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Opinión

2 de Mayo de 2018

Niels Biedermann, psiquiatra de los sobrevivientes de Colonia Dignidad: “Nunca, en los trece años que llevo trabajando con los colonos he oído mencionar el nombre del doctor Dörr”

Por encargo del gobierno alemán el doctor Niels Biedermann trata a los sobrevivientes de Paul Schäfer desde el año 2005. Siempre ligado al tratamiento de víctimas de violaciones a los derechos humanos en la dictadura de Pinochet -ya sea colaborando con Vicaría de la Solidaridad y a través del Instituto latinoamericano de salud mental y derechos humanos-, asumió la titánica tarea de rehabilitar a una comunidad de adultos infantilizados, niños violados y mujeres estériles, todos despersonalizados y con traumas relacionados al abuso de medicación, electroshock y torturas. Acá, con la sicóloga Karen Hinzner, -también ligada a la defensa de los DDHH a través del PRAIS zona norte del hospital San José-, y a propósito del reciente congelamiento del Premio Nacional de Medicina al doctor Otto Dörr, Biedermann sale en su defensa: “es imposible trabajar 13 años con las victimas sin saber si alguien estuvo involucrado”, y vuelve a poner en el centro de la discusión el abandono de los habitantes de Villa Baviera y la gravedad del daño ocasionado en y por la secta que amparó la dictadura militar.

Lorena Penjean
Lorena Penjean
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Hace 13 años el siquiatra chileno alemán Niels Biedermann manejó hasta la séptima región, atendió a cerca de 30 pacientes y despertó el lunes en Santiago sin poder dar crédito de lo que había oído. Los más grandes horrores se hacían carne en más de cien personas que no obstante el cierre de Colonia Dignidad, seguían en un encierro mental abismante.

Corría el 2005 y antes de que Paul Schäfer fuera detenido en Argentina, el gobierno alemán lo contactó para tratar a las víctimas, pero a poco andar entendió que la víctima era la comunidad y que lo que tenía que hacer era una intervención sicosocial. Para hacerlo primero debía ser aceptado y vencer la resistencia de un grupo de personas que no sólo los combatió, sino que discriminó a quienes se acercaron a pedir ayuda, presionándolos para que desistieran. ¿La razón? Las palabras de Schäfer, quien les dijo siempre que los psiquiatras y psicólogos son ayudantes del demonio y que ponerse en contacto con ellos era arriesgar la salvación del alma.

Luego, en un trabajo largo, complejo y por etapas, junto con la sicóloga Karen Hinzner, han ido instalando la verdad y con ella, abriendo nuevos flancos. Al enterarse de las atrocidades que se cometieron dentro de la comunidad, incluso con sus hijos, muchos de los sobrevivientes se han retraumatizado. El sufrimiento va y viene, pero nunca desaparece, está latente, a flor de piel junto con la vergüenza, la culpa y el arrepentimiento. A eso, hay que sumarle los problemas propios de sus vidas actuales, como la dificultad de hacer familia en circunstancia de que nunca conocieron cómo era una.

Para Biedermann es algo muy complejo de explicar para alguien que no lo vivió, para alguien que lo ve desde afuera. “El proceso de aceptación de la verdad fue muy difícil y uno podría preguntarse cómo no iban a saber nada si estaban todos juntos ahí adentro. Y efectivamente no sabían, o sabían y no sabían, porque la negación es un fenómeno psicológico en que uno no ve lo que no quiere ver. La negación es un fenómeno ocupado por todos los regímenes totalitarios para hacer desaparecer las realidades que no deben ser vistas. En este caso el instrumento fue la religión y el administrador de la religión fue Paul Schäfer”, afirma. Es así como se explica que los que vieron salir jóvenes desde la habitación de Schäfer no pensaron que algo estaba mal, y si lo hicieron, se culparon por dejar que el demonio les pusiera esos pensamientos en la cabeza. El profesional hace hincapié en la forma en la que operan los regímenes totalitarios: con la mistificación.

