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Opinión

21 de Noviembre de 2018

Eucaristía de reparación por los sobrevivientes de abusos de poder y sexual

Estamos llamados a ser forjadores de esperanza y eso fue esta eucaristía de reparación, un espacio para crecer en esperanza y sabemos que la esperanza que Dios quiere regalarnos sólo se construye a partir de la verdad, “la verdad completa nos hará libres”.

Eugenia Valdés Ossa
Eugenia Valdés Ossa
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Hace unos días, el sábado 17 de noviembre, la Iglesia de la Gratitud Nacional abrió sus puertas para celebrar ahí una iniciativa muy significativa: una eucaristía de reparación. Nos convocó, como ya lo había hecho hace un tiempo en el Museo de la Memoria, el profundo deseo como creyentes, hombres y mujeres, consagrados, consagradas, laicos y laicas, de hacer gestos concretos y visibles desde lo más propio nuestro como es la celebración de la Cena del Señor, para reparar, en algo, el dolor de tantos y tantas hermanos nuestros, sobrevivientes de abusos de poder y sexual.

Mientras para algunos ya se ha dicho y hecho lo suficiente, para otros, los que estuvimos ahí y muchos más, sigue siendo una herida abierta, una herida que hay que mirarla en mayor profundidad, una herida con la que debemos comprometernos hasta el final, debemos seguir haciendo camino de sensibilización y reparación… Y por qué no pensar en un futuro próximo celebrar una eucaristía en el corazón de nuestra ciudad de Santiago, en la Catedral, donde junto con medidas adecuadas, y a la altura de lo que debe ser la reparación, pidamos perdón a los sobrevivientes y a Dios, por no haber sido capaces de cuidar de la Vida como es nuestro compromiso y promesa de hacerlo.

Quizá algunos se preguntarán, ¿por qué una liturgia de reparación?, porque hay necesidad de comunidad que se hace solidaria, se conduele; por el anhelo de fortalecer la esperanza, y darle curso a la tristeza y decepción acumulada; porque nos mueve un profundo agradecimiento hacia cada sobreviviente que ha dado el paso de contar su historia, abrir su herida; nos moviliza el deseo de agradecer el que se hayan puesto en camino, y nos permitan con ello tocar fondo y comenzar a hacer un camino de verdad verdadera, de profunda humildad, de mayor humanidad.
Como católico este mes la figura de María nos convoca, ella tiene una mirada nueva que regalarnos, que ella nos ponga en movimiento, como lo hizo ella siempre y que nos mueva a arriesgar la palabra como lo hace en el canto del Magnificat, que nos impulse a romper los silencios cómplices, dañinos, violentos…

Estamos llamados a ser forjadores de esperanza y eso fue esta eucaristía de reparación, un espacio para crecer en esperanza y sabemos que la esperanza que Dios quiere regalarnos sólo se construye a partir de la verdad, “la verdad completa nos hará libres”.

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