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Nacional

3 de Junio de 2019

Gustavo Dessal: “El transhumanismo, que augura la llegada de un neo-sujeto, es por ahora una pura charlatanería con la que algunos hacen excelentes negocios”

Gustavo Dessal (Buenos Aires, 1952) psicoanalista y escritor, en 2014 publicó junto al sociólogo polaco Zygmunt Bauman “El retorno del péndulo” (Fondo de Cultura Económica). Ahí afirman que el progreso histórico no es lineal, sino pendular: si el malestar descrito por Freud hablaba de una época en que los ciudadanos estaban dispuestos a renunciar a una porción considerable de seguridad a cambio de libertad, hoy el péndulo se inclina en la otra dirección, “cada vez más gente cedería de buen grado parte de su libertad a cambio de emanciparse del aterrador espectro de la inseguridad existencial”. El diagnóstico de Dessal es que, de todos modos, aquello a lo que renunciamos, siempre retorna bajo formas insospechadas.

Por

Además de su última novela “El caso Anne” (Interzona), se puede leer en el Facebook de Gustavo Dessal su obsesión por develar los desencajados engranajes de la condición humana. De las cosas más excéntricas, ilumina lo que a compete a muchos. “Lo más grave de todo no es el sarampión, ni los locos antivacuna, ni los médicos sin escrúpulos (…) Cuando la flecha mentirosa se clava en la diana del goce de cada cual, ya no hay quien pueda arrancarla”, escribe a propósito de una posverdad a la que no considera para nada “pos”. De los comentarios al pasar, como la revelación de la dieta de Jack Dorsey – fundador de twitter, quien hace ayunos de 22 horas – dice que el “biohacking”, lejos de ser una rareza, es hoy la consideración “del cuerpo como un aparato más para ser optimizado desde el punto de vista de la salud”. Tal como el millonario Peter Thiel, fundador de Paypal, quien lleva años invirtiendo en su cruzada contra la muerte, a la que no considera un hecho biológico sino el resultado de una “creencia ideológica”; mientras que “los psicoanalistas nos pasamos el tiempo hablando de pulsión de muerte y esta gente se empeña en llevarnos la contraria. Quieren vivir como sea, a costa de lo que sea. En lo posible a costa de los otros” reclama Dessal.

Dices que el triunfo del capitalismo es haber sabido explotar el fetichismo de la mercancía acoplándose al deseo humano siempre insatisfecho. ¿Eres un optimista o un pesimista del futuro?
-Ni una cosa ni la otra. No comparto el pensamiento catastrofista, porque encuentro en eso una suerte de goce que no aporta nada, ni mejora nada, ni evita nada. Por supuesto, tampoco me sumo a la idiotez generalizada que cree ciegamente en el progreso. Me preocupa fundamentalmente comprobar que la humanidad avanza a formas totalitarias cada vez más evidentes. Eso es el resultado de muchos elementos que se concatenan, uno de ellos es la técnica. La tecnología que supuestamente iba a permitir un avance en la calidad de vida, una confraternidad planetaria, se pone al servicio de lo peor. Compañías como Facebook y Google, fundadas por jóvenes visionarios de espíritu liberal, prestan hoy sus plataformas para los proyectos más siniestros. Véase el programa “Dragonfly” de Google, un servidor especialmente creado para el gobierno chino donde el famoso buscador funciona con las restricciones impuestas por las autoridades, o la colaboración de Facebook en la utilización de datos privados en las campañas políticas de ultraderecha.

Freud escribió “El malestar en la cultura” en 1930, ¿qué diría del malestar contemporáneo?
-Freud diagnosticó el malestar de la cultura de su tiempo como resultado de la represión de las exigencias pulsionales. Se asombraría, sin lugar a dudas, si pudiese ver como en la actualidad el malestar fundamental es el resultado de la ausencia de represión. Los síntomas que hoy más se extienden tienen su origen en el exceso, en la falta de límite, en el ocaso de la función paterna.

¿El malestar de la sociedad líquida es entonces la libertad, o una idea de ella?
-Lo paradójico es que el ultraliberalismo que ensalza las virtudes de la libertad, la autogestión y la autonomía, es en el fondo un sistema que convierte el lazo social en un territorio de suma ferocidad, donde no cabe otra cosa que la lucha individual por la supremacía, y donde cualquier cosa es válida con tal de cumplir los objetivos.

¿Han vuelto las nostalgias reaccionarias por un mundo sólido?
-Bauman lo anticipó con toda claridad: el mundo líquido fue un período de transición. Se licuaron todos los relatos que aseguraban una concepción del mundo, pero para dar lugar a que se construya un relato único que hoy proclama la inevitabilidad de lo que sucede. Un relato sólido que pretende naturalizar el orden de las cosas, como algo irremediable contra lo que no tiene sentido luchar, porque posee fuerza de ley.