“La mistificación es un término usado por algunos psiquiatras británicos de la corriente anti-psiquiátrica y originalmente usada por Karl Marx para hablar de cómo la clase dominante le falsea la realidad a los dominados para que lo malo y lo que sufren sea visto como bueno. Eso mismo pasó dentro de la Colonia: las cosas fueron tergiversadas de tal modo que hasta el abuso sexual fue redefinido como el cuidado que el líder de la secta hacia parte del proceso educativo, y así fue inculcado en niños totalmente aislados”, agrega Biedermann.

Al desconocimiento de lo que sucedía hay que agregar la nefasta sobre medicación y tratamientos farmacológicos para doblegar la voluntad de los colonos, como afirma Hinzner: “No estaban lúcidos y ante la mínima posibilidad de haber llamado la atención sobre algo que estaba ocurriendo, inmediatamente venía el castigo físico, la tortura y electroshock, incluso a mujeres adultas. Eso explica la fragilidad de la memoria en muchos casos”.

¿Cómo se construye una secta así?
NB: Todo el sistema fue basado en la destrucción de las relaciones interpersonales, o sea la negación fue posible justamente por eso. No nos olvidemos de que la negación primó durante un buen tiempo de la dictadura. Mi primer trabajo de Derechos Humanos cuando volví de Alemania fue con los familiares de los detenidos desaparecidos que aparecieron en los Hornos de Lonquén. En ese tiempo todavía primaba el término “supuesto” o “presunto” detenido desaparecido y una buena parte de la sociedad lo negaba, o sea, yo mismo lo viví. Eso pasó mucho más concentradamente dentro de la colonia, porque ahí los vínculos interpersonales fueron sistemáticamente destruidos, sobre todo generacionales: primero fueron separados hombres de mujeres, después fueron separadas las familias y los niños separados de los padres.

KH: Todo vínculo se rompía; si nacía un gatito y se daban cuenta de que una niña le daba de comer, mataban al gatito, así de drástico. Si se daban cuenta de que una niñita regaba una plantita que no debía regar porque había salido de una semillita, se arrancaba la plantita. Todo lo que fuera un intento de generar un apego o vínculo con algo vivo era aniquilado, así de grave…

NB: Pasaba lo mismo con los peluches, que eran eliminados. Si hablamos de psicología infantil, los peluches son objetos de transición entre la madre y la identidad propia. Por eso los niños duermen aferrados al peluche y como se trataba de destruir los vínculos, Schäfer prohibió los peluches y, en una ceremonia ahogaron en una laguna una figura del viejo pascuero.

UNA SECTA DESTRUCTIVA

El horror se encarnizó con los niños, muchos de los cuales intentaron suicidarse frente a la desesperación, ante la absoluta soledad y nula acogida y contención por parte de algún adulto. Cargaban solos con sus angustias, no tenían paz, ni siquiera la tranquilidad de tener un amigo toda vez que Schäfer implantó la confesión obligatoria. Como sistema de control y dominio, cualquier conversación tenía que ser confesada y si alguien confesaba algo antes que otro, el otro era severamente castigado por no haberlo confesado antes, de modo que la relación entre los pares fue severamente destruida: “esta situación marca, se incorpora a la identidad y perturba profundamente la construcción de futuro porque destruye la base de la experiencia”, afirma Biedermann. “La experiencia permite la elaboración de nuevas relaciones humanas sobre la base de experiencias previas. La experiencia aporta la capacidad de decisión, o sea, a quién me acerco, a quién no, quién me cae bien y quién me cae mal, qué le digo y qué no le digo, etc. Bueno, la experiencia fue destruida por lo cual no pudieron construir una maduración progresiva a través de las experiencias en las relaciones interpersonales”, agrega.

