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Cultura

4 de Septiembre de 2018

Malaimagen entrevista a Guillo: “Tanto Guillo como yo hacemos la misma cosa, nos metemos con los mismos conchesumadres”

A Malaimagen le decían Guillo de niño y cuando le explicaron que ya existía un Guillo dibujante, no supo cómo firmar sus dibujos y se inventó Malaimagen. Guillo, por su parte, cuando vio sus primeros dibujos dijo: “es bueno, es un Buenaimagen”. Y así, el histórico ilustrador conoció a su fan, hoy uno de los dibujantes más influyentes de Chile. Acá, los dos cracks conversan en torno a los diez años de la publicación de “Pinochet Ilustrado”, el libro de Guillo en el cual se reproducen las viñetas que hizo en dictadura ridiculizando al tirano, mostrándolo como un reyezuelo. ¿Qué los une cuando dibujan? “Bueno, tanto Guillo como yo hacemos la misma cosa, nos metemos con los mismos conchesumadres”, afirma Malaimagen.

Por

Fotografías: Cristóbal Gutiérrez / Ilustraciones libro: Guillo

Video: Colaboración entre The Clinic y Pousta.com

¿Cómo era dibujar en dictadura?

Bueno, es una condición muy especial. Tú sabes que el dibujo editorial está muy ligado al contexto en que vivimos los dibujantes, y ese contexto en dictadura no podía ser peor. Nosotros necesitamos libertad de información, libertad de publicación, libertad de expresión para ejercer nuestro oficio plenamente y todo eso estaba conculcado en ese tiempo, así que era en condiciones en extremo difíciles. Sin embargo, poco a poco se fueron ganando espacios y se pudo expresar, casi siempre metafóricamente, las ideas que uno quería decir. Era el arte de saber hasta dónde estirar el elástico.

Todo eso lo hice en la revista APSI, donde hacía un dibujo editorial semanal. Yo dibujaba para mí y para soportar la asfixia que generaba la dictadura, y por suerte todo eso les hizo sentido a los lectores de la revista, a quienes mis ilustraciones también les sirvieron para soportar la dictadura. Es la magia del humor compartido.

¿Crees que, aparte de una misión comunicacional, el humor tenía una finalidad de encontrarle un poco de alegría a lo que se estaba viviendo?

Creo que, en primer lugar, uno hace dibujos para uno y después los comparte. Yo hacía mis dibujos para generarme a mí mismo una alegría. El poder del humor es muy bonito. En el libro “El Nombre de la Rosa”, de Humberto Eco, había un cura que tenía todos los libros de comedia secuestrados y explicaba que lo hacía porque, para él, la comedia, o sea, el humor, era un viento diabólico, porque mata el miedo y sin miedo no puede haber fe.

“En la dictadura, el humor tenía el poder de matar el miedo. A mí me sirvió para disminuir el poder del tirano y verlo en toda su ridiculez”.

Si llevamos eso al contexto de la dictadura, el humor tenía el poder de matar el miedo. A mí me sirvió para disminuir el poder del tirano y verlo en toda su ridiculez. A la gente también le hizo sentido, así entonces se creó un juego en el que yo recreaba semana a semana todo lo que hacía o no hacía la dictadura mediante una analogía al dictador que era este “Reyezuelo”. Yo lo llamé así pero la gente le puso el “Reyecito”. El punto era que todos sabían que estábamos hablando de Pinochet.

Dijiste varias veces la palabra “miedo”. ¿Tuviste miedo al dibujar?

No, la verdad es que nunca tuve miedo. En la revista éramos un grupo muy afiatado, éramos unos 20 entre periodistas, diseñadores, personal administrativo y el dibujante editorial. Era la generación de Nibaldo Mosciatti, Pancho Mouat, Pablo Azócar, Pedro Lira y unos más mayores como Fernando Villagrán, Marcelo Contreras, Rafael Otano y Vesna Sekulovic, entre otros. Éramos inmortales y no medíamos las consecuencias. No estaba en mi radar el miedo, por irresponsabilidad quizás, pero lo cierto es que era más fuerte la necesidad de expresarse y de decir lo que uno sentía que el cálculo de los riesgos y el miedo.

