Opinión
8 de Marzo de 2019Claudio Naranjo:“Si queremos dejar a atrás el espíritu patriarcal, hay que comprender que el capitalismo industrial es parte de él”
Sabe que vive en un riesgo continuo. Luego de una serie de hospitalizaciones que lo tuvieron al borde de la muerte, el reconocido siquiatra chileno, Claudio Naranjo, publicó Ascenso y descenso de la montaña sagrada, un libro de memorias que comenzó a escribir hace 40 años y que aborda su primera infancia, la tortuosa relación con su madre y el proceso de sanación que lo llevó a fundar institutos y centros de investigación por todo el globo. Aquí, a sus 86 años, Naranjo aborda sus conflictos infantiles, la explotación como acción inherente al espíritu patriarcal, sus esperanzas para el mundo y cómo ciertas luchas feministas pueden salvar el naufragio al que, dice, se dirige la humanidad. “Me siento como uno que remó hasta que le alcanzaron las fuerzas, pero no puedo esperar que el mundo cambie mientras yo viva”, dice.
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Cuando atiende el teléfono desde su casa en Barcelona, Claudio Naranjo advierte de entrada:
—Salí del Hospital hace un par de días, estoy con una salud muy precaria.
Para él son las 16:00 y, además del sonido que hacen sus manos golpeando involuntariamente el auricular, se escuchan algunos pájaros que cantan fuera de su ventana. Pese a los achaques de la edad –Naranjo tiene 86 años- el reconocido siquiatra se toma sus problemas con humor.
—Si me asfixio y no llego a tiempo a un servicio de urgencia, pierdo la vida. No me siento mal, pero es una sensación de riesgo continuo—asegura, antes de soltar una contundente risa.
Nacido en Valparaíso en el año 1932, Claudio Naranjo Cohen vivió su primera etapa escolar en un internado de Viña del Mar, distante a pocas cuadras de su casa. Luego, tras recibirse como médico con mención en siquiatría, cursó magísteres y doctorados en Harvard, Illionois y Berkeley, gracias a las becas Fulbright y Guggenheim. Durante los años ‘60, además, se convirtió en una especie de rockstar sicodélico debido a sus tempranos trabajos experimentando con drogas alucinógenas del Amazonas.
Hasta antes de sus actuales problemas de salud, Naranjo repletaba auditorios con sus charlas por todo el mundo. En la última versión del Congreso Futuro –a la que ha sido invitado dos veces- afirmó: “La educación es una estafa (…) Dicen que hay que tener educación inclusiva, entonces, dar la educación que tenemos es darle mierda a todos”.
En sus recientes memorias, Ascenso y descenso de la montaña sagrada (Sello Vergara, 2019), Naranjo dedica gran espacio a la reflexión sobre cómo su primera infancia orientó su vida hacia una búsqueda de la sanación. “Etimológicamente, Claudio es aquel que claudica o cojea, y es como si ello fuese adecuado en relación a cierta incomodidad o torpeza crónica, como si anduviese cojeando por la vida”, escribió.
Al teléfono desde su casa en Barcelona, Naranjo lo explica mejor:
—Me identifico mucho con lo que se dice de los chamanes: personas enfermas que viven un proceso de sanación que después le sirve al mundo. Porque aprendiendo a sanarse a sí mismos, adquieren la capacidad de sanar a otros—.
“CHILE ES MUY PATRIARCAL”
En el comienzo de tu libro hay muchas interpretaciones sobre el rol que jugó tu madre en tu crianza y cómo esta te formó hacia el futuro. ¿Qué tan importante crees que es para un individuo o un colectivo escudriñar en el rol de la madre?
– Yo creo que no sólo la madre, sino también el padre son muy importantes. Los llevamos dentro de nosotros más de lo que nos damos cuenta. Como habrás visto, no tuve una relación muy buena con mi madre. Yo le tuve mucha rabia de joven. Pero mi madre, que me frustró mucho en materia de maternidad, en cariño, cuidado personal, igual me aportó una gran herencia: a través de sus amigos, de sus intereses, de su cultura.
Ahí hay una pugna que explicitas: una madre que aporta conocimientos y cultura, pero que te descuidó en otros, como el cariño más primario.
– El ideal, obviamente, es que estén las dos cosas. Lo que puedo decir es que lo que faltó en la relación con mi madre, lo que me hizo sentir un niño abandonado, una persona retraída y de poco contacto, todas esas cosas negativas, también terminaron siendo positivas. Fui uno que comenzó la vida muy maltrecha, y que necesitó hacer grandes esfuerzos para volverme una persona completa, una persona sana.
