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Opinión

7 de Marzo de 2019

Diego Milos, antropólogo: “No hay proyecto político chileno para los mapuche, sino una ocupación militar”

El editor y traductor de “Usos y costumbres de los araucanos” (Taurus, 2018), desmenuza esta inédita investigación escrita por Claudio Gay hace más de 150 años. Rescatadas de una biblioteca en Francia, las páginas de este libro son el resultado de una observación profunda de la cultura mapuche que le permitió al naturalista francés anticipar varios focos de un conflicto que persiste hasta hoy.

Josefina Araos Bralic
Josefina Araos Bralic
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Hace más de 150 años, el naturalista francés Claudio Gay recorrió el territorio mapuche registrando las formas de vida de una cultura cuya frontera con el Estado chileno comenzaba a quebrarse. Mientras la ocupación chilena de la Araucanía se iba gestando, Gay plasmó cada detalle de sus observaciones en un manuscrito que, perdido en un archivo en Draguignan, Francia, salió a la luz rescatado por el antropólogo Diego Milos.

El libro “Usos y costumbres de los araucanos” (Taurus, 2018) aporta una mirada crítica de la compra y venta de tierras en la zona mapuche, además de una  detallada descripción de las prácticas de un pueblo que hasta hoy “tiene un tejido social muy vivo”, como señala Milos, quien el jueves 14 de marzo presentará su trabajo en el IES.

Los presagios de Gay, sin embargo, eran negativos; el francés estaba convencido de que la sociedad mapuche se encontraba en la fase final de su historia. Eso explica el tono de premura de un texto que, con independencia de aquello que el paso del tiempo vuelve obsoleto, no deja de interpelar.

¿Claudio Gay fue una voz crítica inédita de la ocupación del territorio mapuche?

Gay viajó la Araucanía sólo dos veces, en 1838 y 1863. La Pacificación, como se le llamó en el parlamento y en la prensa de la época, comienza en 1862, con la fundación de Angol, aunque otros dicen que es con Mulchen en 1861. Gay no alcanzó a ver las campañas militares de ocupación. Lo que sí alcanzó a ver y a criticar fue la infiltración de numerosos chilenos en tierras mapuches. Ellos llaman a su país la “Tierra de la Hospitalidad” y, por lo general, no tenían reparos en que llegaran visitantes. El problema es que empiezan a tener conflictos con los chilenos, y en paralelo comienza una inscripción de tierras abiertamente fraudulenta.

¿Habría tenido más eco su investigación si hubiera sido difundida en su tiempo?

No creo que sus críticas a los estafadores chilenos y su visión positiva de la sociedad mapuche hubieran tenido muchas consecuencias si se hubiera difundido en esa época, ni aunque lo hubiera escrito en español. Nadie en Chile tomó en serio su proyecto. El que viajara a ver indígenas solo para conocerlos les debe haber parecido una extravagancia de Gay.

La mirada de Gay sobre el mundo mapuche está atravesada por la distinción entre civilización y barbarie, expresada en su preocupación por determinar la posición de esa cultura en el mapa de la evolución humana. ¿Esa perspectiva fue superada?

Gay habla de etapas de civilización humana, que es una forma de ubicar a las culturas en ciertos niveles. Esa manera de pensar fue muy importante, y de hecho es la primera teoría antropológica de peso científico o universitaria. Esa mirada, si bien hoy está perdiendo fuerza, todavía existe. Sin embargo, es más una forma de expresar el racismo, que tiene que ver con percepciones, con despreciar a alguien porque no tiene la cara que corresponde o no te gusta como habla. Hace poco, tener un apellido mapuche podía ser problemático en muchos espacios. Bengoa dice que es una “respuesta espontánea”. En todo caso, hoy ya nadie dice que los mapuches se van a extinguir, salvo gente muy arcaica o aquellos que esperan que desaparezcan.

¿Cómo impacta ese prejuicio en la relación y el conflicto con el mundo mapuche?

Los políticos mapuches siempre dicen que la solución al conflicto es política. Eso significa que tú y yo, o ellos y nosotros, mejor dicho, estamos frente a frente y nos reconocemos como interlocutores. Pero si desprecias al otro, y he podido constatar que siempre es por puros prejuicios básicos, no puedes hacer política, y por lo tanto, no puede haber solución.

Gay habla también de los engaños para arrebatarle tierras a los indígenas. Es como si hubiera anticipado el conflicto…

Entendió muy bien los mecanismos de compra de tierras, con palos blancos, estafas y engaños a diestra y siniestra; con juicios donde los mapuches son defendidos por falsos defensores (especuladores inmobiliarios de la época) y donde todo pasa por la escritura y los títulos. Es una historia muy traumática, que produjo un gran desorden en la constitución y uso de la propiedad. Como muchos otros, Gay hizo ver que los predios estaban siendo delimitados al ojo, y que había superposición de tierras entre distintos propietarios. Es un asunto muy delicado, y Gay nos recuerda que el problema comienza al menos en la década de 1850, y termina con traslados de miles de personas, corridas de cerco y quemas de casas.