¿Qué tan importante es para ti la libertad en el dibujo?

Yo creo que la libertad es fundamental en el ejercicio de nuestro oficio. Tienes que tener libertad para poder crear. Si bien uno tiene una posición frente a la sociedad y frente al tipo de sociedad en que le gustaría vivir, el artista del humor gráfico tiene que tener la libertad siempre de meterse con cualquier tema y cualquier personaje.

Un amigo escritor decía sobre mi trabajo: “Te metes con las vacas sagradas y le sacas lo sagrado y les dejas lo vaca”. Para poder hacer esa labor tienes que tener plena libertad, o sea, libertad para criticar a la derecha, a la izquierda, a la corrupción y al abuso, venga de donde venga.

Hay presiones, claro. Yo he perdido algunos amigos que suponían que no podía tocar ciertos temas y los toqué porque eran dignos de una opinión crítica gráfica.

¿Te pasa que cuando lo que a uno le gusta pasa a ser un trabajo, uno entra en las dinámicas laborales y hay conflictos? Porque generalmente el trabajo no es libre.

No, sin duda hay un trabajo remunerado, pero uno maneja sus límites. Sin embargo, perdí varios trabajos porque sentía que me estaban censurando las temáticas o me estaban pauteando de forma indigna. Esa gente censora sonriente que me tocó generalmente era del tipo “progre”, pero querían a su vez estar bien con dios y con el diablo para hacer carrera periodística “exitosa”.

¿Qué tan importante es para ti la objetividad y la imparcialidad?

Es difícil contestar esa pregunta, porque ¿qué significan esos dos términos? Creo que uno mira la realidad que le tocó vivir con sus propios valores, con sus ojos, entonces creo que la imparcialidad pura no existe. O sea, el abuso sexual de los curas lo voy a condenar y no voy a andar pendiente de tener la versión del agresor. Uno tiene posiciones y las manifiesta, es muy difícil ser objetivo; lo que sí tenemos que velar es en no mentir y en no inventar cosas que no son ciertas.

¿Sentiste cuando terminó la dictadura que se diluía el enemigo en común y ya no era tan identificable el malo?

No, porque yo siempre pensé que iba a haber mucho tema porque había que construir una democracia y que eso no era una tarea menor. Pensaba que en el camino iban a haber muchas paradojas y contradicciones en la construcción de eso y ello debía ser dibujado. Lo penoso es que uno constata con el tiempo que la democracia estaba negociada, o sea, no había tanto campo como para aportar en eso. Era más bien ponerse en la fila, portarse bien y no huevear al nuevo poder ni al antiguo.

HUMOR, BELLEZA Y DICTADURA

¿Crees que el humor tiene que ser comprometido socialmente o esa es una elección del autor?

El humor editorial se hace en base a valores y posiciones personales, y ellos estarán reflejados en los dibujos. Es imposible que te desdobles como dibujante de lo que piensas como persona. Siempre va a salir tu posición frente a lo que estás comentando. No creo que sea posible hacer un dibujo editorial neutro, inocuo, insípido, incoloro, inodoro y todos esos adjetivos. Si lo haces así, para mí será un dibujo mediocre.

Pinochet Ilustrado ya está en la cuarta edición. Hace un tiempo Jorge González decía que le entristecía que “El baile de los que sobran” fuera aún una canción actual, porque significa que las cosas no han cambiado. ¿Ves como algo positivo o negativo que la figura de Pinochet esté tan vigente en la sociedad chilena?