NO HAY MÁS INCONSCIENTE

“¿Qué era, para los antiguos, la tragedia? Era, ante todo, una lección de humildad. Era la aceptación de que el sentido de la vida humana, incluso el de la historia, estaba gobernado por fuerzas que no dependían enteramente de la voluntad ni del empeño del hombre (…) Cuán distinto nos resulta hoy en día el mundo (…) la esencia del hombre moderno es la ausencia de pregunta. En el lugar de la pregunta, la respuesta se anticipa bajo la forma de una certeza que cierra la puerta al inconsciente”, escribe Dessal sobre el sujeto contemporáneo.

¿Nos liberamos de lo inconsciente, o eso suponemos, que queda después?
-La libertad, entendida como negación del inconsciente, ha dado lugar a la ideología delirante de que uno es amo de todas las decisiones. Me inclino a pensar que la soberanía actual del goce es un impedimento para que el sujeto se entregue a un trabajo de desciframiento. La primacía del goce, reverenciado como aspiración absoluta, es un obstáculo al querer saber sobre el inconsciente. Incluso aunque el goce se manifieste bajo la forma del displacer, observamos en el sujeto contemporáneo una tendencia a la pereza, a la búsqueda de una respuesta rápida, y esa demanda no se lleva bien con la propuesta de que el inconsciente es un saber al que hay que atender.

El futuro es puntillista, escribió Bauman, ¿se trata de un mundo de muchos solos juntos?
-La soledad es un mal característico de nuestro tiempo. No hay una sola explicación para ello. Pero sin duda la transformación de los valores, lo que en el momento actual se privilegia, ha contribuido mucho a eso. La gente se repliega, puesto que el mundo se vuelve cada vez más hostil, los intercambios más superficiales y menos comprometidos, y se eligen modalidades de vida que no supongan un gran compromiso. Todo es mutante, temporario, prometido a la caducidad, por lo tanto, la confianza en el otro escasea cada vez más. El discurso imperante no promueve hoy la solidaridad, aunque ello no impida por fortuna que cotidianamente haya miles de ejemplos que nos reconcilian con la condición humana. Pero la ideología imperante tiende a crear individualidades-burbuja.

¿Cómo entiendes lo humano? ¿Podrán las máquinas replicarnos?
-¿Lo humano? La técnica no alcanza a modificar lo humano. La evolución cultural, de la que la técnica forma parte, produce cambios en las “mentalidades”, para emplear un término que hace unas décadas impulsaron algunos historiadores franceses. Pero el sujeto tal como el psicoanálisis lo concibe, sigue siendo el mismo y no hay técnica alguna que pueda remediar eso: el malentendido fundamental que el lenguaje introduce en la vida de los seres hablantes. Es el inconveniente de no vivir en un medio natural, como los demás animales. La visión del transhumanismo, que augura la llegada de un neo-sujeto como consecuencia del progreso técnico, es por ahora una pura charlatanería con la que algunos hacen excelentes negocios a costa de la ingenuidad (o la estupidez) de las masas.

¿Hay alguna característica particular de la violencia actual?
-No creo que hoy haya más violencia que en cualquier otro tiempo. El ser hablante es bárbaro, no ilustrado. La ilustración es un envoltorio que se rasga con facilidad. Lo que ha cambiado es que conocemos más lo que sucede, podemos verlo gracias a los medios técnicos, al ojo multiplicado que nos permite ser testigos a la distancia de todo lo que sucede. Y ha cambiado la posición moral. La moral es una criatura cambiante. Los alemanes un buen día dejaron de sentir compasión, y la destrucción de sus semejantes se convirtió en algo normal. Hoy los alemanes han cambiado de moral, pero no es un cambio definitivo. Pongo el ejemplo de los alemanes como podría poner el de los monjes budistas que de pronto han dejado de lado su discurso milenario y alimentaron el odio que condujo a la masacre de los rohingyas. La violencia es intemporal. Recorre toda la historia humana. Basta con leer a Homero para comprobarlo.

¿Ves bolsones de resistencia?
-Los hay, sin duda. Algunas corrientes del feminismo, del ecologismo, el psicoanálisis mismo, se presentan como una opción más digna que la izquierda, definitivamente divorciada de su papel histórico. Lo grave es que el capitalismo es una maquinaria terrible, capaz de “reciclar” todos los discursos, incluso aquellos que lo cuestionan. Lo que hoy es una resistencia, bien puede mañana transformarse en un agente del sistema. La ecología es un buen ejemplo. La ultraderecha comienza a apropiarse de las metáforas del cuidado del entorno, la preservación de la naturaleza, de una manera totalmente perversa. La patria como un entorno natural al que proteger de los agentes extraños que amenazan con destruirla. Aunque parezca inconcebible, hay un ecologismo con el que los discursos más reaccionarios quieren disfrazarse.

Si no hay inconsciente ¿Tiene algún sentido el psicoanálisis?
-El psicoanálisis tiene hoy más sentido que nunca. Está prometido a fracasar, como ya lo advirtió Lacan, pero del mismo modo en que Becket habló del fracaso: como algo que había que realizar del mejor modo. El psicoanálisis es la reserva de una ética que puede ofrecer una alternativa al discurso corriente, que es una corriente que corre hacia la debilidad mental. El psicoanálisis es un procedimiento lento, y hay que defender el valor de la lentitud en un mundo en el que la velocidad se ha convertido prácticamente en lo único que importa.

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