¿Existe una experiencia similar en el mundo?
NB: Hasta donde yo sé, esta es la primera vez que se ha intervenido una secta entera, no conozco otra experiencia en la literatura. Tampoco conozco una secta que haya sobrevivido varias generaciones como esta y que exista toda una generación nacida dentro de un sistema tan perverso. Dicho esto, hay que aclarar algunos conceptos que se usan frecuentemente, por ejemplo, cuando se dice que fue una agrupación nazi. Eso no es efectivo, la Colonia Dignidad fue una secta destructiva, es decir, una secta en la que no se respetan los derechos, donde se homogeniza, maltrata y se le lava el cerebro a las personas, subyugándolas totalmente para someterlas a un régimen del terror, totalmente aislados del mundo externo. Otra de las cosas que se dice cuando se habla de Villa Baviera es eso del “enclave alemán”, bueno, a estas alturas no es un enclave alemán, la gran mayoría, o sea, todos los que tienen menos de 58 años son ciudadanos chilenos. De todos los integrantes de Colonia Dignidad la mitad se fue a Alemania y la mitad se quedó en Chile. Este es su país, acá nacieron y crecieron.

Usted juntó a los sobrevivientes de Schäfer con víctimas de violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Pinochet ¿Por qué?
NB: Partí llevando a algunos de la generación joven a Villa Grimaldi para que vieran que la realidad que ellos habían vivido para hacerles ver que ellos no eran las únicas víctimas, que habían otras y que eso tenía que ver con lo que había pasado al interior de la colonia. Descubrir que la DINA había operado dentro de la colonia torturando y asesinando gente, significó una retraumatización para muchos. Les costó aceptarlo y varias mujeres de las que tuvimos salieron llorando porque no lo podían creer. Hubo todo un proceso de repercusión emocional muy fuerte de la toma de conciencia de todo lo que había pasado. Desgraciadamente, hubo una decisión desde arriba, desde la estructura administrativa de una organización de derechos humanos, que nos obligó a cortar ese contacto. Nunca me dijeron por qué.

¿Se sienten abandonados?
NB: Han sido abandonados, no es una suposición, es un hecho. Salvo el esfuerzo de Lagos, que nominó un delegado, no se les ha ayudado en nada.

“Todo vínculo se rompía; si nacía un gatito y se daban cuenta de que una niña le daba de comer, mataban al gatito, así de drástico. Si se daban cuenta de que una niñita regaba una plantita que no debía regar porque había salido de una semillita, se arrancaba la plantita. Todo lo que fuera un intento de generar un apego o vínculo con algo vivo era aniquilado, así de grave…”

OTTO DÖRR Y SU NEXO CON COLONIA DIGNIDAD

¿Qué te llamó la atención de las mujeres?
KH: La gran mayoría de las mujeres padece depresiones profundas, crisis de pánico y mucha sintomatología asociada al estrés post-traumático como pesadillas. Yo tengo la impresión que las mujeres lo pasaron más mal que los hombres, incluso en el trabajo forzoso estaban en otra categoría. Ellas eran mucho más maltratadas que los hombres y pese a que pueda sonar muy disruptivo lo que voy a decir, hay un tema en la percepción de la sexualidad; cuando tú no sabes nada de la sexualidad, el hecho de que algunos hombres hayan sido elegidos por Paul Schäfer cuando él cometía las violaciones, se entendía y era visto como un acto de valoración. Los hombres eran los elegidos, las mujeres no.

Al no ser escogidas por Schäfer no se sentían valoradas…
KH: Exacto. Y me gustaría agregar otra cosa: durante las terapias nos hemos enterado que varias de ellas fueron abusadas sexualmente con intimidación. Es decir, no conocen la sexualidad, entienden que no son valoradas por Schäfer y la única forma en que fueron abordadas fue en un asalto sexual muy violento. Nada de seducción, de relaciones afectuosas.

