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3 de Diciembre de 2018COLUMNA | Fui a un colegio católico: Perdóname Señor porque he pecado
"Si me voy al infierno, me iré bailando trap con todas mis primas" confiesa Daniela.
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Parto confesando que fui a un colegio de niñas y católico desde primero a cuarto medio. Doce años que terminaron con un trauma cristiano, ateísmo culposo y una vida de pecado.
Entrábamos a las 7:45. Durante quince minutos teníamos que rezar y bailar canciones que decían que el diablo era entero malulo y Diosito mega pulento. Muchas de las canciones tenían un ritmo de blues entero bizarro, cosa que nunca entendí.
“Porque el que canta, ora dos veces y el que baila tres”, decían las monjas.
Me acuerdo que una vez rezamos por Marco Órdenes, ex obispo de Iquique acusado de abusar niños. Cura que muchas veces hizo misa en mi colegio.
“Señor, te pedimos por el obispo de Iquique. Que todo se resuelva a su favor”, pidió una monja.
Mi mente de cabra chica pensaba en mi mamá y las veces que me decía: “No dejes que nadie te toque”. También pensaba en Diosito y por qué un gallo que bendice pan y vino haría algo malo. Me hicieron creer que era mentira.
No nos dejaban silbar, porque eso lo hacían los niñitos. Tampoco bailar entre nosotras, demasiado tortilla. Era mejor invitar pichulas del colegio del lado y crear la ilusión hetero.
En el María Auxiliadora las niñas vestían jumper dos dedos sobre la rodilla, calcetas hasta arriba, pelo amarrado en un cole azul. Nada apretado, nada sugerente. Teníamos que pensar que había profesores varones.
Igual nada de eso impidió que un profesor se metiera con una compañera. Cuando los cacharon, la suspendieron y la obligaron a hablar cada lunes con la orientadora. El profe desapareció. El colegio lo mantuvo en secreto. Y nos hicieron creer que era culpa de mi compañera.
En el patio había un cuadro gigante de Jesús. Cada vez que pensaba copiar en una prueba, compraba droga en el baño o agarraba con mi polola de ese entonces, la imagen aparecía en mi mente y la culpa cristiana atacaba. “Ay no, Yisus me está mirando”
“Buena cristiana y honesta ciudadana. Reza dos Ave Marías, un Padre nuestro y no comas postres por una semana. Sólo así Diosito te perdonará”
Supongo que muchos de los profes y monjas nunca vieron el cuadro como yo.
El lesbianismo era castigado con trabajo comunitario, salida pública del closet, trato violento y terapias para dejar de ser cola. Por eso siempre fui “la amiga”.
Muchas veces pensaba en los mandamientos. El “ama a tu prójimo como a ti mismo”, vale callampa si eres cola. Me imaginaba a mí misma en la cruz, con Lemebel y Bosé llorando a mis pies. Sin tablilla que diga INRI y sin resurrección al tercer día.
Al igual que un matrimonio de años, el divorcio católico fue progresivo.
No creo en el Espíritu Santo, ni en la Santa Iglesia Católica, ni la comunión de los santos, ni en el perdón de los pecados, ni en la resurrección de la carne y ni en la vida eterna.
Amén.
Si me voy al infierno, me iré bailando trap con todas mis primas.