Que Pinochet esté vigente es terrible, lamentable, significa que hemos fracasado en esa área de transformar la sociedad heredada de la dictadura. Uno desearía que nuestra sociedad fuera sólidamente democrática y que ciertos valores fueran incuestionables para todos los sectores, derecha e izquierda. A la luz de los últimos acontecimientos, lo del Museo de la Memoria, tú ves que la cosa no está zanjada, de que no hay un consenso mínimo, como lo han hecho los países de Europa después de sus catástrofes sociales.

Está en boga el negacionismo. ¿Qué puede hacer el humor ahí?

Bueno, la misión es la que se da el dibujante. Hay dibujantes de todo tipo, pero desde mi punto de vista lo que el Humor debería hacer es poner en relieve y en valor, los valores que son intransables, como condenar el atropello a los derechos humanos aquí y en la quebrá del ají. Con eso creo que se está aportando a la comunidad, estás poniendo el foco en valores que sería bueno que se enseñaran en el colegio, los trabajos, en todos lados.

“En el libro “El Nombre de la Rosa”, de Humberto Eco, había un cura que tenía todos los libros de comedia secuestrados y explicaba que lo hacía porque, para él, la comedia, o sea, el humor, era un viento diabólico, porque mata el miedo y sin miedo no puede haber fe”.

Se ha dicho que este libro es una especie libro de historia. ¿Sientes un rol histórico en el humor editorial?

Yo no lo sentí así hasta que Gabriel Salazar lo calificó como un libro de historia ciudadana, o de historia social. Es aquella historia que hacen las personas y no los gobiernos, ni los historiadores de turno de esos gobiernos que escriben esa historia. Y en ese sentido me abrió los ojos en cuanto a que podía ser un aporte a la cosa histórica.

¿Te entristece que hayan personajes de este libro que sigan manejando la política? está Buchi, unos Jovinos Novoas, está la UDI siempre presente…

Sí, por supuesto que es una pena, porque ese pensamiento y acción UDI debería haber sido desplazado por los valores democráticos. También que la derecha se renovara y diera lugar a otro tipo de derecha más decente, en el sentido de una posición verdaderamente democrática frente al país. Sin embargo, obstruyen todo avance al servicio de las personas por dogmas de todo tipo.

¿En qué te enfocas ahora, después de tantos años dibujando?

Lo mío es lo que me propuse cuando terminó la dictadura. Cómo colaborar en la construcción de una democracia verdadera y la cual creo que es muy necesario que se desarrolle y madure.

¿Crees que el dibujo tiene ese poder?

Yo creo que es un aporte más junto con otra gente creativa de todos los ámbitos. Otros artistas, de la música, de la literatura, etc. El Humor tiene el privilegio de ser de lectura rápida y de recordarse mejor, entonces siento que puede aportar mucho a ese desafío.
Es importante otorgar belleza y humor a la nueva sociedad. Que contribuya a su sanidad mental, porque creo que estamos muy enfermos, seguimos en la UTI creyéndonos sanos. La desesperanza de la gente es grande.

El humor tiende a resaltar lo negativo, las contradicciones, los errores de la sociedad. ¿Cómo se aporta belleza a todo eso?

Haciendo bien tu trabajo. Cuando lo haces, creas belleza. Tú lo haces periódicamente. Con tu obra dices al mundo: “Aquí hay esfuerzo, inteligencia, creatividad” y eso para mí es belleza. No se necesita sólo un cuadro perfecto o una música perfecta para sentir la belleza. De hecho en dictadura, hablar de humor y de belleza era el discurso más antifascista que podías tener. No fue casualidad que gran parte de la resistencia a la dictadura se haya construido en base a agrupaciones y actividades culturales. El humor nunca se ha llevado bien con la dictadura, y la belleza tampoco.

HUMOR EN LOS NUEVOS TIEMPOS

Hace tiempo vi un mea culpa que hizo un humorista en la tele, dijo que durante mucho tiempo se había reído de los borrachos, tartamudos, gangosos, y hablaba de una evolución del humor. ¿Cómo te pilla parado esa evolución que debiera tener el humor y que va acorde a la evolución de la sociedad?