Muchas quisieron tener hijos y no pudieron…
NB: Se sospecha que tienen una esterilidad secundaria por el uso de electroshock, o sea golpes eléctricos locales, en los genitales. No sabemos si también se debe a la introducción o inyección de sustancias…

¿Quiénes eran los que administraban medicamentos? ¿Era el doctor Otto Dörr uno de ellos? ¿Cuál fue la participación del doctor Dorr en la Colonia Dignidad?
NB: La gran mayoría de las indicaciones fueron hechas por el “psiquiatra” doctor Schäfer, lo digo irónicamente. Hubo, sin duda alguna, colaboración de los dos médicos que trabajaban en la colonia como Gisela Seewald, jefa del hospital ya fallecida, y secundariamente, el doctor Hopp. También participaron dos psiquiatras de Concepción, cuyos nombres no revelaré, a los cuales les llevaban pacientes a sus consultas. Nunca, en los trece años que llevo trabajando con los colonos he oído mencionar el nombre del doctor Dörr. Yo me hubiera enterado si él hubiera tenido alguna injerencia y si no me enteré es porque no la hubo. Ya le mencionaba la participación de los siquiatras de Concepción y no sabría decirle si actuaron de buena o mala fe, lo que sí me consta es que había un exceso de medicamentos. La actitud corporal rígida de muchos de ellos se explica por los efectos neurológicos de medicamentos antipsicóticos usados en altas dosis.

¿Cómo es posible que el doctor Dörr no se diera cuenta de lo que pasaba en Colonia Dignidad?
NB: Yo creo que es perfectamente posible, hasta las declaraciones judiciales hechas contra Paul Schäfer fueron hecha todas bajo presión de las mismas víctimas. Había toda una estructura montada para presentar un engaño que corría para adentro y para afuera. Esta fue una secta creada para la satisfacción de la perversión de Paul Schäfer, quien fue un tipo desgraciadamente genial al momento de estructurar el sistema. Armaron una orquesta sinfónica fantástica, competencias deportivas, etc., y los hacían montar estas presentaciones frente a las visitas. Cualquiera que hubiera entrado se hubiera encontrado con una atmósfera absolutamente ideal y que se parece a las visitas de la prensa a los presos políticos de la dictadura.

KH: De hecho, cuentan los pacientes que eran chiquitos en esa época, que cuando llegaban visitas se alegraban, porque de partida les ponían ropa normal y no uniformes de trabajo, las niñitas se ponían felices porque se podían poner bonitas y podían peinarse su pelito. Ese día les daban comida a todo el mundo por igual, podían divertirse y no había que trabajar. Entonces claramente para una visita era difícil que se diera cuenta de lo que estaba pasando…

NB: Yo conozco al doctor Dörr, tengo una buena opinión de él, sé que él jamás habría defendido a alguien que él supiera que estaba violando derechos humanos o cometiendo abusos sexuales. Creo absolutamente que él fue engañado y, si de algo lo puedo acusar, es de ingenuo, porque eso lo he visto varias veces en él. El doctor Dörr, siendo chileno, se parece a los profesores académicos alemanes que viven dentro de su mundo académico, dentro de un mundo cultural y prueba de ello es que ha hecho grandes aportes dentro de ese ámbito.

Evidentemente, se merece el premio que le han dado. El hecho de que a veces haya sido políticamente ingenuo no desmerece para nada su labor científica y docente como médico. Además, es algo que ya hemos conversado entre los dos. Él se manifestó crédulo frente a lo que pasaba en la Colonia Dignidad y yo debo confesar que en (el) los años 60, cuando vi los primeros reportajes yo tampoco creía. El asunto es que después, cuando estuve en un lado político mucho más permeable a acceder a ese tipo de información, abrí los ojos. El engaño funcionó con él y él mismo tomó posición frente a eso reconociendo su error de ingenuidad. Nunca he escuchado mencionar su nombre entre mis pacientes, es imposible trabajar 13 años con las victimas sin saber si alguien estuvo interviniendo. Nadie lo menciona, así que de esa parte puedo dar fe. Hoy, desgraciadamente, las redes sociales generan un fenómeno que dice relación con que si uno ve suficiente información termina creyéndola. Hay mucha rabia detrás, se manifiestan las emociones también y empiezan a funcionar como una bola de nieve, sólo que en este caso el objeto de la agresión fue equivocado. Hay que ser cuidadoso porque hay bastantes personas que son verdaderamente responsables y que sí merecen ser identificadas e individualizadas, que no es el caso del doctor Dörr.