¿Crees que Chile tiene elementos de una cultura matrística, quizás gracias a los pueblos originarios?
– Creo que no los sabemos, porque no conocemos la prehistoria de los mapuche. Lo que sí llama la atención es que los chamanes mapuches – una tribu muy guerrera y masculina- hayan sido predominantemente mujeres, en la antigüedad. Pienso que en Chile, como en casi todos los países sudamericanos, tenemos una cultura bastante patriarcal, con bastante desprecio a la mujer. No es una cultura muy rica en factores matrísticos, pero es válido pensar que debemos hacer algo para trascender esta estructura patriarcal. El problema es que si queremos saber cómo hacerlo, no basta con las buenas intenciones.
¿”Buenas intenciones”?
– Lo que digo, es que no me parece que ese ideal baste. Para mí, salir de lo patriarcal implica cosas tales como salir de ese espíritu represivo, el espíritu que no sólo descuida el cuidado materno, sino que un espíritu que descuida el espíritu infantil. Lo patriarcal es como un aplastamiento del niño interior, el que llevamos todos nosotros, y sin el cual no hay vida, creatividad. Es como el espíritu inocente del juego, de libertad. Va también con lo que Freud llamaba el “principio del placer”. En el mundo patriarcal está muy criminalizado el placer. ¡Y eso se lo considera como una buena cosa! Hoy el mundo se está volviendo fascista, y eso tiene mucho que ver con el aplastamiento del “principio del placer”.
Generalmente, los regímenes dictatoriales se imponen con más éxito, y se aprovechan de nuestras tendencias represivas. El mundo convencional y los valores convencionales no contemplan la libertad, o la espontaneidad infantil. Por eso se vuelve en contra del arte.
FEMINISMOS Y EL FIN DEL MUNDO
Hace un par de años, mientras salía de dar una charla en la sede del Congreso en Valparaíso, Naranjo se topó con un grafiti: “Abajo con el patriarcado”
—Me pareció una extraordinaria coincidencia—, dice hoy.
Su charla, en parte, hablaba de cómo ciertos movimientos feministas han dado en el clavo al poner en crisis lo que él denomina como “el espíritu patriarcal”. Para Naranjo, ahí reside el verdadero problema. “Lo demás, como el militarismo o la economía capitalista, son los síntomas de ese espíritu”, dice.
Hablabas que, para ti, no basta la consigna de “salir del patriarcado”. Justamente en Chile se está discutiendo diversas formas de poner en crisis el patriarcado. ¿Has seguido la discusión pública que se ha dado aquí?
– No, pero me es muy familiar. Para mí, hay un tipo de feminismo que es de mujeres fálicas, uno que reclama para la mujer los valores y prerrogativas masculinas. La mujer empresaria, por ejemplo, que se propone desde el mundo corporativo. Feminismo no es lo mismo que espíritu materno, y hay muchos tipos de feminismo. Pero todos sabemos que hay un feminismo que podríamos llamar “patriarcal”.
¿Qué sería el “feminismo fálico”?
– Diría que hay un feminismo fálico, y mujeres fálicas. Mujeres que quieren el poder, el dinero, el reconocimiento como los hombres, pero que en cierto modo traicionan el espíritu femenino, no sirven como promotoras de la dignidad del espíritu femenino, de cuidado.
En ese contexto, ¿cuál dirías tú que es el tipo de feminismo más revolucionario para el mundo contemporáneo: occidental, capitalista?
– Si queremos dejar a atrás el espíritu patriarcal, tendríamos que comprender que el capitalismo industrial es parte de él. Sería una propuesta muy grande el poder trascender el espíritu patriarcal, porque implicaría salir de la economía como la concebimos. Tenemos un fetiche del dinero, que parece ser lo más importante del mundo. El cambio tendría que ser muy grande.
¿Cómo es eso?
– El patriarcado es un espíritu explotador, y la explotación existe desde mucho antes que el capitalismo. Pero el capitalismo se insertó como forma de explotación hace mucho tiempo. Hay quienes piensan que podría tenerse un capitalismo benigno, que podríamos darle una vuelta, pero eso estaría por verse.
¿Piensas que es necesario superar el capitalismo para sobrevivir como especie?
– Hay cosas del capitalismo que podrían sobrevivir, los negocios, el intercambio de bienes, pero esa cosa esencial del capitalismo, que es poner todo al servicio de la maximización de las ganancias, no es fiel a los designios de la vida. El capitalismo no sólo no toma en cuenta al medio ambiente, sino que la economía actual, como la aprenden y enseñan los economistas, no toma en cuenta al ser humano. No es una economía para humanos, porque ese mismo ser humano termina empobrecido, explotado y perdedor frente a una máquina maximizadora de dinero. Es como si nos hubiera comido un robot.
