nos mandan a sacarlos, pero si salen así, no se puede hacer nada, hay que dejarlos ahí nomás.

Aquí igual a veces pasan cosas raras. Una vez estaba barriendo con una rama y de repente llega un caballero por detrás y me dice “maestro, tan temprano trabajando”, y nos pusimos a conversar. Después me paré a buscar mi ropa, que estaba a tres o cuatro metros de nosotros, y cuando miro para atrás no está na’. Yo lo vi po. No sé si me penó o era un caballero de verdad, pero no lo vi más. Y la otra que me pasó en el caracol, cuando estaba limpiando súper temprano en la mañana, y salió una niña delgadita, muy flaquita, y pasó por el lado mío. No sé si era real, para qué le voy a mentir, pero no me dio miedo. También conversan mucho en la noche, eso sí. Se escuchan voces en el pabellón 50. Conversan, se ríen, y yo los agarro a garabatos. “Vayan a acostarse, chuchesumadres”, les digo, y ahí me dejan de molestar. En ese pedacito se ríen harto, conversan, voces de puras mujeres. Yo me metí un día pa’ adentro a ver y no había nadie.

Yo no le tengo miedo a los muertos, a las 5:30 ya estoy trabajando dentro y estoy solo con todo oscuro. Pero la primera vez que me tocó ver los muertos, fui curado, porque me daba miedo. Me tocó en el crematorio de noche, y estaban todos los muertos en el refrigerador. Ahí es más peludo, porque uno está solo, da miedo. Me tomé media botella de pisco y me quedé dormido en un cajón. Ahí abren los cajones, sacan a los finaos al refrigerador y saben por qué murieron, sus causas. Entonces usted siempre se va a acostar en un cajón de un choque o atropello, porque no tiene infecciones. Después estuve como un mes tomando, cada vez que me tocaba el crematorio de noche lo hacía, si estaba solo con puros finaos. Ahora ya no me mandan para allá ni me da miedo.

Este trabajo da para todo. Para el funeral del Guatón Romo me tocó enterrarlo a mí y a un compañero. Nadie quería hacerlo, pero a nosotros nos mandaron. Lo que pasa es que lo sacaron de aquí y se lo llevaron a un nicho para que la prensa lo viera. Fue como a las ocho de la noche, estaba lloviendo porque era invierno. Lo dejamos en el patio 136. Nadie viene a verlo. Lo tapamos con puro barro, si llovía súper fuerte y no había nadie.

Uno igual se arriesga aquí. A un compañero le pegaron los familiares del finao porque estaba enterrando y no les gustó cómo echaba la tierra. Él como es gordo se defendió, menos mal, si además es un sepulturero profesional. Pasa cada cuestión… hay que saberlas llevar nomás. Lo mío es puro chiste. Ni en la casa me admiten tanto. Tengo a mi señora hace 35 años y le falta poco para que en paz descanse. Ha estado media enfermita, pero se va a morir luego. Yo le digo “vieja, te voy a hacer el mejor funeral” y me dice “qué te creí desgraciado”. Yo tengo una muy linda familia. Tengo cuatro hijos y los cuatro son de distintas mujeres, porque yo era muy loco antes, muy bueno para tomar, pero ahora no. Como ya tengo una familia constituida, estoy haciendo el empeño de jubilar. No voy a echar de menos la pega porque tengo todo hablado para irme a un cementerio de Colina a trabajar en lo mismo. Allá la gente que hace esto no lo hace muy bien. No me van a pagar mucho, menos que aquí, pero al menos voy a mantenerme en un cementerio. Ahí me siento bien.

NDLR: Ante la inquietud de los lectores, aclaramos que este es un texto literario.

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