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Opinión

11 de Marzo de 2019

Manual de pesca recreativa: El pejerrey

La prensa no ha estado ajena al tema. El 3 de febrero de 2018, apareció esto en la portada del diario Las Últimas Noticias “El pejerrey, el bagre chico, y el pez mosquito reaparecen en el Mapocho”. Qué capítulo más delirante: una tarde de pesca de pejerreyes en el río Mapocho, sobre el puente de Pío Nono, después de unos copetes en Bellavista.

Gabriel Zanetti
Gabriel Zanetti
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El pejerrey representa de alguna manera el secano costero, campos con orillas de río, pueblos fantasmas con mar. Si nos desplazamos a las afueras de Santiago, a Melipilla por ejemplo, se ven las primeras señales de esta especie en carteles precarios que dicen TEBO -su alimento favorito-, un gusano que crece dentro de un arbusto, recolectado en cerros asoleados o criados por lugareños en baldes con afrecho. Esta carnada se vende a $3.000 pesos el ciento, viene en un potecito de plástico con aserrín. Se compra de esta manera: breve charla con el fulano, quien, al ver que uno inspecciona el pote dice “están grandecitos”. Nunca vienen cien, quién va a contar gusanos.

El segundo indicio de esta especie son señaléticas de pesca. En sectores cercanos al lago Rapel es simplemente un pez, dispuesto en forma diagonal en un círculo, posiblemente inspirado en un pejerrey. Da cierta emoción ver esto. El entusiasmo incrementa, se destapan cervezas, alguien prende un cuete, los ánimos suben con la ansiedad de llegar y bajan con el ambiente bucólico y precario: puestos deshabitados de venta de frutillas, tractores oxidados, señoras que flamean delantales para vender pan amasado, humo que emerge de pastizales.

La última vez que fui “al pejerrey” –se habla así en la pesca “ir a las truchas, ir a la corvina” – lo hice con el escritor Matías Celedón. Habíamos armado un grupo para llenar un auto, pero como suele suceder se bajaron varios, cuesta un montón salir de casa, abandonar a la familia o lo que se ame en la ciudad. Repetimos la picada: Camping Santa Rosa en la Boca de Rapel. Arrendamos una cabaña a diferencia de las veces anteriores. Hacer camping tiene su propia estética y encanto. Eso de armar un rucón bajo un sauce, comer con las manos trozos de carne, mear mirando las estrellas, y terminar hablando de la infancia junto al fuego es todo un relato. Nos hicimos amigos de un perro, al que bautizamos “Tocino”, porque era rojo y se devoró un trozo de panceta que Matías llevaba para los huevos de la mañana. La cabaña era un poco más cara, pero ofrecía camas cómodas y con esto un asegurado buen dormir, cosa que es difícil en carpa.

Ahora que lo pienso fue un paseo de inversiones. La pesca de orilla no dio resultados, por lo que contratamos al Gigi, un lugareño que nos llevó en lancha a una isla cercana a la desembocadura. Creo que estuvimos de diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde, resistimos con sombreros, cervezas, agua y sánguches de carne del asado de la noche anterior. El resultado: cinco pejerreyes y dos róbalos -Matías tiene suerte con los róbalos-, un cuchillo perdido y algo de deshidratación. El primer ejemplar lo celebramos brindando, este rompe la tensión, el nerviosismo, la posibilidad -el fantasma- de no pescar en todo el fin de semana. De ahí en adelante pasan otras cosas. Se conecta verdaderamente con el entorno, se mira el río con un cariño que desplaza a la belleza y se acerca a una especie de complicidad.

Se cocina la pesca, pasan volando unos queltehues, anochece, con lo que es fácil imaginar una historia. El pejerrey contiene un relato en sí mismo. Versionando el libro La pesca de la trucha en América de Richard Brautigan, me gusta llamarlo El pejerrey en la zona central. Aunque suena difícil de creer hay antecedentes literarios nacionales. Pablo de Rokha dedica algunas líneas en Epopeya de las comidas y bebidas de Chile: “mientras la presencia del pejerrey frito asoma su sol sangriento,/ como polvoroso oro en los campos de batalla”. Enrique Lihn, por su parte, comienza de este modo el poema Peje-rey: “Eres el rey aún/ pero sólo en la casa miserable/ de tu desbarrancada poesía”. La prensa no ha estado ajena al tema. El 3 de febrero de 2018, apareció esto en la portada del diario Las Últimas Noticias “El pejerrey, el bagre chico, y el pez mosquito reaparecen en el Mapocho”. Qué capítulo más delirante: una tarde de pesca de pejerreyes en el río Mapocho, sobre el puente de Pío Nono, después de unos copetes en Bellavista.

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