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Cultura

17 de Julio de 2018

Haneke, el cineasta implacable, se descubre en un libro de entrevistas

Preciso e implacable, el cine del austríaco Michael Haneke explora los rincones más oscuros del individuo y la sociedad contemporánea. El autor de filmes como “The White Ribbon” o “Caché” desvela sus claves en “Haneke por Haneke”, un libro que nace a partir de más de 50 horas de entrevistas. “Nunca tuve nada en contra […]

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Preciso e implacable, el cine del austríaco Michael Haneke explora los rincones más oscuros del individuo y la sociedad contemporánea. El autor de filmes como “The White Ribbon” o “Caché” desvela sus claves en “Haneke por Haneke”, un libro que nace a partir de más de 50 horas de entrevistas.

“Nunca tuve nada en contra de mostrar buenos momentos, pero tenía la impresión de que el cine ‘mainstream’ había abusado de esos momentos y me parecía difícil filmarlos sin caer en algo ‘kitsch'”, señala Michael Haneke (Múnich, Alemania, 1942) en una de las muchas reflexiones que recoge el libro.

Los críticos franceses Michel Cieutat y Philippe Rouyer, inspirados en el estilo del célebre libro de entrevistas de Truffaut a Hitchcock, ofrecen un exhaustivo repaso a la vida, el pensamiento y la filmografía del austríaco-alemán, ganador de dos Palmas de Oro de Cannes -por “The White Ribbon” y “Amour”- y de un Óscar, por “Amour”.

“El cine de Haneke explora y rasca donde la vida duele, desestabiliza al espectador y le invita a cuestionar sus certezas”, indican los autores en la introducción. Expone comportamientos vergonzosos, pero jamás los juzga. Tampoco invita a la esperanza. Humor, sí, pero muy negro.

Autor de once largometrajes, con protagonistas como Isabelle Huppert, Juliette Binoche, Daniel Auteuil o Jean Louis Trintignant, Haneke filmó su primera película con 46 años. Previamente, durante 20 años, compaginó su trabajo como guionista y director de telefilmes con el teatro.

Hijo de padre alemán y madre austríaca, ambos actores profesionales, Haneke cuenta que tuvo una infancia feliz, aunque creció alejado de sus progenitores, en la casa de campo de su tía, que durante mucho tiempo fue la primera y única persona que leía sus guiones.

El suicidio de esa tía, con 92 años, está en el origen de “Amour”, una de sus películas más aclamadas y en la que, por primera vez, dejaba espacio para algo parecido a momentos de felicidad.

El libro, en orden cronológico, recoge sus primeros recuerdos de cine -un “Hamlet” con Laurence Olivier que vio con su abuela-, su entusiasmo al descubrir la Nouvelle Vague en la universidad de Viena, donde estudió Filosofía, y sus primeros trabajos alimenticios como obrero de fábrica, reparador de calefacciones y cajero de correos, antes de introducirse como becario en el mundo de la televisión.

Pero, sobre todo, analiza al detalle cada una de sus películas y su método de trabajo y, a través de ello, descubre su forma de ver la vida, empezando por los telefilmes, la mayor parte de ellos adaptaciones literarias.

“La verdadera vergüenza no son las personas que hacen el mal, sino aquellas que cierran los ojos para no verlo. Los que se atreven a hacer el mal son más bien pocos. De hecho, son valientes, porque saben que algún día deberán pagar por sus actos. Pero la mayoría prefiere considerarse no culpable y cerrar los ojos. Yo también lo hago”.

La citada reflexión surge al hilo de “Benny’s Video” (1992), su segundo largometraje, que, junto a “The Seventh Continent” (1989) y “71 Fragments of a Chronology of Chance” (1994), forman lo que la crítica ha llamado la trilogía de la glaciación emocional.

En ellas se encuentran ya ideas que se repetirán a lo largo de su trayectoria: la alienación del ser humano y su falta de compasión, la narrativa fragmentada, los niños víctimas, la multiplicidad de pantallas y la “desrealización” del mundo.

De “Funny Games”, con la que compitió en el Festival de Cannes en 1997, una asfixiante visión sobre la psicopatía, recuerda que se inspiró parcialmente en la noticia de un suceso ocurrido en España: dos jóvenes que torturaron a un sintecho, y uno de ellos, desde la cárcel, redactó un ensayo defendiendo su actuación amparándose en Nietzsche.

Haneke explica también sus motivaciones para filmar el “remake” americano con Naomi Watts y Tim Roth. “Mi objetivo era enseñar a los espectadores lo que significa realmente la violencia”, indica, frente a la “glamurización” típica de las películas de Hollywood, que deja al espectador indemne.

De su siguiente película, “Code Unknown” (2000), confirma que surgió a raíz de la petición que le hizo Juliette Binoche de trabajar con él, aunque finalmente rodó una película coral, en planos secuencia.

Y de “The Piano Teacher” (2001), adaptación de la novela de Elfriede Jelinek y su primera colaboración con Isabelle Huppert, da detalles de cómo se rodaron las escenas más complicadas.

Aunque el libro original se publicó en 2012, la nueva edición de “Haneke por Haneke” está actualizada hasta el 2017 y llega a analizar su última película, “Happy End”, una sarcástica visión de la familia.

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