Yo trato de adaptarme a los nuevos tiempos, siempre. Ahora, yo nunca me fui al chancho con esos temas. Me sirvió mucho vivir afuera un tiempo por estudios en Alemania. En Europa esos son temas superados. Allá, un programa como el “Kike Morandé” con su humor vulgar no se permite. No pasa el filtro de la TV.

Pero se sigue dando.

Y con éxito. Eso es lo increíble, que tenga éxito con el contenido que tiene.

En cuanto a la evolución que dices del Humor yo creo que me pilla bien, porque siempre he estado preocupado de eso. De hecho tengo un premio de la feministas, el Premio Julieta, que me dieron una vez por dejar bien puesta a la mujer en los medios de comunicación. Desde los 80 que estoy dibujando por los derechos reproductivos, por la no agresión a la mujer y todos sus derechos. Entonces he tenido mucho contacto y lazos con agrupaciones sociales que luchan por su derechos y que me han ido educando mi humor y mi sensibilidad hacia esos temas.

“Todo el mundo sabe que nos cagan, pero no hay prisa en el Congreso en cambiar eso. Así como no hay prisa para legislar sanciones potentes a la colusión empresarial o a la corrupción y cohecho en la política. En otros países estarían presos años, y aquí pasan a un juicio abreviado, pa` la casa, palmadita en el poto y no lo vuelva a hacer más”.

¿Te pasa ver dibujos antiguos y decir “este dibujo no lo debí haber hecho” o “ahora no hubiera funcionado”?

Pero no por la temática, sino por la resolución de la viñeta o por la gráfica. En ese sentido yo creo que ha habido una construcción permanente de mis dibujos, pero dentro de la misma línea. Yo creo en un Humor que apele a la inteligencia de las personas que tienen información de lo que ocurre a su alrededor. Pienso que eso ayudó a que no tuviera en parte represalias graves por parte de la Dictadura. Los amigos me decían: “no te pasó nada serio porque no entendían tus dibujos“

¿Sentiste culpa cuando se llevaron detenida a la gente de la revista APSI por tu dibujo?

No tanto, porque fue conversado en equipo. Hacer a Pinochet como Luis XIV fue una creación de reunión de pauta. Ahora bien, cuando salió el dibujo con sus rulos en todas las pantallas de los noticieros vi que la cosa se venía pesada. Inventaron el término de que era “un atentado psicopolítico a su excelencia”. ¡Qué ridiculez más grande! Ahí me dije: “cagamos, seguro que cagamos”. Pero se llevaron detenidos al director y al editor de la revista y estuvieron un buen tiempo presos, y a mí nunca me fueron a buscar. Yo ya tenía mi maleta y mi cepillo de dientes preparados. Y pasé piola.

“Cuando hice a Pinochet como Luis XIV y salió en todos los noticieros, vi que la cosa se venía pesada. Inventaron que era ‘un atentado psicopolítico a su excelencia’. ¡Qué ridiculez más grande! Ahí me dije: “cagamos, seguro que cagamos”.

Recuerdo la polémica que tuviste en las redes a raíz de un dibujo que usó un seguidor de Parisi en su campaña. ¿Cómo fue para ti entrar a las redes sociales?

Bueno, fue medio traumática esa experiencia. Apenas me avisaste que estaban pirateando mi dibujo y que estaba en las redes sociales, yo hice un comentario en Twitter como si estuviésemos hablando en tu casa con unas cervezas: “¡Cómo voy a ser fan de ese weón chanta, farsante, arribista!”, algo en ese tono. Y quedó la cagá porque llegó hasta Japón el comentario. Recuerdo que ese día casi no pude trabajar, fui trending topic y todo el mundo me llamaba para pedirme una declaración. Ahí aprendí violentamente lo que es Twitter. Gracias a ti.

¿Te gustan las redes sociales?

