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Opinión

20 de Abril de 2019

Columna de Josefina Araos: Eutanasia, liberalismo y buen morir

Por Josefina Araos, Investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad El mundo liberal chileno se anotó un punto importante la semana pasada: la comisión de Salud de la Cámara de Diputados aprobó las tres causales del proyecto de ley de eutanasia. La noticia no generó mucha atención mediática ni polémicas dignas de mención, algo […]

Josefina Araos Bralic
Josefina Araos Bralic
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Por Josefina Araos, Investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad

El mundo liberal chileno se anotó un punto importante la semana pasada: la comisión de Salud de la Cámara de Diputados aprobó las tres causales del proyecto de ley de eutanasia. La noticia no generó mucha atención mediática ni polémicas dignas de mención, algo que no sorprende demasiado considerando que los estudios disponibles muestran que más de un 80% de los ciudadanos se manifiesta favorable a legislar sobre esta materia. Sin embargo, tal escenario no debiera implicar la renuncia a reflexionar en conjunto sobre una temática que, como pocas, nos involucra a todos.

La discusión sobre eutanasia abre un campo de debate relevante en el contexto de nuestras sociedades contemporáneas, hasta ahora casi inexistente. El desarrollo científico y la disponibilidad de tecnologías que permiten alargar al máximo la vida humana –con independencia de su calidad y dignidad–, han generado un progresivo ocultamiento de la muerte en nuestros tiempos. Los efectos de ese proceso son, sin duda, problemáticos, pues van dejando en el abandono a quienes enfrentan situaciones extremadamente dolorosas, sin herramientas ni recursos para poner término a lo que en muchas ocasiones no es más que ensañamiento. El silencio de nuestro debate público ha sido expresión de esa realidad, evadiendo de forma sistemática una dimensión de la existencia esencial para todos; el buen vivir, un objetivo tan caro en la actualidad, requiere también preguntarse acerca del buen morir.

Sin embargo, debiéramos poner atención a las premisas que sostienen la agenda de quienes lideran este proyecto de ley, y que hasta ahora se presentan como indiscutiblemente positivas. La perspectiva liberal defiende el derecho de los individuos, como condición del reconocimiento de su libertad y autonomía, a disponer de los recursos y permisos para poner fin a su vida en situaciones límite. Esto se enmarca en un fin mayor del liberalismo: asegurar el ejercicio de la voluntad plena, libre de imposiciones externas de cualquier tipo. Pero, como cualquier mirada, la liberal tiene sus propios puntos ciegos. No se trata solamente de recordar el peso de los contextos particulares a la hora de establecer cuán libres somos para tomar decisiones así de radicales, lo que requeriría especial cuidado a la hora de poner en práctica una ley de este tipo. El problema mayor reside en no considerar un requisito anterior que el reconocimiento de la voluntad individual necesariamente supone. Este no es otro que el valor absoluto de la existencia, valor que no se aprende sino en la relación con los otros. No es el individuo autónomo el que en su interior descubre de pronto que su vida es significativa, sino que se lo enseña primeramente quien lo recibe en sus brazos y lo cuida antes de que sea capaz siquiera de tener conciencia de sí mismo.

Entonces, no es sólo opresión lo que aparece en el encuentro con otros, y sin embargo a eso tiende a quedar reducido en la lógica liberal hoy dominante. Por lo mismo, a la hora de pensar el buen morir, los esfuerzos no debieran concentrarse exclusivamente en garantizar el despliegue libre de la voluntad autónoma, sino también en todas esas condiciones que la hacen, justamente, posible. No vaya a ser que terminemos escondiendo la insustituible explicitación del valor de la vida del otro, mirando con tranquilidad de consciencia cómo decide morir quien quizás está completamente solo, sin nadie a su lado que, por temor a mostrarse impositivo, se atreva a decirle que se quede a su lado.

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#debate#eutanasia

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