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Opinión

30 de Abril de 2019

Análisis en profundidad de lo ocurrido hoy en Venezuela: Un balde de agua fría

La “Operación Libertad” en Venezuela se convirtió en operación sorpresa, no sólo porque llegó con los albores del amanecer, sacando a la gente de sus camas, sino porque hubo factores de la oposición que desconocían la difícil jugada del presidente encargado de la República y presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. Sorprendió, igualmente, la […]

Hugo Prieto
Hugo Prieto
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La “Operación Libertad” en Venezuela se convirtió en operación sorpresa, no sólo porque llegó con los albores del amanecer, sacando a la gente de sus camas, sino porque hubo factores de la oposición que desconocían la difícil jugada del presidente encargado de la República y presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó.

Sorprendió, igualmente, la presencia de Leopoldo López, el líder de Voluntad Popular, al lado de Guaidó, llamando a la gente a que se concentrara en el distribuidor Altamira, un punto neurálgico de la autopista que recorre a Caracas de este a oeste, que además es un bastión tradicional de las protestas contra la autodenominada revolución bolivariana, desde los tiempos en que Hugo Chávez ejercía el poder.

La primera versión que se divulgó en Bogotá, la capital colombiana, convertida a fuerza de exilio y persecución política en centro alterno de la oposición venezolana, es que el gobierno de Maduro se disponía a detener a Guaidó en algún momento de la jornada del miércoles. La versión habría llegado a oídos de Guaidó, quien decidió adelantar la hora de la Operación Libertad, prevista inicialmente para el 2 de mayo.

A media mañana, cuando el movimiento de Guaidó parecía estancado o confuso, por decir lo menos, había pocos diputados concentrados en la base aérea de La Carlota, un pequeño aeródromo militar, de uso restringido, ubicado en el corazón de la capital venezolana, donde el presidente de la Asamblea Nacional había convocado a una sesión extraordinaria para que el parlamento se pronunciara sobre la activación de la llamada Operación Libertad. Nada de eso ocurrió.

Los venezolanos se preguntaban dónde estaba Nicolás Maduro, quien se hizo elegir presidente, en unos comicios tramposos, celebrados en mayo de 2017. Por la pantalla de Venezolana de Televisión desfilaron los audios de Diosdado Cabello, el número 2 del chavismo, de Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo de Justicia, y de Tarek William Saab, fiscal general designado por la espuria Asamblea Nacional Constituyente que obedece a Maduro. El llamado a la calma, a la defensa de la Constitución y a la paz, no era más que un saludo a la bandera. Pero de Maduro nada, apenas un tweet, en arenga similar.

Hubo quien se hizo otra pregunta. ¿Dónde están los dirigentes de la oposición? No se veían por los alrededores de La Carlota. Podría decirse, sin menoscabo de la verdad, que la presencia del líder de Primero Justicia y ex candidato presidencial, Henrique Capriles Radonsky, era un mero formalismo, una comparecencia que se desvaneció con las primeras luces de la mañana.

A esta altura se encendieron las alarmas, porque el fantasma de La Salida, un movimiento fuera de juego y al margen del resto de la oposición, activado por Leopoldo López en 2014, sorprendió a tirios y troyanos, pero se desinfló a los pocos días y allanó el camino para que Maduro ensayara una ola de represión desconocida incluso para el chavismo. De ahí, precisamente, viene la condena que los tribunales le impusieron a López, quien en la madrugada del miércoles fue puesto en libertad por funcionarios del Sebin, la policía política de Maduro, para que activara, junto con Guaidó, la hora cero de la Operación Libertad.

La segunda jugada fuera de juego de Voluntad Popular la activó el propio Guaidó al invocar los artículos 233 y 333 de la Constitución Nacional y asumir, durante las protestas escenificadas el pasado 23 de enero, la presidencia de la República. Al ser reconocido en cuestión de horas por el gobierno de Estados Unidos, y posteriormente por los gobiernos latinoamericanos del Grupo de Lima, el cambio político en Venezuela parecía a la vuelta de la esquina. Las acciones en solitario, impuesta por la política de los hechos consumados de Voluntad Popular, enmudeció a los críticos y supuso un apoyo incondicional. Un país exhausto por la crisis económica, la hiperinflación más elevada del mundo, el colapso de los servicios públicos, la aguda escasez de alimentos y medicinas, configuraban los factores sociales que ponían en jaque al gobierno de Maduro.

Y la tercera jugada fuera de juego, ensayada por el partido de López, se activó esta madrugada. A media mañana, cuando todo parecía estancado, el portal El Confidencial, publicó una nota informativa cuyo título resultó premonitorio “el protagonismo de Guaidó ha puesto en peligro el alzamiento contra Maduro”.
Quien esto escribe realizó consultas con fuentes en Bogotá que le asignaron elementos de veracidad al informe publicado por El Confidencial, cuya fuente, un oficial de las Fuerzas Armadas, aseguró que “el levantamiento, planeado para el 2 de mayo, fue negociado con los estadounidenses, con la inteligencia política del Sebin y el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno”. A Maikel Moreno lo mencionó en su alocución John Bolton, asesor de Seguridad del presidente Donald Trump, como una de las fichas del chavismo que había negociado la salida de Maduro. Otro de los mencionados es el mismísimo ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López. La coincidencia alrededor de presidente del TSJ es al menos llamativa. Si bien el levantamiento militar fracasó, puso de manifiesto las grietas en la dirigencia del chavismo.

Lo que desveló la jornada del pasado miércoles es un nuevo capítulo de la sempiterna división de la dirigencia opositora venezolana, esta vez por la vía de la política de los hechos consumados (el protagonismo de Guaidó y López), la cohesión de las fuerzas armadas y su apoyo al régimen de Maduro, algo que no debería extrañar, ya que esa institución ha sido purgada, al menos en seis oportunidades, desde que el chavismo llegó al poder en 1998, y la manifiesta disposición del régimen para reprimir a sangre y fuego en las calles y aplicar un apagón informativo mediante el bloqueo de las redes sociales y las señales de radio y televisión. La irrupción de Leopoldo López y de su familia en la embajada de España, que ha sido acogido como huésped de la delegación diplomática, es, si se quiere, la demostración de un nuevo tropiezo en la lucha por la libertad, que además abre tres puntos suspensivos, porque la gente sigue en las calles más decidida que nunca para salir de Nicolás Maduro.

*Hugo Prieto es un destacado periodista y escritor venezolano

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