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Constanza Michelson

Libros

10 de Julio de 2024

Constanza Michelson psicoanalista y escritora: “Hoy se busca lo espiritual en cursos, nos identificamos con palabras y narrativas de moda”

Nostalgia del Desastre es la más reciente publicación de la autora que asegura que cada año siente más la responsabilidad con el lenguaje. En esta obra literaria, Michelson entrelaza la memoria y la historia, confrontando las formas de relatar una vivencia íntima. En conversación con The Clinic, la psicoanalista habla sobre sus obsesiones a la hora de crear y cómo el aburrimiento y el odio atraviesan las esferas de la vida.

Por Felipe Betancour
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Al conversar con Constanza Michelson las respuestas van dando paso a nuevas ideas y con aquello a nuevas preguntas. La entrevista, que debía tomar algunos minutos, se terminó extendiendo más de lo previsto. En tanto, los temas fueron saltando de un lugar a otro, tal como lo hace en su más reciente libro: Nostalgia del Desastre, el cual la autora lanzó a través de la editorial Seix Barral.

Esta obra se suma al catálogo que la psicoanalista viene enriqueciendo desde 2015 cuando publicó su primer libro: “50 Sombras de Freud: laberinto de amor y sexo”. Desde esa fecha se ha esmerado en seguir con el ímpetu de escribir lo que hoy se traduce en esta obra literaria, que narra un incidente que cambia por completo la vida de una niña sin nombre. 

Según cuenta la escritora a The Clinic, Nostalgia del Desastre representa una obsesión con el lenguaje y en cómo este se transforma en una posibilidad para crecer psicológicamente. Esto en el marco de un tiempo incierto, donde las humanidades debiesen preguntarse cómo darle sentido cuando parece que hay poco de donde afirmarse. 

¿Cuál es la línea de este libro?

Este libro era una apuesta. Algo que me tenía obsesionada era el cómo las pequeñas historias se cruzan con las grandes historias. Qué significan, en qué se parecen y qué tienen que ver una con la otra. Ese era un poco el ejercicio que me interesaba hacer. Con eso, agarro una historia y lo que necesitaba era inventar una narradora, en este caso, que tuviera el problema que se tiene cuando contamos una historia: nunca es lineal, la memoria es engañosa y no coincide con la historia. 

¿A quién imaginas cuándo escribes estas pequeñas y grandes historias?

Cuándo empecé a escribir públicamente no me la creía mucho, no tenía un plan. La primera vez que escribí un libro sentí que era como un favor, no sabía, no conocía el mundo de cómo se hacía, y me acuerdo que alguien me preguntó, bueno, ¿y te gusta el libro que estás escribiendo? Y yo dije, no, no sé, yo no lo leería. Realmente pensé, ¿por qué estoy escribiendo un libro que yo misma no leería? 

Esto me empezó a hacer pensar si voy a escribir, tengo que escribir en serio, y cada vez me cuesta más, y cada vez me demoro más, siento que cada vez soy más responsable con las palabras. Este libro además tuvo muchas versiones. Voy ensayando en la escritura misma. ¿Y a quién se lo escribo? No, no sé, este particularmente, por ejemplo, yo tenía la obsesión, yo quería que este sí lo leyera mi mamá, que fuera un libro que ella pudiera entender. Bueno, y de hecho, creo que lo entendió y le gustó. 

De entrada propones la nostalgia y el desastre como dos elementos que se juntan en una idea 

En un principio eran tres palabras. Era la inconfesable nostalgia del desastre, pero por un tema editorial me dijeron que era demasiado, que parecía muy Almodóvar, lo que a mí tampoco me parecía malo. Además, sentí que ya lo había confesado entonces para qué declararlo inconfesable. 

Lo que había confesado es que hay algo que no decimos demasiado, pero lo traumático – la intensidad de ese trauma o la intensidad corporal – se puede volver vicio. Es como los soldados cuando van a la guerra y vuelven y no paran de pensar el bombardeo, ese tipo de trauma, de revivirlo una y otra vez, habla de que hay una inconfesable nostalgia por el desastre.

Satisfacción por el dolor

La escritora da espacio para su perfil de psicoanalista- que se entrelaza durante la conversación con su rol de autora – y explica la reflexión sobre la cercanía y el apego que tenemos a los traumas.

“Hay una satisfacción en el dolor, y eso tiene que ver también con lo autodestructivo en el ser humano, que es algo de lo cual hablamos muy poco, que si capaz que lo habláramos más, podríamos entender un montón de sucesos que nos ocurren. Desde la guerra hasta las crisis políticas, las relaciones de pareja tortuosas y una serie de otras cosas, hay una inconfesable satisfacción en el dolor y precisamente yo quería encontrar palabras para hablar de esas cosas como destruir o la autodestrucción. Esa es un poco también la hipótesis del libro, cuando destruyes algo, destruyes el mundo.”

Además, sumas a estos conceptos el odio, el aburrimiento y la ternura, ¿hay autodestrucción también en esos elementos?