Publico mis dibujos en varias redes. Tengo una fan page Guillo.cl en Facebook. Igual me vas a tener que poner al día porque yo hasta ahora donde he llegado es hasta Instagram, y por mi hijo. En resumen, Facebook, Twitter, Instagram… Easy Taxi y Uber (risas).

Tú tuviste una de las primeras web de humor gráfico, y era como llevar la viñeta del diario a internet. De hecho ni los que salían en los diarios estaban en internet. Ni Hervi, ni Jimmy Scott…

Sí, en 1998 creo que hice la primera web de humor gráfico en Internet. Se llamaba “Atentamente, Guillo. Humor Libre en Internet”. Y se formó un movimiento muy bonito, porque era re caro hacerse una web, entonces la financiaban amigos a cambio del dibujo semanal. Ellos ponían una luca mensual y eran como 200 amigos auspiciadores. Mi hermano pasaba a buscar las 12 lucas anuales y se generaba una cadena de relaciones transversales, horizontales entre ellos y había un feedback grande por los dibujos. Una bella experiencia, puro cariño y solidaridad.

NOS METEMOS CON LOS MISMOS CONCHESUMADRES

¿Te acuerdas cómo nos conocimos?

Cuando vi por primera vez tus dibujos, yo dije: “Este cabro es bueno”. Es un Buenaimagen.

A mí me pasó que tenía familiarmente el apodo tuyo, en mi casa me decían Guillo y no podía firmar mis dibujos como tú…

Pero los firmaste… Eso dicen.

Sí, mis primeras historietas. Hasta que mi papá me dijo “ya hay un dibujante que se llama Guillo, vas a tener que buscar otro nombre”, y fue triste porque a mí me gustaba como sonaba Guillo, encontraba que quedaba bien.

Claro que queda bien.(Risas)

Fue divertido para mí decir esa anécdota en una actividad que hubo en la Chascona en Bellavista, porque dije “bueno, está Guillo presente y voy a aprovechar de contar esto”. Y así fue que nos conocimos.

Recuerdo que esa vez decidí ir a la Casa de Neruda porque quería ver en qué estaban los artistas jóvenes y llegué piola y me puse en el público. No sé cómo cachaste que estaba ahí porque no nos conocíamos.

Alguien me dijo.

Ahí empezó todo este romance, porque nos caímos bien al tiro, me pediste que te presentara un libro, y yo te pedí que presentaras uno mío. ¿Debutaste presentando un libro conmigo o ya le habías presentado a otro?

La tuya fue la primera presentación de libro que hice y ahora ésta es mi primera entrevista.

Fue histórica esa presentación tuya, fue en el Café Literario de Providencia; la Municipalidad invita por protocolo a su gente. Entonces su público son señoras de Providencia que van a todos los eventos culturales que anuncian. Y tú partiste con una frase memorable: “Bueno, tanto Guillo como yo hacemos la misma cosa, nos metemos con los mismos conchesumadres”. Esas señoras todavía deben recordar ese evento.

Esa fue mi entrada.

Fue un debut bueno.

Además, la gracia de esa presentación era que se pudo dar porque ya no estaba Labbé. Pato Hidalgo lo mencionó; hubiese sido muy difícil que se presentara un libro de Pinochet, a menos que le hubiera hecho apología.

Alguna gente cree que “Pinochet Ilustrado” es una apología. Incluso me han puteado en la Feria del Libro por eso. “¡¿Cómo puede hacer propaganda a ese CTM?!” y se van indignados del stand. Yo no alcanzo ni a decir que es en contra.

Has dicho que te habían censurado más en democracia que en dictadura.

