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Mundo

23 de Marzo de 2018

Julissa Villanueva, la hondureña que dio la dignidad a los muertos sin nombre

Le sorprendió que los muertos sin nombre fueran enterrados en fosas comunes, como “cualquier despojo humano”, y por eso la hondureña Julissa Villanueva decidió crear un “cementerio humanitario” en el que los cuerpos no identificados puedan esperar a que alguien los reclame. Villanueva (Tegucigalpa, 1972) comenzó en 2013 a dirigir el Departamento de Medicina Forense […]

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Le sorprendió que los muertos sin nombre fueran enterrados en fosas comunes, como “cualquier despojo humano”, y por eso la hondureña Julissa Villanueva decidió crear un “cementerio humanitario” en el que los cuerpos no identificados puedan esperar a que alguien los reclame.

Villanueva (Tegucigalpa, 1972) comenzó en 2013 a dirigir el Departamento de Medicina Forense del Fiscal General de Honduras y lo que más le llamó la atención era la indiferencia ante los cuerpos sin identificar, los que nadie reclamaba, que eran enterrados “sin pena ni gloria” en una fosa común.

“Si de repente usted venía, estaba buscando a su familiar y ya se enterró, entonces había que buscarlo en la fosa común y era un desorden. A nadie le importaba esa reunificación de las familias y ese trato humanitario de las personas”, narró a Efe Villanueva en una entrevista en Washington.

Villanueva fue hoy una de las diez mujeres que recibió de manos de la primera dama de EE.UU., Melania Trump, un premio del Departamento de Estado en reconocimiento a su valor.

Fue, sin embargo, otra visita a Estados Unidos la que le inspiró para crear el primer “cementerio humanitario” de Honduras. Visitó el simbólico camposanto militar de Arlington, en el estado de Virginia, y descubrió las tumbas blancas, perfectamente alienadas y donde descansan más de 400.000 soldados y sus familias.

“Miré cómo tenían el cementerio de Arlington, tan bien ordenado los cadáveres y pensé, ¿por qué yo no puedo hacer algo así con mis desconocidos?”, explicó Villanueva.

“Y créeme -continúa- me fui sembrada en esa idea y, entonces creamos un cementerio con nichos. Ahora cada uno de esos desconocidos los colocamos en nichos, unitarios, y están identificados, con ADN y con todo para que si alguna familia viene y me pide el cadáver, yo pueda dárselo”.

Recibió ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja y una familia “de buen corazón” le regaló un terreno en un cementerio privado, a unos 14 kilómetros de Tegucigalpa.

Comenzaron con 300 nichos, de cemento, blancos y uno encima de otro. Ahora, Villanueva está preparándose para abrir otro cementerio en San Pedro Sula, la segunda ciudad del país por población y que durante años estuvo considerada la urbe más violenta del mundo por sus altas tasas de homicidios.

La obra de Villanueva ha servido de inspiración a otros países de Centroamérica y, ahora, la ciudad de Esquipulas (Guatemala) ya tiene su propio cementerio para muertos olvidados.

“Estoy muy satisfecha de haber creado ese cementerio. De lo que estamos hablando es de la incorporación de las ciencias forenses al lado social y humanitario”, destacó orgullosa.

Con esa idea en mente, estos meses Villanueva ha comenzado a trabajar en un proyecto piloto del Gobierno hondureño para identificar a entre 18.000 y 20.000 presos que llevan años en las cárceles sin que nadie sepa realmente quiénes son, pues suelen usar diferentes nombres para cometer crímenes.

También se trata, dice, de ofrecer el “derecho humano” de la identidad tanto a los presos como a aquellos niños que, por ejemplo, fueron abandonados y sus padres nunca les inscribieron en el registro civil.

Otro de los proyectos en los que está trabajando es la identificación de los inmigrantes hondureños que fallecen en su camino hacia Estados Unidos en busca del “sueño americano”.

Cuando alguien muere, por ejemplo, en el desierto de Sonora (Arizona, EE.UU.), los Gobiernos estadounidense y el hondureño se ponen en contacto para tratar de identificar el cadáver y comprobar que el ADN de los restos mortales se corresponde con el de la familia en Honduras.

“El proceso de identificación consiste en vincular una información previa a la muerte y posterior a la muerte. Entonces, nosotros tomamos el ADN de las familias y enviamos de inmediato sus perfiles genéticos hacia el lugar en cuestión en EE.UU. para ver si coinciden”, explicó Villanueva.

Tras recibir hoy su premio, Villanueva se reunirá con otros científicos y criminólogos en Austin (Texas) para profundizar en la identificación de inmigrantes y abarcar temas de feminicidios y muertes de miembros de la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT).

Después viajará a Los Ángeles para despedirse de las otras mujeres premiadas y, finalmente, volverá a Honduras.

Dice que, antes de venir a EE.UU., ya tenía 45 cuerpos sin identificar en los congeladores de su centro forense.

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