Este libro tuvo muchas versiones, primero era el aburrimiento y el odio, se fue sumando más el odio que el aburrimiento, y ya en algún minuto dije, bueno, si no tiene humor, no tiene ternura, entonces, no tiene salvación. Y eso para mí era lo importante, a propósito de salir también de la nostalgia del desastre, y pensar, no solamente en esa historia individual que yo cuento, ni en la psicología individual, sino que también en la psicología, podríamos decir, como de la especie, es decir, cómo se hace para poder reparar, que es lo más difícil, o sea, cómo salir de la venganza, es algo que me obsesiona. 

El aburrimiento mórbido

El espacio de conversación con la escritora se expande más allá de su último lanzamiento, sin embargo, algunos conceptos reflotan durante la entrevista. En ese sentido, Constanza Michelson desmenuza el miedo a la libertad en cuanto a la exigencia de responder por lo que nos interpela en la vida, es muy distinto a la idea de hacer lo que uno quiera. 

“Hacer cualquier cosa sería ser esclavos de los impulsos y unos estúpidos sociales. Nuestra libertad implicar lidiar con los límites que impone el mundo y la vida con otros.  Y ese miedo se traduce en ciertas defensas psicológicas, por ejemplo, la narcosis, el nihilismo, el sometimiento, en el fondo, lo que nos vuelva simbióticos y perdernos en algo. El fascismo nace de esa posibilidad: fundirse en un gran yo. Por eso es tan peligroso lo que ocurra a nivel de la subjetividad y la psicología”. 

¿Estamos un poco presos de esa forma de comunicarnos a través de la respuesta inmediata?

Totalmente y es muy aburrido, yo creo que eso hace que mucha gente se desinterese de la política. Precisamente hay muchas columnas que ya sabes lo que va a decir el columnista, ya sabes lo que se necesita decir sin ningún riesgo para tener los aplausos. Por el contrario, hay algunos columnistas, los que a mí me gustan al menos, siempre son los que piensan solos, los que están hablando de otra cosa, los que corren por su cuenta. Por ejemplo, Carlos Peña lleva no se cuánto tiempo siguiendo su propia línea, uno podrá estar o no de acuerdo, pero tiene un valor que es alguien que piensa solo, se atreve a pensar solo.

¿Se termina homogeneizando el debate?

Hay mucha homogeneización, se empiezan a estandarizar las categorías. Porque nos venden que estamos en una época – que precisamente  cruza el libro – del miedo a libertad. Hay autores que vienen escribiendo de la destrucción como una manifestación del odio a la libertad. Psicológicamente es porque hay algo que no soporta el mundo. Entonces, a veces es mejor que eso se rompa. Es como los niños, si no soporto que no me presten el juguete, entonces mejor lo rompo. Mejor que no exista a sentir el dolor de que me dejen fuera.

¿Existe el deseo chileno?

Yo creo que hay ciertos estados de ánimo colectivos, eso es cierto, y por eso el aburrimiento. El aburrimiento es una condición, que está al reverso del deseo, entonces el aburrido empieza, no sé, a golpearse con las manos, a estar en el teléfono. Entonces el deseo da paso a la creación, siempre y cuando haya las posibilidades para que algo crezca. ¿Qué pasa cuando no lo hay? Ahí aparece el aburrimiento mórbido.

Este aburrimiento mórbido se traduce en un tedio. A mí me parece muy importante porque en la salud mental no se nombra. En nuestras palabras actuales de salud mental no se nombra al invasor. Pero ese invasor también puede estar presente en un pueblo cuando no hay sentido. Cuando se te cae el sentido y no hay horizonte, ese tedio del que te estoy hablando, ese tedio pesado como el desierto.

Michelson sostiene que ese miedo se expresa en distintas formas y lo califica como “amigo del fascismo”. 

“El fascismo, hay que entenderlo más allá de cómo ocurrió en el siglo XX. El fascismo es el pensamiento en masa, es pensar todos igual, es pedir que un líder venga a salvarte. ¿Qué es lo que está pasando hoy día? O sea, si estos líderes que aparecen y dicen voy a resolver, yo voy a resolver todo, vamos a encontrar un culpable, es la misma gramática, del fascismo. Pero también el pensamiento en masa en esto, de encontrar, de la paranoia, de encontrar un culpable, de pensar todos igual”.

Finalmente, la autora recalca que es desde las humanidades dónde debiesen surgir la pregunta de cómo buscar un sentido en el tiempo incierto, donde parece que hay poco donde afirmarse para no buscar dioses duros o dioses terribles. “Se busca lo espiritual en cursos, se exige salud integral sin saber a qué nos referimos, nos identificamos con palabras y narrativas de moda.”

“Los tesoros culturales más importantes son precisamente aquellos que no tienen fundamentos: la democracia, los pactos, el amor. Solo se sostienen si creemos como adultos, no como niños, no como clientes. Eso solo llama al autoritarismo de cualquier signo político.”

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