Además describe una “paradoja de la república”. La afirmación formal de la igualdad, que implicaba el reconocimiento de los indígenas como ciudadanos chilenos, no se tradujo en un mejoramiento de su situación.

Es una paradoja para la población chilena, no para los mapuches. Aunque salieron debilitados de las guerras de independencia, siguen siendo en esa época soberanos al sur del Biobío. Creo que ahí no hubo proyecto político chileno para los mapuches, sino una ocupación militar de su territorio. El movimiento mapuche se incorpora con sus propias organizaciones a la política nacional alrededor de 1910, luego de un proceso largo y de mucha violencia. Ahí recién los mapuches empiezan hacer alianzas con partidos y a hacer uso de las leyes chilenas, ante todo, para defenderse y mejorar condiciones de vida muy duras.

En la investigación se habla de los parlamentos, que dieron forma a tratados y acuerdos de paz. ¿Podrían recuperarse para enfrentar el conflicto actual?

Se sigue parlamentando bastante, pero no son “parlamentos” propiamente tales. Los mapuches se reúnen entre ellos permanentemente, por eso me gusta hablar de sociedad mapuche, porque tienen un tejido social muy vivo. Y hacia afuera existen las consultas indígenas, que a mi juicio son espacios bastante democráticos. El problema es que son solo mecanismos que permiten resolver cosas puntuales. La tradición anterior de los parlamentos implicaba, en cambio, un reconocimiento político. Hoy están creando espacios de poder propios, muchos paralelos al Estado.

¿Por qué?

Porque lo que han recibido del Estado chileno es sobre todo violencia, castigos, ataques y decepciones. Y ojo, cuando digo paralelos al Estado no digo paramilitares, digo autónomos, que nacen de la sociedad civil. Creo que la autonomía mapuche existe, en algún grado, en ciertos lugares. Y esa es una diferencia entre chilenos y mapuches. Nuestra sociedad está muy atomizada, la de ellos esta muy conectada por dentro, tiene vínculos fuertes y a la vez hay diferencias muy claras. Son una sociedad muy diversa.

En el libro, Gay describe una cultura que parecía estar en su fase final.

Esa fue más una intuición teórica o un argumento para los que hicieron la ocupación de la Araucanía, o los que ganaron con ese proyecto. Gay creía en la absorción, la asimilación, en la fuerza de la razón, como si fuera un proceso automático, natural. Hoy esas ideas son muy extrañas. No tienen nada qué ver con la vida de la gente mapuche. La identidad mapuche no se pierde así como así.

Más de 150 años después, los mapuches siguen reclamando su diferencia. ¿Esto tendrá que ver con el poco conocimiento que hay de su cultura?

Interesarse por el otro es una buena forma de empezar a convivir. Creo que queda racismo, pero también hay mucha gente con una curiosidad un poco más sana que la de antes, cuando los indígenas eran vistos como rarezas, en el mejor de los casos. La sociedad mapuche ha sido y sigue siendo muy abierta y hospitalaria. Pero para que haya hospitalidad tiene que haber un reconocimiento del lugar en el que nos estamos hospedando. En ese sentido, hay personas que se han dado cuenta de que existe una sociedad mapuche, con todo lo que implica: su lengua, su historia, sus costumbres, etc.

La discusión política sobre el conflicto y la investigación académica sobre el mundo mapuche suelen correr por carriles separados. ¿Es importante que exista una mayor retroalimentación entre ambas?

Existen algunos vínculos, y de hecho hay mapuches que están en la academia. Desde los 70 en adelante hubo una simbiosis muy fuerte entre intelectuales y organizaciones indígenas, en un clima muy politizado. Esto se acentúa en los 90, con consultores, investigadores, funcionarios, activistas, intelectuales más o menos públicos y una serie de operadores muy imbricados con la sociedad mapuche, pero sin ningún reconocimiento político. Tal vez, cuando ya había estallado el conflicto, cerca del 2000, se crispó un poco el ambiente y hubo un distanciamiento de los académicos chilenos y los mapuches. Y por cierto los mapuches estaban dando discusiones intelectuales de primer nivel por cuenta propia, y con recursos muy reducidos, sin think tanks y ese tipo de apoyos.

¿Le ves al conflicto una solución posible?

A nivel de la sociedad civil sí, y desde un Estado que dé garantías de paz y de debido proceso. No soy experto en materia penal, pero me preocupan mucho las condenas que se están llevando los mapuches. Creo que son exageradas y muchas veces ni siquiera queda claro si son o no culpables. También pienso que las investigaciones policiales con allanamientos a las casas tienen que parar, porque son absolutamente desproporcionadas. Si no, no veo por dónde se pueda llegar a la paz en la Araucanía.

En la introducción al libro dices que los avances del último siglo han vuelto obsoleto el trabajo científico de Claudio Gay. ¿Por qué entonces recuperarlo?

Gay es un testigo. Es decir, alguien que estuvo en un lugar, en un momento y que tomó nota. El libro pasó absolutamente desapercibido. Sus explicaciones hoy están completamente fuera de contexto, pero su trabajo tiene un gran valor testimonial, por las descripciones y por su sentido de la narración.

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