El filósofo, Slavoj Zizek dice que las películas sobre catástrofes naturales enseñan que, para el mundo, es más probable que ocurra el fin del mundo antes que el fin del capitalismo.
– Hay gente que está hablando de una sexta extinción. Aunque yo, personalmente, pienso que estamos en una situación en que el sistema tiene la posibilidad de mutar. Podríamos cambiar antes de desaparecer, sanar antes de morirnos. Aunque no se ve que estemos encaminados a eso, yo tengo una visión tibiamente optimista, pero es un optimismo que suelo proponer con la afirmación de que nuestra mejor esperanza es el naufragio.
¿A qué te refieres con el naufragio?
-A que estamos navegando en la nave patriarcal, manteniéndonos a flote. Avanzando en una embarcación que está haciendo agua. El patriarcado está, de cierto modo, condenado. Y la crisis puede que no sea completamente visible cuando se hunde un navío, pero las personas más perspicaces ya ven los indicios de que no da para mucho más. Es como en las películas de Tom y Jerry, a veces uno se cae al abismo, y no se da cuenta.
Me parece que nuestra esperanza es que muera lo que ahora llamamos civilización, que desaparezca nuestro actual navío, para que pueda aparecer una forma nueva de vivir. Por eso no me parece incompatible una cierta destrucción, que no es necesariamente una destrucción de los humanos, sino una del sistema, de las formas de vida, de los apoyos a los que recurrimos.
Hay quienes sostienen que ese “romper”, muy probablemente, no se desarrollará de una forma pacífica.
– Aún en un parto normal, puede que haya un poquito de sangre. Pero eso dependerá de cómo va la cosa. Si tenemos claro lo que es lo patriarcal, y sabemos hacia dónde queremos ir, podremos tener un parto menos sangriento, a escala colectiva.
Tras unos segundos de silencio, Naranjo acota:
— En parte, la violencia es el resultado de la ignorancia, de la incomprensión. Mientras menos se entiende lo que uno quiere, más violento es el resultado.
LAS POSTRIMERÍAS Y EL LEGADO
¿Has seguido la carrera de alguna lideresa o líder en Chile en los últimos años? ¿Personas particularmente interesantes?
– No, ni he sabido de los líderes políticos, intelectuales o espirituales chilenos. Yo me muevo más en otras partes del mundo, y no me da la energía para estar informado de todo.
Europa vive un período de mucha confusión.
– Lo más notable en nuestro tiempo, no es tanto el progresismo o el despertar de nuevos líderes políticos. Lo que más me llama la atención, es cómo se va instaurando una nueva ceguera colectiva. La ultraderecha. Brasil, Italia, Estados Unidos o en Rusia, todo esto huele a fascismo. ¿Y qué quiere decir el fascismo? Para mí, es como una dictadura de la mediocridad. Una religión de la ignorancia. Un clima de no ver, no favorecer el pensamiento, un cierto desprecio por lo intelectual; lo que se llama el populismo.
Parece un panorama un poco oscuro. ¿Te había tocado vivir un período similar?
– Lo nuevo es que estas cosas no se dan sólo en un nivel local. Si uno pensara en Bolsonaro, se ve que es un movimiento apoyado por Estados Unidos. Es como si todas estas callampas que crecen en lugares aparentemente diferentes vinieran de un mismo fondo común. Me parece que hay un fascismo global, un espíritu de ultraderecha que se opone al cambio y que no depende de tal o cual país, sino que del mundo transnacional del dinero.
Y qué te parece ver este fenómeno global, a esta altura de tu vida.
– Me siento como uno que remó hasta que le alcanzaron las fuerzas, pero no puedo esperar que el mundo cambie mientras yo viva. Como una hormiguita que sirvió mientras podía. Voy a dejar un legado, una escuela, personas capaces de guiar a otros en un proceso de transformación, y mi aporte es ese. Pero no puedo saber si ese legado va a significar algo en la situación crítica del mundo o no. Hay quienes creen que lo que he hecho hasta ahora no se perderá. Pero el futuro no se puede predecir, se va construyendo.
Claudio, lo último: ¿cuáles son las cosas que más disfrutas día a día?
– No hacer nada es una de las que me gusta más. El cine me gusta mucho. Si yo fuera joven, tal vez trataría de expresarme un poco por el cine, me parece un medio formidable.