Bueno, me censuraron dos veces en los medios en democracia. En dictadura nunca. Yo llegaba con mi dibujo al APSI y se publicaba tal cual. Esa censura fue muy decidora para constatar que esta democracia era más “patuleca” de lo pensado. Me acuerdo que hice un dibujo para La Nación. La editora me dijo: “Hazte unos dibujos de Humor para los días domingos”. Esa vez hice un dibujo de un político, que hablaba con una cajera del Burger King de un tema político y de repente la niña que estaba al otro lado del mesón le dice esa frase clásica “¿y por 200 pesos más le gustaría agrandar…? “ Claro se ridiculizaba el accionar del honorable. Y ese domingo en el que yo esperaba ver el dibujo, no salió. Me llamó la editora avergonzada y me dijo “el director lo sacó”. Y ahí aprendí que hay periodistas y periodistas, como hay periodistas que quieren ser embajadores y otros periodistas que aman el periodismo.

¿Fue una decepción haber peleado por una democracia y que fuera patuleca?

Los primeros años sí, después me reubiqué y dije “es lo que hay, hay que seguir remando”, pero al principio fue duro y no sólo para mí; mucha gente se decepcionó porque fue viendo cómo cada día se acomodaban, cómo los parlamentarios se ponían sueldos altos, cómo se mantenían los privilegios astronómicos de las fuerzas armadas y etc., etc.

En fin, no había una cambio verdadero del espíritu de este país. Todavía tenemos las mismas AFP de la dictadura y las Isapres. Todo el mundo sabe que nos cagan, pero no hay prisa en el Congreso en cambiar eso. Así como no hay prisa para legislar sanciones potentes a la colusión empresarial o a la corrupción y cohecho en la política. En otros países estarían presos años, y aquí pasan a un juicio abreviado, pa` la casa, palmadita en el poto y no lo vuelva a hacer más.

 

¿Hay algún dibujo o un par de dibujos que sean tus favoritos de “Pinochet Ilustrado”?

Sí, hay varios, el del Luis XIV, porque se conjugan ahí cómo la ridiculez del personaje con sus rulos, la censura al dibujante y la repercusión que tuvo, entonces como que ese dibujo está marcado por la historia.

También me gusta uno en el que la Justicia va y toca la puerta de la Corte Suprema y el Juez y el presidente de la Corte Suprema, le responde: “¿de parte de quién?”. Pertenece a la serie de Pinochet detenido en Londres.

Me dijiste que estudiar arquitectura te sirvió para dibujar edificios, y ese tipo de cosas.

Sí, me ha sido útil. Pero a veces se me pasa la mano con los detalles del escenario. Una vez le pregunté a Quino “¿Por qué llenas la página de alfombras, arabescos, cortinajes y cuadros, sillones de época, etc., y el dibujo del personaje y su gag está en un rincón chiquitito, ¿Por qué lo revistes tanto?”.
Y Quino se pone a pensar, y yo me dije “va a hablar el padre de toda la gráfica latinoamericana”, y me dice, “como dicen ustedes, de puro hueón”, (risas).

Bueno, la arquitectura me sirvió para eso, para dibujar esas hueaitas y ahí uno a veces se entusiasma demasiado sin necesidad.

¿Te arrepientes de algún dibujo?

Sí, me he arrepentido de varios, pero no me acuerdo ahora. Es como el síndrome amnésico de Pinochet (risas).

¿Algo que decir para las nuevas generaciones?

A las nuevas generaciones no hay que decirles nada, basta con que hagan su camino, como lo hicimos todos. Y si quieren un consejo que se comuniquen por interno.

¿Algo que quieras decir que no te haya preguntado?

¿A qué pregunta responde el humor gráfico editorial? Hazme esa pregunta.

Guillo, algo que se me ha venido a la cabeza y que aún no he podido resolver esta disyuntiva (risas) ¿A qué pregunta responde el humor gráfico editorial?

Muy buena tu pregunta (risas), mira, yo creo a estas alturas de mi vida responde a una simple pregunta: ¿Somos felices viviendo como vivimos?

“¿Somos felices viviendo como vivimos?”… Es profundo eso.

Súper profundo, poh, son 60 años de reflexión (risas).

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