KH: Yo también lo conozco, he trabajado en el Hospital Psiquiátrico con él y tampoco nunca he escuchado su nombre entre los pacientes. Si él dice que no estuvo involucrado en nada, yo le creo. Es lamentable hacer un símil entre una postura o idea política, por ejemplo más de derecha, y acusaciones como las que se le han hecho.

CÓMO VIVIR CON UN SUFRIMIENTO TAN FEROZ

¿Cuáles son los problemas actuales de la comunidad?
KH: Algunos están viviendo en familia en circunstancias de que nunca tuvieron una, nunca ellos tuvieron un modelo de mamá o de papá y hoy en día tienen que ser mamá y papá. Tienen temores con respecto de su futuro y el de la Villa Baviera, qué va a pasar con ellos, su futuro económico, cuáles son sus proyecciones de ellos como familia en el mediano y en el largo plazo…

“Yo conozco al doctor Dörr, tengo una buena opinión de él, sé que él jamás habría defendido a alguien que él supiera que estaba violando derechos humanos o cometiendo abusos sexuales. Creo absolutamente que él fue engañado y, si de algo lo puedo acusar, es de ingenuo, porque eso lo he visto varias veces en él.”

¿Cómo se vive con un sufrimiento tan feroz?
NB: Depende de la resiliencia de cada persona. También de hacerse cargo de las huellas y dolores y aprender a vivir con ellos. Hay que aceptar que cuando uno ha tenido vivencias extremas uno es distinto a los demás y hay un cierto número de experiencias que no puedo compartir. Tiene tiempos y etapas, por ejemplo, los torturados vivieron una realidad tan absolutamente extrema y normalmente cuando salen hay un primer momento en que hablan de eso, después descubren que no pueden compartir esa experiencia y que los demás simplemente no la entienden y dejan de hablar. Acá pasa lo mismo, ellos han vivido una realidad tan distinta, con una perturbación de las relaciones interpersonales y traumatizaciones que no las pueden compartir porque el resto no las entiende. Ellos son distintos, y lo tienen que aceptar, decir “es cierto que somos distintos pero nos podemos relacionar con los demás y queremos que nos acepten, nosotros somos tan pertenecientes a la sociedad chilena como todos los demás. Eso es tan importante como el reconocimiento de la condición de víctima, asunto que como hemos mencionado, no ha sucedido y parte de esa responsabilidad es del Estado.

KH: No sabían que eso que vivían estaba mal. A diferencia de otras víctimas, por ejemplo de las violaciones a los DDHH por razones políticas, que sí sabían que eran víctimas y no tenían ninguna duda al respecto, acá ni si quiera ellos mismos lo sabían y no se les otorgó ese trato tampoco.

Ya han pasado 13 años desde su primera visita, la que ha señalado fue como una pesadilla…
NB: Cuando yo desperté ese lunes en Santiago, después de haber estado todo el fin de semana allá, me decía “esto no puede ser cierto”. Fuera de la Colonia una persona pudo haber sido detenida, torturada, puede haber tenido un familiar detenido desaparecido, le pueden haber pasado cosas terribles, pero hay algo que esa persona tiene y los colonos no: el conocimiento, la certeza de lo que le pasó está mal porque conoce un mundo de valores y realidades y tiene a sus pares con los cuales establece vínculos. Aquí había que partir construyendo una realidad.

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